Colaboraciones

 

La primera petición del Padrenuestro

 

 

 

02 mayo, 2025 | Javier Úbeda Ibáñez


Mosaico de estilo bizantino de Cristo Pantokrator
en la Catedral de Cefalú, erigido por Roger II en 1131.

 

 

 

 

 

La primera petición del Padrenuestro es «santificado sea tu Nombre». El nombre equivale en la Biblia a la persona misma. Por ello, podemos decir que en esta primera petición pedimos que «Dios sea conocido y honrado por todo el mundo». Pero, a la luz del Antiguo Testamento, aquí se pide algo más. Frecuentemente, el «nombre» del Señor va unido a la suerte de «su pueblo». El nombre de Dios es profanado y deshonrado no sólo cuando el pueblo le desobedece y no le rinde el culto debido, sino también cuando el mismo pueblo es deshonrado y humillado. Y, al revés, el nombre del Señor es ensalzado y glorificado no sólo cuando el pueblo sigue sus mandamientos, sino también cuando Dios realiza prodigios y portentos en favor de su pueblo que causan la admiración de las demás naciones.

Entre otros, hay un texto de Ezequiel, que es significativo a este propósito: «Di a la casa de Israel: “No lo hago por vosotros sino por mi santo nombre, que profanasteis ante las naciones a las que llegasteis. Santificaré mi gran nombre, profanado entre las naciones…”». Se está refiriendo a la liberación del destierro babilónico, pero la visión profética continúa proyectándose a una acción sobrenatural de Dios, que transforma radicalmente a su pueblo. «Y rociaré sobre vosotros agua pura y os purificaré de todas vuestras inmundicias… y os daré un corazón nuevo e infundiré en vuestro interior un espíritu renovado, y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra y os daré un corazón de carne. E infundiré mi espíritu en vuestro interior… Y constituiréis mi pueblo y Yo seré vuestro Dios» (Ezeq 36, 22-28).

Se trata de una intervención especial de Dios, que no se agota en la liberación del destierro, sino que se proyecta hacia los tiempos mesiánicos. Más aún, esa intervención ya no es simplemente sobre el pueblo de Israel, porque la literatura bíblica, sobre todo a partir del destierro, rompe el estrecho nacionalismo judío y se abre al universalismo. Esta intervención grandiosa de Dios se realiza en la venida del Mesías y su Reino, que una vez que se ha introducido en el mundo sigue realizándose hasta la consumación de los siglos.

Todavía «podríamos concretar más y decir que esta intervención divina tiene su punto culminante en la muerte y resurrección de Cristo, a la cual van incorporándose los fieles para hacer el holocausto grandioso en los cielos en la liturgia eterna» (Alonso, 1954, p. 43). En suma, a la luz de estas explicaciones, en esta primera petición se pide también que, por el honor de su santo nombre, despliegue la fuerza poderosa de su misericordia sobre todos nosotros, para que cada día vivamos mejor la muerte y resurrección de su Hijo, a fin de poder ofrecernos por Cristo y en Cristo ya aquí y un día definitivamente en el cielo.