Colaboraciones
La vida, el regalo más grande que Dios nos ha dado
23 mayo, 2025 | Javier Úbeda Ibáñez
Erich Fromm.
Müller-May / Rainer Funk
El filósofo humanista y psicólogo social de origen judío Erich Fromm establece que el sentido de la vida no es más que el acto de existir en uno mismo. De la manera en la que vivimos cada hora, día, mes y año, fundamenta la razón de nuestra existencia y nos permite vivir en plenitud. ¿Qué significa lo anterior?
Vivir en plenitud es una toma de conciencia sobre quiénes somos.
Se trata de un proceso. Un logro diario de sentir la fortaleza necesaria para enfrentar las diferentes situaciones que se van presentando en el día a día de nuestra vida. A sentirnos completos, realizados, en equilibrio con nosotros mismos y con la vida. Se trata de la diferencia entre una existencia basada en la alerta, la carencia, la lucha y el evitar a toda costa el daño «supervivencia» y una vida que busca el crecimiento, el vivir sin miedo.
Varios especialistas de la materia opinan que esta dimensión llega en una etapa determinada del ciclo vital. Entre los años 50 y 60, cuando el ser humano alcanza un mayor grado de bienestar psicológico. Otros estudiosos, al contrario, establecen que la edad no tiene nada que ver, debido a que ciertas personas alcanzan este desarrollo personal antes o después de este rango de tiempo y otras jamás lo consiguen.
Para lograr una vida plena, es necesario tomar conciencia de las habilidades innatas que nos caracterizan: sabiduría y conocimiento (creatividad, curiosidad, apertura menta, amor por aprender y perspectiva y sabiduría); coraje (valentía, persistencia, integridad, vitalidad); humanidad (amor, amabilidad, inteligencia social); justicia (participación ciudadano responsabilidad social, lealtad y trabajo en equipo, justicia y liderazgo); templanza (perdón y piedad, humildad y honestidad, prudencia, autocontrol), y trascendencia (excelencia, gratitud, esperanza, humor y jovialidad, espiritualidad y sentido de propósito). Esto es poner conciencia en nuestro mundo interno.
También es necesario bajar la intensidad de nuestros miedos; a que nos juzguen, a que nos hagan daño, al fracaso, a la incertidumbre… la lista es interminable.
Es muy importante vivir el presente. Que nuestro propósito sea sacar el máximo partido del hoy, del aquí y del ahora.
Ineludible es tener en cuenta que la incertidumbre es parte de la vida y asumir que no podemos controlar todo. No pretendamos dar una solución perfecta a todas las situaciones que se van presentando.
Asumir una actitud más creativa y constructiva; darnos la libertad de pensamiento y acción para intentar cosas nuevas.
Debemos aceptar que la vida es el regalo más grande que Dios nos ha dado, y por ello tenemos la obligación de apreciarla y vivirla en y con plenitud. La vida es un don maravilloso, extraordinario, sagrado, confiado a nuestra responsabilidad y custodia amorosa.
El hombre debe convencerse de que ya no puede vivir de sí mismo, de sus propias obras, de sus propios bienes; es necesario que lo deje todo para seguir al Señor, porque Él es la vida plena, el amor verdadero y la riqueza auténtica.
«Cada uno de los mandamientos es como esa puerta que el Padre celeste ha abierto para conducirnos a la vida verdadera, dejando que Jesús nos tome de la mano y nos ayude a atravesarla» (Papa Francisco, Vatican.va/ 13 de junio de 2018).
«Pidamos a la Virgen María que obtenga para nosotros la gracia de volver a descubrir y revivir los diez mandamientos como un camino de amor que nos llevará a la vida verdadera, que es Cristo» (Papa Francisco, Vatican.va/ 13 de junio de 2018).
Siempre me quedo sorprendido ante las palabras del evangelista Juan: «Dios ha venido a traeros vida abundante».
No sé cómo no entramos en esta dinámica de llevar una vida plena y dignificada mediante la unión con él. En el fondo, no cabe duda, es porque nos olvidamos de lo esencial para ir a lo superficial.
Si se observa a la gente hay quienes van por la bella vida, viviéndola a un 1% y otros, sin embargo, al 100%.
Pensamos que es cuestión de sensibilidad ante los problemas existenciales.
Hay gente que vive la vida sin enterarse. Esos no viven, sino que vegetan. Y hay gente, por el contrario, que vive en plenitud su ser humano. Y esos —valga la expresión— viven como Dios.
Dios no ha venido a destruir la vida humana sino a planificarla de sentido.
La virtud, un camino hacia la plenitud.
La virtud, ese arte de vivir bien, nos invita a una vida de fuerza, valentía y disciplina. Es un camino que requiere esfuerzo y, a veces, sufrimiento, pero que promete una germinación de carácter y espíritu.
La virtus latina y la aretè griega no sólo destacaban la capacidad de una persona para ser fuerte y valiente, sino también su habilidad para destacar por su excelencia moral. La persona virtuosa es aquella que no se deforma ante las adversidades, sino que permanece fiel a su vocación y alcanza la plenitud de su ser.
Practicar la virtud significa hacer que ciertas disposiciones positivas se vuelvan permanentes en nosotros, transformando así nuestra naturaleza transitoria en una identidad virtuosa y estable.
La práctica de la virtud es un ejercicio que requiere tiempo y esfuerzo, similar a una semilla que necesita cuidado y paciencia para germinar. Sin embargo, el resultado de este proceso es una persona que no sólo es fuerte y capaz de autocontrol, sino también alguien que inspira y eleva a los demás a través de su ejemplo.
La verdadera virtud se manifiesta en aquellos que, a pesar de las dificultades, se mantienen fieles a su esencia y propósito. Estas personas no se deforman ante los desafíos, sino que se destacan por su integridad y su capacidad para realizar plenamente su ser.
Los santos, lejos de ser figuras distantes e inalcanzables, son la prueba de que la santidad es la vocación de todo ser humano. Ellos nos muestran que es posible vivir una vida de virtud y alcanzar la plenitud que todos anhelamos.
En un mundo donde la injusticia, la falta de respeto y la hostilidad parecen prevalecer, la práctica de la virtud es más necesaria que nunca. Si todos adoptáramos estas cualidades como norma, el mundo sería un lugar mucho más feliz y armonioso.
El llamado a vivir virtuosamente es un recordatorio de nuestra verdadera forma, de la imagen divina que llevamos dentro. En tiempos de crisis y deformación moral, es esencial volver a descubrir y practicar las virtudes que nos hacen plenamente humanos y reflejan nuestra naturaleza divina.
«Para ser plenos, para tener una vida renovada, hay una respuesta. Es una respuesta que no se vende, es una respuesta que no se compra. No es una cosa, no es un objeto. Es una persona y está viva, se llama Jesucristo» (Papa Francisco en Cracovia).
Hoy es el día más importante de tu vida. Por eso, aprovéchalo bien para hacer algo útil y hacer felices a los demás. Aléjate del síndrome de hacer sólo «lo estrictamente necesario», es decir, lo mínimo indispensable. Eso es sólo para los flojos, pero tú eres un hijo de Dios y debes emplearte a fondo y esforzarte al máximo. No dejes para mañana lo que puedes hacer hoy. No vayas postergando las decisiones indefinidamente. Aprovecha bien el tiempo y no lo desperdicies, porque el tiempo es oro. Es más grave perder el tiempo que el dinero. El dinero lo puedes recuperar, pero el tiempo nunca volverá. Hoy es el primer día del resto de tu vida, vívelo con entusiasmo y escribe la mejor página del libro de tu vida.
Tú debes ser hijo de Dios a tiempo completo y para siempre. Vivir en cada momento conforme a tu categoría «real». Como aquel hombre que vino un día a visitarme y me enseñó su tarjeta de visita. Decía: «N.N.N. hijo de Dios». En lugar de poner su título y su profesión, sólo decía «hijo de Dios», porque es la mayor categoría que un hombre, por pobre que sea, puede poseer.
Sí, tú eres hijo de Dios y eres tan importante para Él que tiene todo su tiempo exclusivamente para ti. A cualquier hora del día o de la noche que lo llames está pendiente de ti y no necesitas hacer colas ni citas especiales ni pagar entrada. Él es tu Padre y te recibe sin hacerte esperar. Incluso, antes de que lo llames ya te está esperando, sobre todo, en la Eucaristía. Acude allí a visitarlo y a conversar con Él todos los días. Háblale y dile que te dé la paz que necesitas para aquietar tu espíritu, lleno de tantas preocupaciones de la vida diaria.
A menudo nos encontramos con personas que no están contentas con su estilo de vida, y viven quejándose y murmurando de todo, y por tal situación no le encuentran el sabor ni el rumbo que esta vida tiene y que debe tener. Viven amargados y desconcertados, deprimidos y cabizbajos, victimizándose siempre por todo; sin darse cuenta de que la vida es el regalo más grande que Dios nos ha dado, y por ello tenemos la obligación de apreciarla y vivirla con plenitud. Es el don por el cual nos ha llamado de la no existencia a la existencia humana en este mundo. ¡Don maravilloso y extraordinario, realidad «sagrada» que ha sido confiada a nuestra responsabilidad y, por tanto, a nuestra custodia amorosa! ¡Ama la vida! ¡Ama vivir!
Solamente siguiendo los pasos del Señor Jesús, aprenderemos que la vida sólo adquiere sentido cuando se está con Él, cuando se le acepta como dueño de nuestro ser, solamente entonces entenderemos que, vida, conlleva la pedagogía de la alegría y del dolor, que solamente cuando entendamos que esto no significa ausencia de Dios sino crecimiento divino, entonces podremos vivir en plenitud.