Colaboraciones

 

Para votar responsablemente

 

 

 

17 noviembre, 2024 | Javier Úbeda Ibáñez


 

 

 

 

 

 

Para votar responsablemente, es preciso anteponer los criterios morales a las cuestiones y preferencias opinables y contingentes de orden estrictamente político. Habrá cuestiones secundarias que tengamos que dejar en un segundo plano para atender en primer lugar a los aspectos y consecuencias de orden moral de nuestro voto. Esto ocurre siempre que las propuestas de los partidos desbordan sus legítimas competencias y afectan a cuestiones de orden moral que tienen que estar por encima de los avatares políticos.

Examinar la verdad. Se deben estudiar las propuestas antes de apoyarlas. Hablar es fácil, obrar en la verdad cuesta la vida. Hay que buscar la verdad con la mayor objetividad posible. Más que basarse en lo que dicen los políticos, hay que analizar lo que han hecho para ver si son coherentes, íntegros y honestos. El malvado siempre disfraza sus intenciones con argumentos hermosos.

Evitar la demagogia. Los políticos saben qué teclas tocar para encender las emociones, muchas veces irresponsablemente. Cuidado con la manipulación de los sentimientos hacia la patria, la raza, el sufrimiento de los pobres, la libertad, etc. Con frecuencia se crea un mito en torno a un político o se destruye su reputación basada en la repetición de falacias. El cristiano no se debe llevar por las emociones ni por la fiebre que incita a las masas. No debe dejarse engañar por promesas. La prosperidad de los pueblos requiere un largo proceso de construcción y fortalecimiento de un sistema de gobierno, de educación, de trabajo, etc. bajo un estado de derecho que proteja justamente a todos los ciudadanos. Esto no se consigue con la demagogia. Hay que estar preparado para tomar opciones que no sean populares pero que sean justas. Recordemos cómo Jesucristo fue condenado por las masas porque matarlo «era conveniente».

El fin no justifica los medios. Nunca será aceptable utilizar un medio en sí mismo perverso para lograr un bien. Por eso debemos condenar, por ejemplo, el terrorismo, el aborto, el secuestro, la mentira y la difamación.

Ordenar las prioridades. El bien común debe estar por encima de intereses personales. Al mismo tiempo no se deben violar los derechos naturales de ninguna persona. No se debe votar por quien viola la ley natural, aunque por otra parte tenga buenas propuestas. Un católico no debe votar por candidatos que favorecen la inmoralidad, tal como es, por ejemplo, el aborto. En casos, como ocurre con frecuencia, en que todos los candidatos carecen de una clara posición moral que cubra todos los campos, el votante debe decidirse por el que al menos promueva los valores fundamentales.

Obligación de participar en la política. En una democracia los gobernantes son elegidos por el voto popular. Por eso todo ciudadano tiene la responsabilidad de votar habiendo seriamente estudiado los temas y conocido la posición de los candidatos. Un católico no puede eludir su responsabilidad civil ya que eso sería cederle el paso al mal. El hecho de que haya mucha corrupción en la política no exonera al cristiano de su responsabilidad. Más bien le debe retar a trabajar por un mundo mejor. El que no vota o vota sin atención a las leyes de Dios es culpable de los resultantes males. «Los fieles laicos de ningún modo pueden abdicar de la participación en la política» (Vaticano II, Ch L 42).

Los obispos de Estados Unidos declararon en 1995: «En la tradición católica, la ciudadanía es una virtud y la participación en el proceso político es una obligación» (Documento Political Responsibility).

La libertad es un don que conlleva una gran responsabilidad. Como católicos estamos comprometidos a ejercer nuestra libertad siempre para hacer el bien y nunca para violar los derechos ajenos.

«Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres» (Hch 5, 29).

En 1946, Pío XII dijo a un grupo de jóvenes que comenzaban en la política, entre ellos el que luego fue gran estadista italiano, Alcides De Gásperi: «Id al Parlamento para servir; no cedáis en cuestión de principios; tened las puertas abiertas pues la democracia significa colaborar; no penséis en vuestros intereses particulares, sino en los de la comunidad. Id al Parlamento con espíritu ágil: capaz de subir escalones si os piden desempeñar puestos de responsabilidad, pero también de bajar con elegancia y humildad cantando alabanzas al Señor... sin romperos el “fémur espiritual” que es una de las fracturas más peligrosas», con mayor razón si se trata de cuestiones referidas a la defensa de la verdad y de la libertad de conciencia.

Hay algunas posiciones políticas que por sí solas son tan graves que deberían ser suficientes para no votar por el candidato que las sostenga. Por ejemplo: no podemos votar en buena conciencia por un candidato que promueva la «limpieza étnica», aunque tuviese un gran plan para la economía. Por esta razón un católico no debe votar por un candidato que promueva, por ejemplo, el aborto.