Colaboraciones

 

La enseñanza privada, objeto de numerosos ataques

 

 

 

29 marzo, 2025 | Javier Úbeda Ibáñez


 

 

 

 

 

Desde hace décadas la enseñanza privada está siendo objeto de numerosos ataques por parte de diversos grupos de orientación marxista.

¿Por qué se oponen de modo tan tajante a la enseñanza privada? En primer lugar, porque es un campo de la cultura que no pueden permitirse el lujo de tolerar si quieren realizar la conquista del Estado y si no están dispuestos a admitir la oposición ideológica de quien no comparta su visión del hombre y del mundo.

Pero, además, desde un punto de vista marxista, la enseñanza privada aparece como una cuestión de principio, como un aspecto de la propiedad privada, origen para el marxista de todo mal social. Como es sabido, la propiedad privada constituye para el marxismo el origen de todas las alienaciones que sufriría el hombre en la sociedad burguesa. Si para los marxistas, la educación impartida en los países capitalistas aparece como un monopolio que ostenta la clase dominante y que asegura la explotación de los trabajadores a favor de la burguesía, la enseñanza privada representa la quintaesencia de dicho monopolio. Por esa razón debe desaparecer, ser destruida.

No tiene sentido para ellos abogar por una extensión de la enseñanza privada, facilitar el que pueda acceder a ella quien lo desee mediante un oportuno sistema de ayudas, etc., porque sería incurrir en el error del socialismo utópico de Proudhon, que pensaba que la situación se podía arreglar generalizando la propiedad privada. Proudhon, según el marxismo, era prisionero de la idea de igualdad y entendía el socialismo como «igual posesión», cuando de lo que se trataría es de eliminar toda posesión individual.

La enseñanza privada encuentra dificultades. Se produce así la curiosa situación de ser atacada por unos sin ser amparada por otros.

En Francia, por ejemplo, la mayor parte de la enseñanza privada está formada por escuelas bajo contrato con el Estado. A cambio de una financiación pública, estas escuelas siguen los mismos horarios y planes de estudio que las estatales, aunque pueden tener un ideario específico. Sin embargo, en los últimos años se están desarrollando también escuelas privadas independientes, no concertadas con el Estado, que atraen cada vez a más alumnos. Un reportaje de Le Monde (https://www.lemonde.fr/les-decodeurs/article/2018/08/31/hors-contrat-comment-comprendre-le-succes-des-ecoles-alternatives_5348308_4355770.html) se hace eco de su éxito y de algunas reticencias que suscitan.

«El modelo único en educación es un atraso, y la sociedad moderna exige diversidad de escuelas: entre otras cosas, porque la diversidad es fruto de la libre iniciativa, fuente a su vez de la innovación. Si se deja a las escuelas autonomía para adoptar distintos estilos y experimentar ideas, mejorará la calidad de la enseñanza, cosa que difícilmente se consigue con imposiciones desde arriba», sostiene Bobby Jindal (exgobernador de Luisiana).

Colaborar con los marxistas en el intento de mejorar el sistema educativo es una ingenuidad. Por más que hablen de democracia, de libertad, de justicia, de igualdad, no podemos pensar que son conceptos que patrocinen, porque su aceptación implica siempre un valor previo, una concepción del hombre y del mundo como ya dados, que para la filosofía marxista no tienen sentido alguno, puesto que lo que postula es precisamente lo contrario: un hombre y un mundo por hacer. Es comprensible que esta realidad no sea fácil de entender: el mismo Marx declaró que, en ocasiones, no tuvo más remedio que hablar de justicia y de libertad a causa —dice él— de la estupidez de sus colaboradores. Si a estos les resultaba difícil de entender, no es extraño que a quienes no comulgan con sus ideas, les resulte aún más difícil. Pero es de esperar que, al menos, no se nos pueda también llamar algún día estúpidos. Porque tendrán doblemente razón para hacerlo.

Aceptar el análisis económico marxista supone, además de una falta de formación meramente económica, aceptar el inicio mismo del planteamiento marxista, que es de una coherencia interna férrea.

Por todas partes se habla de derechos y desde todos los ángulos se clama por la libertad.

La libertad de enseñanza debe suponer la existencia de múltiples idearios entre los que elegir.

La libertad de enseñanza, como derecho natural que es, debe ser respetada en cualquier forma legítima de gobierno, pero en un régimen democrático adquiere una importancia suprema por la misma concepción de la democracia.

Por eso es regla elemental de una verdadera democracia el respeto a la libertad de pensamiento filosófico, científico y cultural y, con ella, la libertad de comunicación, de palabra.