Colaboraciones
Existen democracias que no pueden ser asumidas desde la perspectiva cristiana
29 enero, 2025 | Javier Úbeda Ibáñez
La Iglesia se ha manifestado en infinidad de ocasiones favorable a la democracia, en cuanto que favorece la separación de poderes, garantiza una convivencia pacífica y posibilita la participación ciudadana; pero ojo también nos advierte que es susceptible de perversión y que existen democracias que no pueden ser asumidas desde la perspectiva cristiana. Una democracia que se cree fin en sí misma, que pospone la defensa de la dignidad de la persona, que legitima el pluralismo en clave de relativismo moral, una democracia para la que no hay verdades absolutas sino sólo opiniones, que no admite la existencia de principios absolutos innegociables que están por encima de la voluntad popular, no es una buena democracia. «Después de la caída del marxismo, dice san Juan Pablo II en su carta encíclica Veritatis splendor (6 de agosto de 1993), existe hoy un riesgo no menos grave; la alianza entre democracia y relativismo ético que quita a la convivencia cualquier referencia moral segura».
Sin duda la Iglesia reclama que la democracia se asiente en unos fundamentos y valores insoslayables, que están por encima de la voluntad de los hombres; pero, ¿qué sucede cuando esto no es así. Las cosas no dejan de ser lo que son, aunque la mayoría opine lo contrario. Como bien decía Erich Fromm (psicoanalista judío alemán, 1900-1980): «El hecho de que miles de personas compartan los mismos vicios no convierte esos vicios en virtudes, el hecho de que compartan muchos errores no convierten estos en verdades».