Colaboraciones

 

Relativismo-laicismo

 

 

 

03 enero, 2025 | Javier Úbeda Ibáñez


 

 

 

 

 

En el relativismo encontramos una profunda raíz del laicismo moderno.

El laicismo es una ideología que busca marginar y excluir lo religioso de la esfera pública, especialmente, aunque no sólo, de las instituciones y de centros dirigidos por el estado o las administraciones locales: escuelas, hospitales, cárceles, etc. El laicismo sano propugna la separación entre la Iglesia y el Estado; el laicismo radical es contrario al derecho a la libertad religiosa.

Por «laicismo» entiende la Real Academia Española (RAE) la «doctrina que defiende la independencia del hombre y de la sociedad, espec. del Estado, respecto a cualquier confesión religiosa. Los defensores del laicismo abogan por la separación de la Iglesia y el Estado».

Pensamos que el laicismo se funda sobre presupuestos errados. Porque no tiene un buen conocimiento de la historia y se permite manipulaciones del pasado hasta extremos realmente lamentables. Y porque defiende un relativismo contradictorio que no promueve la convivencia social, sino que incluso ha llevado a intolerancias sumamente injustas.

Según el relativismo, no existe la posibilidad de alcanzar verdades absolutas. La pretensión de católicos o de miembros de otras religiones de poseer la verdad sería, por lo tanto, falsa. Además, añaden los fautores de un laicismo relativista, tal pretensión sería peligrosa, porque genera una mentalidad de condena del error y de desprecio del errante, lo cual lleva a la intolerancia, al conflicto, a la lucha, al fracaso de la convivencia en los estados. Las guerras de religión, en el pasado, y el terrorismo, en el presente, serían dos ejemplos claros de violencias originadas por culpa de quienes creen ser poseedores de «la verdad».

El laicismo relativista tiene un atractivo enorme, pero esconde una contradicción de fondo que conviene denunciar abiertamente. Por un lado, considera que creer en verdades absolutas implica caer en actitudes de desprecio y de condena. Por otro, propone como verdad lo anterior, lo cual implica caer en lo mismo que se condena, pues así defiende algo «absoluto».

Hemos de añadir, contra tanta hostilidad infundada y parcial hacia el cristianismo, que nuestra religión no promueve ni la intolerancia ni el desprecio hacia el que piensa de modo distinto.

El que realmente vive según el Evangelio, reconoce como un don recibido el estar más cerca de la verdad, precisamente desde la creencia de que Dios ha intervenido en la historia y ha manifestado su Amor en Jesucristo. Pero no por ello ataca a las personas que tienen ideas distintas o viven en otras religiones.

«El relativismo, en palabras de Joseph Ratzinger (Benedicto XVI), puede aparecer como algo positivo, en cuanto invita a la tolerancia, facilita la convivencia entre las culturas, reconoce el valor de los demás, relativizándose a uno mismo. Pero si se transforma en un absoluto, se convierte en contradictorio, destruye el actuar humano y acaba mutilando la razón. Se considera razonable sólo lo que es calculable o demostrable en el sector de las ciencias, que se convierten así en la única expresión de racionalidad: lo demás es subjetivo. Si se dejan a la esfera de la subjetividad las cuestiones humanas esenciales, las grandes decisiones sobre la vida, la familia, la muerte, sobre la libertad compartida, entonces ya no hay criterios. Todo hombre puede y debe actuar sólo según su conciencia.

»Pero “conciencia”, en la modernidad, se ha transformado en la divinización de la subjetividad, mientras que para la tradición cristiana es lo contrario: la convicción de que el hombre es transparente y puede sentir en sí mismo la voz de la razón fundante del mundo. Es urgente superar ese racionalismo unilateral, que amputa y reduce la razón, y llegar a una concepción más amplia de la razón, que está creada no sólo para poder “hacer” sino para poder “conocer” las cosas esenciales de la vida humana».