Colaboraciones

 

Joseph Ratzinger - Benedicto XVI

 

 

 

12 octubre, 2024 | Javier Úbeda Ibáñez


 

 

 

 

 

 

Ratzinger había seguido de cerca el Concilio Vaticano II como experto del cardenal Frings de Colonia, cercano al ala reformista. Él fue uno de los que criticaron duramente los planes preparatorios elaborados por la Curia Romana, que posteriormente fueron desechados por decisión de los obispos. Para el joven teólogo Ratzinger, los textos «deberían dar respuesta a las cuestiones más apremiantes y deberían hacerlo, en la medida de lo posible, no juzgando y condenando, sino utilizando un lenguaje maternal». Ratzinger exalta la nueva reforma litúrgica y las razones de su providencial inevitabilidad. Según él, para redescubrir la verdadera naturaleza de la liturgia era necesario «romper el muro del latín».

«Tanto Juan Pablo II como Joseph Ratzinger estaban convencidos, con razón, de que el Concilio no era una ruptura, sino una continuidad», en palabras de Vittorio Messori, escritor.

«Era la primera vez —dice V. Messori— que un prefecto de la Doctrina de la Fe aceptaba hablar con un periodista, pero el gran impacto fue que Ratzinger decía algo que entonces parecía reaccionario y escandaloso. Confirmaba la fe de siempre; decía que el católico debe adecuarse al espíritu nuevo del Concilio Vaticano II, pero al tiempo no debe renegar de la tradición. Por tanto, hablaba de infierno, purgatorio, paraíso, ángeles custodios... En aquellos años, eso no podía decirse. Hubo gran alboroto: Ratzinger fue considerado un cardenal restaurador, y yo, el pobre periodista que lo había entrevistado —no sólo sin contradecirle, sino estando de acuerdo con él—, fui amenazado de muerte por sacerdotes y teólogos. Es la famosa rabia clerical, que cuando estalla es terrible. Yo vivía en Milán, y por algunos meses tuve que irme y esconderme, o esos teólogos del diálogo me habrían agredido».

Para Vittorio Messori, «la fe es la misma en todas partes; Ratzinger siempre ha defendido la ortodoxia de la fe, y eso vale en Corea, Argentina y los Países Bajos. No hay una fe distinta; hay modos pastorales de encarnarla. Ratzinger no ha sido nunca un teólogo provinciano; siempre ha estado muy atento a todo el universo católico. No hay que juzgarle con velocidad».

En 1966, un año después del final del Concilio, Ratzinger dijo que veía el avance de un «cristianismo a precios rebajados».

Desde el balcón de la Basílica de San Pedro, Benedicto XVI se presentó como «un humilde trabajador en la viña del Señor». Ajeno a cualquier protagonismo, dijo que no tenía «ningún programa», sino que quería ponerse «a la escucha, con toda la Iglesia, de la Palabra y de la voluntad del Señor».

Uno de los momentos más conmovedores fue la visita a Auschwitz en mayo de 2006, en la que el Papa alemán dijo: «En un lugar como este, las palabras sobran, lo único que queda es un silencio estremecedor, un silencio que es un grito interior a Dios: ¿Por qué has podido tolerar todo esto?».

2006 es también el año del caso Ratisbona, cuando una antigua frase sobre Mahoma, que el Pontífice cita sin hacerla suya en la universidad en la que fue profesor, es instrumentalizada y desencadena protestas en el mundo islámico. Desde entonces, el Papa multiplicará sus muestras de atención hacia los musulmanes. Benedicto XVI afronta viajes difíciles, se enfrenta a la secularización galopante de las sociedades descristianizadas y a las disensiones en el seno de la Iglesia. Celebra su cumpleaños en la Casa Blanca junto a George Bush Jr. y unos días después, el 20 de abril de 2008, reza en la Zona Cero abrazando a los familiares de las víctimas del 11 de septiembre.

«Dios es amor», es la clave del pontificado de Benedicto XVI.

Benedicto XVI insistió en su llamado a la conversión, a la penitencia y a la humildad.

Benedicto XVI fue presentado como un reaccionario, pero fue un Papa posmoderno, y ahí está el equívoco.

Benedicto XVI superó los mitos e ilusiones de esos años, y estuvo en contacto con el mundo de hoy.

El Papa sorprendió sólo a quien no le conocía. Estuvo abierto al diálogo; sólo que quiso el diálogo adecuado, teniendo presentes las bases del catolicismo.

No se puede dialogar renegando de uno mismo. Los católicos no deben dialogar ocultando su credo, pidiendo perdón por su pasado... El único diálogo honesto es aquel en que el interlocutor no reniega de sí mismo.

Vittorio Messori sostuvo que Benedicto XVI fue tildado injustamente de conservador, oscurantista y reaccionario.