Colaboraciones

 

Dios no desea el mal

 

 

 

20 junio, 2024 | Javier Úbeda Ibáñez


 

 

 

 

 

 

Sin el libre albedrío, no seríamos personas sino títeres de Dios. No podríamos amar a Dios en verdad. Debido a que Él desea tener una relación real con nosotros que implica una elección voluntaria, entonces tenía que permitir que existiera el mal.

Cabe hacer la distinción entre permitir el mal y querer que el mal suceda. Dios no desea el mal, pero es necesario permitirlo para que el hombre pueda desarrollarse en la virtud. Por supuesto que Dios pudo crear un mundo sin que existiera lo malo, pero Dios sabía que un mundo limitado en su libertad sería un mundo inferior porque las virtudes son definidas por lo opuesto a ellas. Una persona puede ser humilde sólo si el orgullo se antepone. Y ser humilde implica también la posibilidad de ser orgulloso.

Podemos querer que Dios intervenga en el caso de asesinato o violación. Pero, ¿queremos que Dintervenga en el caso de nuestra propia idolatría? Todo pecado es una ofensa a Dios, y nos separa de Él. Si Dios fuera a intervenir y evitar el mal, Él tendría que eliminarnos a nosotros. Además, si Dios fuera a eliminar todas las consecuencias negativas de nuestros actos, ¿tendríamos realmente libre albedrío?

En esencia, Dios no quiere el mal, pero lo permite, porque Él desea una relación con nosotros. Somos pecadores. Con los pecadores vienen cosas malas. Pero, ¡gracias al Señor que nos ha redimido! No es necesario vivir en la esclavitud de nuestras inclinaciones pecaminosas, aunque todavía luchamos contra nuestros malos deseos. Sí, vivimos en un mundo de pecado sobre el que Satanás tiene dominio. Los creyentes no son inmunes a las consecuencias del mal ¡Pero Jesús ha vencido! Dios es fiel para redimir el mal que sucede en nuestras vidas.

Dios algunas veces permite el sufrimiento con el objetivo de desarrollar algo mejor.

Dios permite el mal, sí, pero también algunas veces lo detiene. Debido a que Dios es bueno, sólo lo que se puede redimir y que puede conducir al bien está permitido. Claro que muchas veces pensamos que esto es más de lo que podemos soportar. Pero sabemos del carácter de Dios. Él es un Dios de justicia y de amor. El mal no quedará sin redención. Tampoco el pueblo de Dios que sufre a manos de los demás quedará sin socorro.

¿Por qué no evita Dios el mal? Por dos motivos; porque nos ha hecho libres, y porque la cruz es el instrumento de la Redención.

Nos ha hecho libres. Pudo no darnos libertad, en cuyo caso nadie pecaría, nadie se condenaría. Pero tampoco podríamos decir que nos salvaríamos: convertidos en muñecos incapaces de merecer, la salvación para esos seres-robots no tendría ningún significado. El robot no ama, no espera, no cree. ¿Qué supone la salvación para quien no ama libremente a Dios? ¿Qué felicidad cabe esperar de una situación de amor impuesto a la fuerza? Una felicidad pasiva, estúpida, mecánica. ¿Para rodearse de este tipo de seres creó Dios al hombre? ¿Pueden estos robots ser imagen y semejanza de Dios?

Y si nos ha hecho libres, nos tiene que dejar que, si queremos, usemos mal de nuestra libertad. Y de ese mal uso nace el mal, pues somos los hombres los que creamos un mal que Dios ha de respetar como producto de las decisiones libres de seres libres.

Pero es que, además, la cruz es redentora. Dios permite el mal, permite la libertad que lo genera, pero lo vuelve en nuestro beneficio. Nos invita a que carguemos con el mal que nosotros mismos causamos, con la cruz que la vida pone sobre nuestros hombros, para que así no sólo recibamos los méritos redentores de la cruz de Cristo, sino que comuniquemos, se llama comunión de los santos, a los demás ese torrente de salvación. Él mismo, hecho hombre, recorrió su Calvario, fruto del mal uso de la libertad de sus verdugos, en lugar de evitar ese mal. «Si eres Dios, legiones de ángeles vendrán a salvarte». Hubiesen venido si las hubiese llamado, pero no lo hizo; respetó la libertad de quienes le condenaban, y transformó Su dolor en salvación para todos.

Hoy se confunde el bien y el mal «con sentirse bien o sentirse mal». Al final, sólo decide el sujeto, con su sentimiento, sus experiencias, con los eventuales criterios que ha encontrado.

Libertad para el aborto, libertad para el sexo, libertad para la diversión, libertad para la droga, libertad para la eutanasia. Políticos e intelectuales imponen poco a poco, hasta los últimos rincones del planeta, la cultura de la tristeza y de la muerte, donde el aborto sea algo trivial e «higiénicamente correcto», donde el suicidio y la eutanasia se disparan hasta llegar a ser el paso absurdo de quienes se olvidan de Dios y vienen a ponerse entre las garras del diablo…

Hay que recordar que un día Dios erradicará el mal. Actualmente está esperando con paciencia que más personas se vuelvan a Él y sean salvos. Pero un día, Satanás será arrojado al lugar del fuego por toda la eternidad.