Colaboraciones
Sincretismo religioso. Los Padres Jacques Dupuis y Anthony de Mello (y II)
27 mayo, 2025 | Javier Úbeda Ibáñez
El P. Jacques Dupuis continúa la teología de Rahner (teólogo católico alemán, 1904-1984) en una línea muy precisa que es la del acercamiento a las religiones no cristianas, aunque para eso tenga que destruir el catolicismo. Afirma, por ejemplo, que el Espíritu Santo ha inspirado también a las que denomina «sagradas escrituras no bíblicas». En coherencia con esta teoría, es normal que sus alumnos hayan promovido las liturgias donde se toman lecturas de dichas «sagradas escrituras no bíblicas». Realmente es un problema porque si afirman esto, no hay más remedio que aceptar que Dios se contradice pues en los libros bíblicos habla, por ejemplo, de resurrección de los muertos y que después de la muerte hay un juicio (así lo afirma el Nuevo Testamento en Hebreos 9, 27 y el Catecismo de la Iglesia católica, 1021 y 1022), y en los libros hindúes el mismo Espíritu Santo aceptaría que hay reencarnación.
El concepto de Evangelización del P. Dupuis es muy curioso y, por supuesto, no tiene nada que ver con lo que dice el Papa Juan Pablo II en la carta encíclica Redemptoris Missio. Para Dupuis, el diálogo interreligioso es evangelización (es decir, un hindú entrega el Evangelio —que es la Buena Nueva de Jesucristo— a un cristiano). Dice que Jesucristo es universal y pertenece a todas las religiones.
Todas las religiones, según Dupuis, son cristianas, lo único que las separa es la Iglesia (pág. 347 de su libro Jésus Christ a la reencontré des religions). Por tanto, la Iglesia fundada por Jesucristo es sólo un obstáculo que hay que destruir para acercar a todas las religiones (siempre aparecen la nueva ola de religiosos que quieren destruir la Iglesia). E. P. Dupuis fue un gran amante de los teólogos de la liberación latinoamericanos, especialmente de la cristología del jesuita Juan Luis Segundo, la eclesiología del exsacerdote Leonardo Boff y la espiritualidad del ya arrepentido Gustavo Gutiérrez.
El P. Dupuis también fue promotor del yoga y del hinduismo dentro de Milán, la antigua diócesis del también jesuita Cardenal Martini. No es un caso aislado. Entre muchos sacerdotes de esta línea sobresalía el padre Enomiya Lasalle (a quien alude Hans Urs Von Baltasar en su libro Puntos centrales de la fe, BAC, 1985, pág. 337, nota 4). Defienden y justifican la posibilidad de un intercambio de contenidos con la religión Zen y llegan a considerar que en la vida cristiana se puede dar ese mismo sobrecogimiento de lo personal en lo apersonal, típico de la religión Zen, pero que es incompatible con la doctrina cristiana.
En el cristianismo existe un lugar para cada cosa, y saber distinguir entre lo esencial y lo accesorio evitará conflictos inútiles y permitirá testimoniar el centro del mensaje evangélico: el Amor.
El problema de fondo: el indiferentismo religioso.
Más allá de sus diferencias, sería lo mismo creer en una religión o en otra, practicar una u otra diferente, ya que todas ellas conseguirían el mismo objetivo: «todas llevan a Dios».
La única manera de que todas las religiones fueran lo mismo es que todas ellas fuesen falsas.
Sólo se puede afirmar que todas las religiones son lo mismo desde algunas posiciones ideológicas:
-El ateísmo dirá que todas son igualmente falsas.
- El agnosticismo afirmará que ninguna tiene el menor fundamento.
- El indiferentismo sólo considerará una cierta utilidad psicológica a la religión (paz interior, sentido de trascendencia, cierta fraternidad, etc.), que podría conseguirse con cualquiera de ellas (lo que supondría que la religión no fuera un camino hacia Dios, sino una medicina que el hombre se da a sí mismo para resolver sus ansias de infinito).
Quien acepte que Dios existe y que tiene un proyecto cognoscible para el hombre —cualquiera sea la religión que profese— nunca podrá aceptar la afirmación de que todas las religiones sean lo mismo.
Las diferentes religiones son distintas, ya que si no se diferenciaran entre sí serían la misma religión. De manera que las distintas religiones no son lo mismo.
Y a la pregunta de por qué no todas las religiones son lo mismo, habría que responder sencillamente, ¡precisamente porque son diferentes!
Si concebimos la religión como un encuentro entre Dios y el hombre, en el cual Dios tiene la iniciativa, se ha mostrado al hombre y enseñado un camino de salvación, nos interesa mucho saber cuál es la verdadera.
Porque verdadera sólo puede haber una religión.
Aquella que Dios ha revelado. No puede haber varias religiones distintas igualmente verdaderas por el principio de no contradicción: dos afirmaciones contrarias no pueden ser al mismo tiempo ambas verdaderas, en el mismo sentido. Si una es verdadera, la otra no lo será.
Hay religiones más cercanas a la verdad y otras menos cercanas.
No son todas lo mismo. Las hay más serias y menos serias, más profundas y más superficiales, más espirituales y más terrenales, trascendentes o inmanentes...
Unas más concordes a la dignidad de la persona humana (obviamente una religión que propugnara sacrificios humanos no sería aceptable racionalmente), y otras menos.
Religión verdadera sólo puede haber una que haya sido revelada por Dios mismo.
Sólo Dios puede decirnos con precisión quién es y qué quiere de nosotros. Una religión no revelada por Dios, no pasará de ser un buen intento del hombre por acercarse al Creador: algo muy valioso, pero que resultará muy pobre si consideramos la infinita distancia que nos separa de Dios, distancia que el hombre no puede recorrer por sus propios medios.
Si Dios existe y crea seres racionales —como somos nosotros—, no parece razonable que no nos haga conocer cómo llegar hasta Él: que se quede mirándonos mientras nos equivocamos tratando de encontrar el camino.
Si Dios existe, lo razonable es que exista una sola religión verdadera.
Si la religión sirve para hacernos entrar en comunión con Dios y brindarnos la salvación —que de eso se trata—, es obvio que nos interesa mucho encontrar el camino que realmente lo realiza.
Se cae en sincretismo cuando a las fiestas cristianas, configurantes de la cultura, se les añaden matices de otras religiones como buscando su fusión; es sincretismo buscar, en la doctrina de otras religiones, una explicación al misterio cristiano logrando el desconcierto más que la verdad.
En la encíclica del Papa Benedicto XVI, Caritas in veritate (2009), se aborda un tema de gran importancia: el peligro del sincretismo religioso en el contexto de la globalización, que llevaría a las personas a alejarse entre sí y a apartarse de la realidad.