Colaboraciones
El gran desafío que tenemos para el siglo XXI
15 enero, 2025 | Javier Úbeda Ibáñez
Si tuviéramos que resumir en una palabra el gran desafío que tenemos para el siglo XXI es lo que un autor español ha llamado la cultura light. Desde los años ochenta en el mercado se están ofreciendo una serie de productos light: comidas sin calorías y sin grasas, cerveza sin alcohol, azúcar sin glucosa, tabaco sin nicotina, cocacola sin cafeína y sin azúcar, mantequilla sin grasa... Lo grave de todo esto es que se está pasando al hombre, formando una cultura light: un hombre sin valores, sin sustancia, sin contenido, con escasa educación humana, entregado a la superficialidad, a la ligereza, a lo banal. Sus afirmaciones lo dicen todo: «Todo vale... qué más da... las cosas han cambiado».
Las conquistas técnicas y científicas —impensables hace tan sólo unos años— nos han traído unos logros evidentes: la revolución informática, los avances de la ciencia en sus diversos aspectos, etc... Pero frente a todo ello, esta cultura light ha penetrado en nuestra sociedad con diferentes rostros, o si se quiere, sostenida sobre estos pilares:
1. Permisividad: lo importante es siempre hacer lo que uno quiera, en todos los campos. Todo me es permitido; basta que yo pueda hacerlo. Todo lo damos por bueno y le restamos importancia. Esta permisividad se va colando dentro de nosotros y nos pone delante de los ojos la realidad de una libertad sin cortapisas, en la que lo importante es hacer lo que te apetezca, no ir contra las inclinaciones que piden paso, ya que eso puede ser nocivo para la salud mental. Su lema es: «Esto me apetece; esto no me apetece». Esta permisividad también se ha colado en la Iglesia, sobre todo en el campo litúrgico: se va perdiendo el sentido de lo sagrado en las ceremonias litúrgicas; queriendo acercar al pueblo la liturgia, se están permitiendo algunas cosas que desconciertan a gente sensata, cultivada y formada en espiritualidad. Pero también esta permisividad se ha querido filtrar en el campo moral y doctrinal también dentro de la Iglesia; por ejemplo, sacerdotes que niegan el infierno, que permiten las relaciones prematrimoniales, que dicen que el autoerotismo no es pecado, sino una fase normal de la adolescencia. Por tanto, la Iglesia no está exenta de este fenómeno.
2. Relativismo: Se desprende del punto anterior. Nada es absoluto, sino que todo depende en última instancia del propio punto de vista, de lo que a uno le parezca. Esto se desliza en una desembocadura muy concreta: el escepticismo, la desvalorización del conocimiento, que se torna incapaz de acceder a sus cimas más altas. Si todo es relativo, si todo es bueno y malo, si nada es definitivo, ¿qué más da? Lo importante es hacer lo que quieras, aquello que te apetezca o dicte el momento. El relativismo es ese dios moderno y poderoso que reclama un punto de vista subjetivo para todo, ya que no existe una verdad absoluta. Defiende la utilidad, lo práctico, la idea de que el fin justifica los medios. El relativismo supone entrar en la incoherencia, y ella es causa de muchas rupturas, de biografías ilógicas, sin argumentos irreconciliables. La abrupta altanería del relativismo tiene un tono devorador que afecta a los sentimientos quitándoles solidez. Su lema es: «Según desde el punto de vista que se mire».
3. Hedonismo y sexualidad rebajada y trivializada: lo fundamental es pasarlo bien sin restricciones. El placer por el placer; disfrutar sin privarse de nada y rebañar todo lo más que se pueda en este campo. Su lema es: «Disfruta al máximo».
4. Consumismo galopante: hijo directo del hedonismo. Nos lleva a acumular más y más cosas, más y más experiencias placenteras. Compra, usa, goza, tira. El ideal del consumo no tiene otro horizonte que la multiplicación o la continua sustitución de unos objetos por otros mejores. Este consumismo se remata en el viejo dicho de «tanto tienes, tanto vales». Su lema es: «Compra, usa, tira».
5. Materialismo: el ser humano se va convirtiendo en objeto, en materia; va dejando de ser alguien para ser algo. Y ese vértigo de sensaciones placenteras tiene un tono devorador. El escritor americano Lasch, en su libro La cultura del narcisismo, lo describe así: «Cuidar la salud, desprenderse de los complejos, esperar las vacaciones: vivir sin ideal y sin objetivos trascendentes». La enfermedad de Occidente es la de la abundancia: tener todo lo material y haber reducido al mínimo lo espiritual. Ya no interesan los héroes. Los personajes que se proponen como modelos no tienen ideales: son vidas conocidas por su nivel económico y social, pero rotas, sin atractivo ni capacidad para echar a volar y superarse. Es gente ahíta, repleta de cosas, pero sin brújula, indiferente por saturación. Su lema es: «Sólo lo material es lo aferrable, lo que cuenta».
6. Religión y espiritualidad a la carta: ofrecida por las innumerables sectas que están pululando por doquier. Religión y espiritualidad que nos están conduciendo a un nuevo paganismo, con la aparición de dioses de la historia universal que conviven con otros nuevos dioses, como el sexo, el dinero, el poder y el placer. Su lema es: «Toda religión es buena».
7. Cuantiosos medios de comunicación social, como fábrica de mentiras, que tergiversan la verdad, distorsionan la realidad, inculcan una cultura superficial, barata, chata, que da rienda suelta a los instintos más animales que tenemos, que destruyen los valores humanos y cristianos que nos alimentaban y formaban. Estos medios de comunicación social están promoviendo el hombre light, ese personaje sin mensaje interior. Tomen, por ejemplo, las telenovelas, las revistas del corazón. En esas parejas todo está preparado para la ruptura. Y todo es presentado con risas, sin seriedad, de manera superficial. Se presenta el modelo light sin drama. Lo importante es disfrutar, pasarlo bien y sortear cualquier sufrimiento, porque para esta sociedad que quieren ellos proponer el sufrimiento es un sinsentido, es más, es un atentado al hedonismo.
Todos estos fenómenos dan como resultado una deformación de la vida, del matrimonio, del amor, de la sexualidad, de los valores humanos y cristianos, y trae consecuencias desastrosas.