Colaboraciones

 

El modernismo, una postura teológica herética

 

 

 

19 diciembre, 2024 | Javier Úbeda Ibáñez


 

 

 

 

 

Uno de los errores más graves en cuanto a la recepción del Concilio Vaticano II se da en los círculos de tendencia progresista radical, que intentando adaptar la Iglesia y la fe católica a la modernidad, abrazan en mayor o menor grado los postulados del modernismo teológico.

El modernismo es una postura teológica herética que considera a la Iglesia y a sus dogmas como instituciones solamente humanas, portadoras de rasgos debidos a su contexto histórico, y por tanto necesitadas de ser constantemente revisadas y reformadas para adaptarse a los tiempos actuales. Bajo esta forma de pensar el dogma no es inmutable, ni una verdad revelada por Dios, sino que puede ir evolucionando a través del tiempo llegando incluso a contradecir lo que antes enseñaba.

La Iglesia católica en cambio enseña que el dogma no puede cambiar en su naturaleza. Distinguimos así la evolución transformista del dogma, de la evolución homogénea o legítimo desarrollo de la doctrina cristiana que consiste en el crecimiento en profundidad y claridad del entendimiento de las verdades de la divina revelación. Es importante entender que las verdades substanciales o esenciales en el núcleo de cada doctrina (como parte del único depósito, dado por Cristo a los apóstoles) permanece inmutable y la Iglesia católica como institución divina preserva el depósito, y es su Guardián.

El Papa san Pío X para combatir los errores del modernismo decidió que todos los clérigos y profesores de filosofía y teología debían realizar de forma pública un juramento antimodernista, que rechaza solemnemente los principales puntos de la herejía modernista. Una parte de este antiguo pero importante juramento decía:

«Recibo sinceramente la doctrina de la fe que los Padres ortodoxos nos han transmitido de los Apóstoles, siempre con el mismo sentido y la misma interpretación. Por esto rechazo absolutamente la suposición herética de la evolución de los dogmas, según la cual estos dogmas cambiarían de sentido para recibir uno diferente del que les ha dado la Iglesia en un principio. Igualmente, repruebo todo error que consista en sustituir el depósito divino confiado a la esposa de Cristo y a su vigilante custodia, por una ficción filosófica o una creación de la conciencia humana, la cual, formada poco a poco por el esfuerzo de los hombres, sería susceptible en el futuro de un progreso indefinido».

La herejía modernista busca reinterpretar la historia bíblica, así como la filosofía católica, la teología y la liturgia, a través del moderno prisma de la ciencia racional y la filosofía postilustrada. El modernismo se originó tras el rechazo a la tradición intelectual católica. El modernismo intenta hacer lo imposible: reinterpretar el catolicismo con un sistema moderno que rechace el cristianismo.

Las características del modernismo, según Pío X, son tres. La primera característica es el análisis crítico y racional para «desmitologizar» la Sagrada Escritura. Para los modernistas, la Biblia es una importante colección de leyendas redactadas por gente poderosa para transmitir un mensaje. Se pone en duda la existencia de Noé, Abraham, Moisés y David. Incluso los cuatro evangelios son cuestionados por sus relatos de milagros. El modernismo rechaza cualquier cosa que sea ciertamente sobrenatural. Todo tiene una explicación natural.

La segunda característica del modernismo es el secularismo y la fraternidad universal. Santo Tomás de Aquino enseñó, acertadamente, que la gracia sana y eleva la naturaleza. El orden de la realidad es que lo sobrenatural reina sobre lo natural. Con la negación modernista de lo sobrenatural, lo secular y lo político se convierten en prioridad. Los conceptos de bienaventuranza y salvación son reinterpretados como metas seculares o políticas. Esto reduce al clero a activistas políticos y degrada al Papa a ser un mero coach inspirador para las naciones seculares. Es tal la separación entre la Iglesia y el Estado que la Iglesia ya no tiene relevancia en la esfera pública. La religión es privada.

El tercer plano del modernismo es el rechazo de lo que los católicos conocen como bien (moral), verdad (doctrina) y belleza (estética). El ceñido sistema de pecado original, pecado venial, pecado mortal, ser perdonado y sanado por la redención en Cristo es abandonado. Se promueve la moral relativista. Los modernistas proclaman que la doctrina debe ser siempre «pastoral», no «verdadera». Y las artes, las estatuas, la arquitectura y la música de la Iglesia católica son abandonadas en favor de lo vulgar, lo moderno y lo útil.