Colaboraciones

 

El pecado como alienación del hombre

 

 

 

07 mayo, 2024 | Javier Úbeda Ibáñez


 

 

 

 

Juan Pablo II, en su Audiencia General del miércoles 12 de noviembre de 1986, se refería al pecado como alienación del hombre:

«El mandamiento que el hombre recibió al principio incluía esta verdad expresada en forma de advertencia: Recuerda que eres una criatura llamada a la amistad con Dios y sólo Él es tu Creador: ¡No quieras ser lo que no eres! No quieras ser 'como Dios'. Obra según lo que eres, tanto más cuanto que esta es ya una medida muy alta: la medida de la 'imagen y semejanza de Dios'. Esta te distingue entre las criaturas del mundo visible, te coloca sobre ellas. Pero al mismo tiempo la medida de la imagen y semejanza de Dios te obliga a obrar en conformidad con lo que eres. Sé pues fiel a la Alianza que Dios-Creador ha hecho contigo, criatura, desde el principio».

«¡Lo que lleva a la alienación del hombre es precisamente el pecado, es únicamente el pecado! Es precisamente el pecado el que desde el 'principio' hace que el hombre esté en cierto modo 'desheredado' de su propia humanidad. El pecado 'quita' al hombre, de diversos modos, lo que decide su verdadera dignidad: la de imagen y semejanza de Dios. ¡Cada pecado en cierto modo 'reduce' esta dignidad! Cuanto más 'esclavo del pecado se hace el hombre' (Jn 8, 34), tanto menos goza de la libertad de los hijos de Dios. Deja de ser dueño de sí, tal como exigiría la estructura misma de su ser persona, es decir, de criatura racional, libre, responsable».

«El pecado es por lo tanto no sólo 'contra' Dios, sino también contra el hombre. Tal como enseña el Concilio Vaticano II: 'El pecado merma al hombre, impidiéndole lograr su propia plenitud' (Gaudium et spes, 13)».