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El existencialismo es un humanismo, de Jean-Paul Sartre (II)

 

 

 

03 febrero, 2025 | Javier Úbeda Ibáñez


 

 

 

 

 

Lo importante en el hombre concreto para el existencialismo

Para el existencialismo no es lo importante en el hombre concreto ser animal racional, sino precisamente lo que le individualiza o le distingue de cualquier otro. Lo que distingue a una persona de otra son sus decisiones individuales, su ejercicio de la libertad de elección.

El existencialista no está interesado por el hombre en general, sino por el existir cotidiano individual de cada hombre, el que existe de verdad y está en el mundo.

La ontología de Sartre se reduce a antropología. No cabe entender al hombre, existencialmente, más que como subjetividad. No es una subjetividad abstracta (el «yo pienso» cartesiano), sino una subjetividad en la que la existencia concreta es anterior a la esencia. Una subjetividad caracterizada por el compromiso de la realización del proyecto propio.

El existencialismo se enfrenta contra la aparente carencia de sentido, la degradación y el desprecio de la dignidad humana individual de toda teoría del universal (idealismo alemán, comunismo, fascismo, nazismo, tecnocratismo, masificación de las sociedades desarrolladas...).

El existencialismo sospecha de todos los universales idealísticos. Quiere contrapesar la superconceptualización y supersistematización que caracteriza buena parte de la filosofía y de la sociedad modernas con una atenta meditación acerca de todo lo que no puede ser categorizable ni sistematizable: el individuo, el ente concreto, la acción irrepetible, la experiencia singular..., que se dan en un tiempo y un espacio particulares.

La persona humana ocupa el lugar privilegiado en el mundo. Es el único ser libre y, por tanto, no puede ser estudiado a la luz de las categorías que derivan de la realidad externa. El hombre no es una «cosa», algo objetivo. Debido a su libertad, es especial, inobjetivable, inconceptualizable.

El existencialismo pone al hombre como punto de partida y de referencia de su interés y pensamiento. Busca el significado de las cosas en relación con el hombre. Enfatiza el carácter inalienable e inobjetivable de la subjetividad humana. Desarrolla, por eso, profundos e interesantes análisis de los estados psicológicos y de las reacciones del hombre en la diversidad de sus situaciones y estados de vida. Advierte sobre los peligros de la despersonalización del hombre implícitos en los totalitarismos, en la tecnocracia, en la masificación social, en la falta de vida interior y de libertad que promueve la sociedad contemporánea.

El existencialismo busca dar un sentido profundo a la vida. Se fija, por lo mismo, en los grandes problemas e interrogantes de la vida humana: el dolor, la muerte, el futuro de la sociedad, la corporalidad del hombre, la trascendencia...

Normalmente el existencialismo pone énfasis en los valores y realidades espirituales en contraposición al materialismo filosófico y social. Muchos autores reconocen que hay algo trascendente que explica el misterio de la persona humana. Para algunos de ellos la fe (cristiana) es lo más importante.

Dado que sólo el individuo cuenta, se corre el peligro de convertir la subjetividad en subjetivismo, es decir, en un modo de explicar la vida en términos exclusivamente personales, individuales, sin ninguna relación con criterios y valores objetivos, universales, y sin referencia a la comunidad humana y al mundo.

En contraposición a los totalitarismos ideológicos, el existencialismo defiende el carácter irreductible, inefable, de la persona humana, que se realiza a sí mismo por medio de su libertad. Reacciona por eso contra toda tendencia a la despersonalización y se focaliza en lo concreto y en la dignidad de cada ser humano con atención preferencial por las grandes cuestiones de la vida, por lo espiritual y trascendente. Tiende, sin embargo, al subjetivismo (a considerar todo en función exclusiva del individuo) y al irracionalismo (incapacidad de la razón humana de conocer lo universal y objetivo).