Colaboraciones

 

La bendición de las familias numerosas

 

 

 

13 abril, 2025 | Javier Úbeda Ibáñez


Isabel Díaz Ayuso, Paloma Carmona, su marido y sus quince hijos.
Fuente: Paula Baena, El Debate - EFE.

 

 

 

 

 

Los ataques, cada día mayores, del neopaganismo contra el matrimonio cristiano, que pretenden apoyarse en principios de una falsa ciencia, encuentran su valiente defensa y contrataque en el Evangelio de Jesucristo, quien es «fuerza salvadora de Dios para todo creyente» (Rom., 1, 16) y «luz verdadera, que ilumina a todo hombre que viene a este mundo» (Jn., 1, 6-8).

 

Bien podemos decir que la carta encíclica de Pío XI Casti connubii (1930), el discurso de Pío XII a los participantes del IV Congreso Internacional de Médicos católicos «Votre Presénce», reunidos en Roma (1949) y el pronunciado el 29 de octubre de 1951 ante los miembros del Congreso de la Unión Católica Italiana de Comadronas, celebrado en aquellos días en Roma, en colaboración con la Federación Nacional de los Colegios de Comadronas, forman una trilogía magnífica en la que se expone con claridad meridiana la doctrina completa de la Iglesia católica sobre el matrimonio, no sólo en su aspecto dogmático, sino, principalmente, en su aspecto moral. Si añadimos la carta encíclica de León XIII Arcanum divinae sapientiae (1880), la doctrina sobre el matrimonio es completa.

Para Mons. Schneider: «La familia católica es el primer baluarte contra la gran apostasía actual».

Mons. Schneider destaca que lo que el mundo y la Iglesia necesitan hoy son de «verdaderas familias católicas». En este sentido, recuerda la confesión de un ex integrante de un movimiento anticristiano «No tenemos sino un objetivo: descristianizar las familias. Gustosamente les dejamos a los católicos los templos, las capillas, las catedrales. Para corromper la sociedad, nos basta con dominar a las familias. Si nos adueñamos de la familia, nuestra victoria sobre la Iglesia está garantizada».

El mundo y la Iglesia necesitan hoy de «verdaderas familias católicas». La familia es, pues, el lugar primario y original donde se debe enseñar a los hijos la integridad y belleza de la fe católica, y transmitirse de ese modo a las generaciones futuras. La salud espiritual de una nación depende de esta transmisión de la fe.

Es un grave error pensar, como sostienen muchos modernistas y progresistas, que la Iglesia considera irresponsables a quienes tienen una familia numerosa.

Toda la Sagrada Escritura, desde el «Creced y multiplicaos» del Génesis (Gn., 1:28) hasta el Nuevo Testamento, está llena de numerosos textos que exaltan la fecundidad de la familia y aseguran a las familias numerosas la asistencia continua de la Providencia.

El Concilio Vaticano II (const. past. Gaudium et spes, 50) alaba especialmente a los cónyuges que son generosos en la transmisión de la vida, con las siguientes palabras:

«...son dignos de mención muy especial los que, de común acuerdo, bien ponderado, aceptan con magnanimidad una prole más numerosa para educarla dignamente», y remite en nota al discurso de Pío XII a los directores de las Asociaciones por las Familias Numerosas de Roma e Italia el 20 de enero de 1958, de las cuales dice, entre otras cosas, que son:

«... las más bendecidas por Dios, predilectas y estimadas por la Iglesia como preciosísimos tesoros. La historia no yerra cuando pone en la inobservancia de las leyes del matrimonio y de la procreación la causa primera de la decadencia de los pueblos... En los hogares donde hay siempre una cuna que se balancea florecen espontáneamente las virtudes... La familia numerosa bien ordenada es casi un santuario visible... Son los planteles más espléndidos del jardín de la Iglesia en los cuales, como en terreno favorable, florece la alegría y madura la santidad...».

«Las familias numerosas son los más espléndidos macizos de flores en el jardín de la Iglesia; flores de felicidad en ellos y santidad madura en un suelo favorable. Cada grupo familiar, incluso el más pequeño, está destinado por Dios a ser un oasis de paz espiritual. Pero hay una gran diferencia: donde el número de niños no es mucho más que uno, aquella intimidad serena que da valor a la vida, tiene un toque de melancolía o de palidez; no dura tanto tiempo; puede ser más precaria; y a menudo se ve empañada por temores secretos y remordimientos» (discurso de Pío XII).

«Es muy diferente —en palabras de Pío XII— la serenidad de espíritu que se encuentra en los padres que están rodeados por una gran abundancia de vidas jóvenes. La alegría que viene de las bendiciones abundantes de Dios aparece de mil maneras diferentes y no hay temor de que vaya a terminar. El ceño de estos padres y madres puede estar cargado por las preocupaciones, pero nunca hay un rastro de aquella sombra interior que traiciona la ansiedad de conciencia o el miedo irreparable a la soledad. Su juventud nunca parece desvanecerse, mientras la dulce fragancia de una cuna permanezca en el hogar, siempre y cuando las paredes de la casa hacen eco a las voces argentinas de hijos y nietos.

»Muchas veces sus pesados trabajos se multiplican, sus sacrificios redoblados, pero su renuncia a las diversiones costosas son generosamente recompensados, incluso aquí abajo, por el tesoro inagotable del afecto y de las tiernas esperanzas que residen en sus corazones, sin siquiera cansarlos o molestarlos.

»Y las esperanzas pronto se convierten en realidad cuando la hija mayor comienza a ayudar a su madre a cuidar al bebé o el día en que el hijo mayor llega a casa con el rostro radiante, con su primer sueldo que ha ganado. Ese día será particularmente feliz para los padres, ya que hará que el fantasma de una vejez gastada en la miseria desaparecerá, y se sentirán seguros de una recompensa por sus sacrificios.

»Cuando hay muchos niños, los más jóvenes no experimentan el aburrimiento de la soledad y la incomodidad de tener que vivir todo el tiempo en medio de los adultos. Es cierto que a veces pueden llegar a ser tan vivaces que consigan alterar sus nervios y sus desacuerdos pueden parecer pequeños motines; pero incluso sus discusiones desempeñan un papel eficaz en la formación del carácter, siempre y cuando sean breves y superficiales. Los niños de familias numerosas aprenden casi automáticamente a tener cuidado con lo que hacen y a asumir la responsabilidad por ello; a tener respeto por los demás y ayudarse unos a otros, siendo de corazón abierto y generoso. Para ellos, la familia es un lugar de prueba, antes de que ingresen al mundo exterior, que será más difícil para ellos y más exigente.

»Todos estos preciosos beneficios serán más sólidos y permanentes, más intensos y más fructíferos, si la gran familia toma como su propia regla de guía particular y base el espíritu sobrenatural del Evangelio, que espiritualiza todo y hace que sea eterno. La experiencia demuestra que, en estos casos, Dios a menudo va más allá de los dones ordinarios de la Providencia, como la alegría y la paz, para conferirle un llamado especial ‒una vocación al sacerdocio, a la vida religiosa, a la más alta santidad.

»Con mucha razón, a menudo se ha señalado que las familias numerosas han estado a la vanguardia como cunas de santos. Podríamos citar, entre otros, la familia de San Luis, rey de Francia, compuesta por diez hijos; la de Santa Catalina de Siena que venía de una familia de doce; San Roberto Bellarmino de una familia de doce, y San Pío X de una familia de diez.

»Toda vocación es un secreto de la Providencia. Pero estos casos demuestran que un gran número de niños no impide que los padres les den una educación excelente y perfecta; y muestra que el número no va en detrimento de su calidad, con respecto a cualquiera de los valores físicos o espirituales».

A lo largo del discurso, Pío XII habla elocuentemente de la alegría, del sacrificio y de la generosidad tan frecuente entre aquellas familias que Dios ha bendecido abundantemente con el don de los hijos.