Colaboraciones

 

La sexta petición del Padrenuestro

 

 

 

01 mayo, 2025 | Javier Úbeda Ibáñez


 

 

 

 

 

El Padrenuestro nos lo han transmitido los evangelistas san Mateo (6, 9-12) y san Lucas (11, 1-4). San Lucas nos señala la ocasión en que nos lo enseñó Jesucristo: «Y sucedió que, estando en un lugar orando, cuando acabó, le dijo uno de sus discípulos: “Señor, enséñanos a orar como enseñó Juan a sus discípulos”. Y Él les dijo: “Cuando oréis, decid así…” (Lc 11, 1-2). San Mateo lo refiere de modo más completo, pues en san Lucas faltan la tercera («hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo») y la séptima petición («y líbranos del mal»). En la Liturgia y en la Catequesis, la Iglesia recoge el texto de san Mateo.

El Padrenuestro comienza con una invocación inicial («Padre nuestro, que estás en el cielo») y siguen luego siete peticiones. La idea central, que es el Reino de Dios, pertenece a la trama esencial del Antiguo Testamento, pero la amplitud y profundidad con que se trata en esta oración hacen del Padrenuestro una pieza totalmente nueva, viniendo a ser, como dijo Tertuliano, un «compendio de todo el Evangelio».

La sexta petición es «no nos dejes caer en la tentación». Reconocemos que somos débiles para luchar con las tentaciones con solas nuestras fuerzas, pero no pedimos no ser tentados, porque la vida del hombre es una lucha continua, sino que no nos falte la gracia de Dios en los momentos decisivos. En efecto, la palabra «tentación» puede tener varios sentidos, que conviene explicar para entender mejor el contenido de esta petición. Puede significar «prueba» y en este sentido se dice que Dios tentó a Abraham, pidiéndole el sacrificio de su hijo Isaac. Abraham obedeció y salió airoso de la prueba y su fe quedó acrisolada (Ecco 44, 21). De manera similar fue tentado Tobías, a quien se le dijo: «Porque eras acepto a Dios, era necesario que la tentación te probara» (Tob 12, 13). Y de los justos en general también dice la Escritura: «Dios los tentó y los halló dignos de sí; los probó como el oro en el crisol» (Sab 3, 5-6).

Puede también significar un conjunto de circunstancias externas e internas, que ofrecen especial dificultad para un sujeto desprovisto de fuerzas para superar las adversidades. Las dos cosas a la vez, dificultad externa y debilidad interior, constituyen la tentación. En este sentido, dijo Jesús en Getsemaní: «Orad para no caer en tentación» (Mt 26, 41). Cristo se refería a la Pasión, pero esta gran dificultad para la fe de los discípulos no constituía de por sí la tentación. Tentación era acercarse a la Pasión del Señor sin haber templado el alma en la oración. Pasando como iban a pasar por tan gran dificultad, si oraban no entrarían en tentación. Orando desaparecería la debilidad de la carne flaca, la oración les robustecería para la prueba. Por eso, para Abraham, lo mismo que para Tobías que para los justos en general, no fueron tentaciones en este sentido los trances difíciles por los que pasaron: porque era robusta su virtud. En este sentido se toma «tentación» en esta petición. Y pedimos al Señor que nos haga fuertes con su gracia para salir vencedores en cualquier prueba por la que quiera hacernos pasar.