Colaboraciones
El Ángel Custodio o Ángel de la Guarda (y II)
29 marzo, 2025 | Javier Úbeda Ibáñez
Ángel de la guarda de Pietro da Cortona, 1656
En el Nuevo Testamento también se pueden observar muchos sucesos y ejemplos en los que se ve la misión de los ángeles: el mensaje a José para que huyera a Egipto, la liberación de Pedro en la cárcel, los ángeles que sirvieron a Jesús después de las tentaciones en el desierto.
La misión de los ángeles custodios es acompañar a cada hombre en el camino por la vida, cuidarlo en la tierra de los peligros de alma y cuerpo, protegerlo del mal y guiarlo en el difícil camino para llegar al Cielo. Se puede decir que es un compañero de viaje que siempre está al lado de cada hombre, en las buenas y en las malas. No se separa de él ni un sólo momento. Está con él mientras trabaja, mientras descansa, cuando se divierte, cuando reza, cuando le pide ayuda y cuando no se la pide. No se aparta de él ni siquiera cuando pierde la gracia de Dios por el pecado. Le prestará auxilio para enfrentarse con mejor ánimo a las dificultades de la vida diaria y a las tentaciones que se presentan en la vida.
Muchas veces se piensa en el ángel de la guarda como algo infantil, pero no debería ser así, pues si pensamos que la persona crece y que con este crecimiento se tendrá que enfrentar a una vida con mayores dificultades y tentaciones, el ángel custodio resulta de gran ayuda.
Para que la relación de la persona con el ángel custodio sea eficaz, necesita hablar con él, llamarle, tratarlo como el amigo que es. Así podrá convertirse en un fiel y poderoso aliado nuestro. Debemos confiar en nuestro ángel de la guarda y pedirle ayuda, pues además de que él nos guía y nos protege, está cerquísima de Dios y le puede decir directamente lo que queremos o necesitamos. Recordemos que los ángeles no pueden conocer nuestros pensamientos y deseos íntimos si nosotros no se los hacemos saber de alguna manera, ya que sólo Dios conoce exactamente lo que hay dentro de nuestro corazón. Los ángeles sólo pueden conocer lo que queremos intuyéndolo por nuestras obras, palabras, gestos, etc.
También se les pueden pedir favores especiales a los ángeles de la guarda de otras personas para que las protejan de determinado peligro o las guíen en una situación difícil.
Actualmente se habla mucho de los ángeles: se encuentran libros de todo tipo que tratan este tema; se venden “angelitos” de oro, plata o cuarzo; las personas se los cuelgan al cuello y comentan su importancia y sus nombres. Hay que tener cuidado al comprar estos materiales, pues muchas veces dan a los ángeles atribuciones que no les corresponden y los elevan a un lugar de semidioses, los convierten en «amuletos» que hacen caer en la idolatría, o crean confusiones entre las inspiraciones del Espíritu Santo y los consejos de los ángeles.
Es verdad que los ángeles son muy importantes en la Iglesia y en la vida de todo católico, pero son criaturas de Dios, por lo que no se les puede igualar a Dios ni adorarlos como si fueran dioses. No son lo único que nos puede acercar a Dios ni podemos reducir toda la enseñanza de la Iglesia a estos. No hay que olvidar los mandamientos de Dios, los mandamientos de la Iglesia, los sacramentos, la oración, y otros medios que nos ayudan a vivir cerca de Dios.
El Santo Padre Francisco nos ha afirmado que el ángel de la guarda existe, no es una doctrina fantasiosa, sino un compañero que Dios nos ha puesto al lado en el camino de nuestra vida.
Dios ha puesto a nuestro lado un ángel para cuidarnos. Si uno de nosotros creyera poder caminar solo, estaría muy equivocado, caería en ese error tan feo que es la soberbia: creer ser grande, autosuficiente. Jesús enseña a los apóstoles a ser como niños.
La docilidad, la necesidad de consejo, la necesidad de ayuda, porque el niño es precisamente el signo de la necesidad de ayuda, de docilidad para ir adelante... Este es el camino. No quién es más grande. Los que están más cerca de la actitud de un niño están más cerca de la contemplación del Padre. Escuchan con corazón abierto y dócil al ángel de la guarda.
Ninguno camina solo y ninguno de nosotros puede pensar que está solo porque está siempre este compañero.
¿Cómo es la relación con mi ángel de la guarda?, ¿le escucho?, ¿le digo buenos días por la mañana?, ¿le digo «cuídame durante el sueño»?, ¿hablo con él?, ¿le pido consejo?
Los ángeles son mensajeros de Dios. En concreto, los ángeles custodios se encargan de cuidarnos aquí en la Tierra.
Los ángeles son seres espirituales creados por Dios por una libre decisión de su voluntad divina. Son seres inmortales, dotados de inteligencia y voluntad.
Debido a su naturaleza espiritual, los ángeles no pueden ser vistos ni captados por los sentidos. En algunas ocasiones muy especiales, con la intervención de Dios, han podido ser oídos y vistos materialmente. La reacción de las personas al verlos u oírlos ha sido de asombro y de respeto. Por ejemplo, el profeta Daniel y Zacarías.
La misión de los ángeles es amar, servir y dar gloria a Dios, ser sus mensajeros, cuidar y ayudar a los hombres. Ellos están constantemente en la presencia de Dios, atentos a sus órdenes, orando, adorando, vigilando, cantando y alabando a Dios y pregonando sus perfecciones. Se puede decir que son mediadores, custodios, protectores y ministros de la justicia divina.
Los ángeles nos protegen, nos defienden físicamente y nos fortalecen al combatir las fuerzas del mal. Luchan con todo su poder por nosotros y con nosotros. Como ejemplo tenemos la milagrosa liberación de Pedro que fue sacado de la prisión por un ángel (Hech 12, 7ss) y cuando el ángel del Señor detuvo el brazo de Abraham para que no sacrificara a Isaac.
Los ángeles nos comunican mensajes del Señor importantes en determinadas circunstancias de la vida. En momentos de dificultad, se les puede pedir luz para tomar una decisión, para solucionar un problema, actuar acertadamente, descubrir la verdad; por ejemplo, tenemos las apariciones a la Virgen María, San José y Zacarías. Todos ellos recibieron mensajes de los ángeles.
Los ángeles cumplen las sentencias de castigo del Señor. Como ejemplo tenemos el castigo de Herodes Agripa (Hechos de los Apóstoles) y la muerte de los primogénitos egipcios (Ex 12, 29).
Los ángeles presentan nuestras oraciones al Señor y nos conducen a Él. Nos acompañan a lo largo de nuestra vida y nos conducirán, con toda bondad, cuando muramos, hasta el Trono de Dios para nuestro encuentro definitivo con Él. Este será el último servicio que nos presten, pero el más importante, pues al morir no nos sentiremos solos. Como ejemplo de ello, tenemos al arcángel Rafael cuando dice a Tobías: «Cuando ustedes oraban, yo presentaba sus oraciones al Señor» (Tob 12, 12-16).
Los ángeles nos animan a ser buenos. Ellos ven continuamente el rostro de Dios, pero también ven el nuestro. Debemos tener presentes las inspiraciones de los ángeles para saber cómo obrar correctamente en todas las circunstancias de la vida. Como ejemplo de esto, tenemos el texto que nos dice: «Los ángeles se regocijan cuando un pecador se arrepiente» (Lc 15, 10).
Encontramos la palabra “ángel” en 24 libros de la Biblia: 148 veces en el Antiguo Testamento y 74 en el Nuevo, sin contar con otras maneras de hablar de ellos. Viene de la palabra griega: angelos, es decir mensajero. En el A.T. la palabra es Malak.
Para los cristianos, el intermediario entre Dios y nosotros no son ángeles sino Cristo mismo. Es sobre el que los ángeles ascienden y descienden (Jn 1, 51). Los ángeles anunciaron el nacimiento del Salvador (Lc 2, 8-14). No son el Salvador.
La doctrina de la Iglesia enseña que los ángeles son criaturas invisibles, personas finitas que no se ajustan al ámbito de los sentidos. Son espíritus dotados de inteligencia y voluntad en estado puro que relacionan con el mundo material. Por su naturaleza, los ángeles son superiores a todas las demás criaturas, incluso los hombres, y poseen un intelecto, voluntad y poder superior (2 Ped 2,12). Entienden las cosas de manera completamente distinta a los hombres. Sin sus limitaciones materiales que los hombres tienen, ellos captan la verdad total y completa de un asunto, viendo su principio, y todas las consecuencias y aspectos al mismo tiempo. A pesar de esto no son omnipotentes como lo es Dios. Su poder y conocimiento tienen limites (ver Dan 10, 13; Mt 24, 36; 1 Ped 1, 12).
Es dogma de fe que los ángeles existen y que algunos protejan a naciones y a grupos.
La New Age (Nueva Era) ofrece una angelología radicalmente diferente a la doctrina Bíblica católica. La New Age es casi politeísta en su entendimiento de ellos. Para la New Age, la persona vacía la mente para conseguir una conciencia alterada, un estado como de trance para «comunicarse» con un ángel. Otra manera de ponerse en contacto con los ángeles —según la Nueva Era— es por la visualización (o la imaginación guiada). En esta la persona imagina algo para que le ayude a alternar la conciencia. Según la Nueva Era también se pueden utilizar cristales y gemas para comunicarse con los ángeles. Existe lo que la New Age llama «cristales querúbicos». Son cristales que uno activa durante la meditación y luego son «cargados» de energía por los mismos ángeles.
Según la Biblia existe dos formas en las que aparecen los ángeles: vienen como seres gloriosos como los que se les aparecieron a los pastores en Noche Buena y más como los que se aparecieron a Isaías (Cap. 6). También aparecen como seres humanos (Gn 18).
La Biblia nos recuerda que no todas las experiencias con los ángeles son verdaderas. Pablo dice que «el diablo se disfraza como ángel de luz» (2 Cor 11, 14).
Y Timoteo escribió que: «El espíritu dice claramente que en los últimos tiempos algunos se apartaran de la fe, siguiendo a espíritus engañadores y enseñanzas que viene de los demonios» (1 Tim 4, 1).
Como católicos creemos firmemente en la existencia de los ángeles. Creemos que es bueno orarles para que nos ayuden. Jesús mismo fue servido por ellos en el desierto (Mt 4, 11) y en su agonía (Lc 22, 43). Lo que la Iglesia advierte es que no hagamos demasiada especulación en cuanto a ellos. Basta por ejemplo con que nuestro ángel de la guarda nos haga recordar la Providencia de Dios que nos cuida aún mucho más que a las aves del cielo (Mt 6, 26). Y, por supuesto jamás puede el cristiano creer, y aun menos practicar el esoterismo.
Dios creo a los ángeles para hacer su voluntad. Quizá no actúan de manera tan espectacular como en la Biblia, pero siguen haciendo su voluntad. Dios nos quiere proteger por medio de nuestro ángel de la guarda y nos defiende del mal por la oración a San Miguel Arcángel. Le damos gracias por habernos dado estos hermanos espirituales para ayudarnos a llegar con ellos al cielo y, así gozar eternamente en la presencia del Padre.
Recomendamos leer la Primera parte, cuestión 113, Los ángeles custodios, de santo Tomás.