Colaboraciones

 

Sin sacerdotes no hay Iglesia, no hay Eucaristía

 

 

 

22 junio, 2025 | Javier Úbeda Ibáñez


 

 

 

 

 

En diversos lugares se está suscitando un clamor dentro de la Iglesia de España en torno a los pueblos en los que no se celebra Misa los domingos, sino una acción litúrgica con administración de la Comunión. Causa, la escasez de sacerdotes.

Monseñor Demetrio Fernández (Obispo de Córdoba) resaltó la necesidad de sacerdotes ordenados por el sacramento del orden porque «sin sacerdotes no hay Iglesia, no hay Eucaristía».

Según el Catecismo de la Iglesia Católica, «la Eucaristía es el memorial de la Pascua de Cristo, la actualización y la ofrenda sacramental de su único sacrificio, en la liturgia de la Iglesia que es su Cuerpo» (CIC 1362).

«La Eucaristía es el Banquete Pascual porque Cristo, realizando sacramentalmente su Pascua [el paso de este mundo al Padre a través de su pasión, muerte, resurrección y ascensión gloriosa], nos entrega su Cuerpo y su Sangre, ofrecidos como comida y bebida, y nos une con Él y entre nosotros en su sacrificio» (Compendio, 287).

«La Misa es, a la vez e inseparablemente, el memorial sacrificial en que se perpetúa el sacrificio de la cruz, y el banquete sagrado de la comunión en el Cuerpo y la Sangre del Señor. Pero la celebración del sacrificio eucarístico está totalmente orientada hacia la unión íntima de los fieles con Cristo por medio de la comunión. Comulgar es recibir a Cristo mismo que se ofrece por nosotros» (Catecismo 1382).

Según el Código de Derecho Canónico:

900 § 1. Sólo el sacerdote válidamente ordenado es ministro capaz de confeccionar el sacramento de la Eucaristía, actuando en la persona de Cristo.

907 En la celebración eucarística, no se permite a los diáconos ni a los laicos decir las oraciones, sobre todo la plegaria eucarística, ni realizar aquellas acciones que son propias del sacerdote celebrante.

El ministro necesario para una consagración válida es cualquier hombre ordenado obispo o sacerdote. Los diáconos y los laicos no son celebrantes válidos, ni tampoco aquellos que tienen órdenes sagradas episcopales o sacerdotales inválidas. Dado que las órdenes sagradas sólo pueden conferirse a varones bautizados, las mujeres que han pasado por una ordenación putativa no son ordenadas y no pueden confeccionar la Eucaristía.

Nos dice el Código de Derecho Canónico, siguiendo en esto la enseñanza de Nuestro Señor Jesucristo, transmitida a nosotros por los apóstoles, que quien puede celebrar la Santa Misa es el clérigo, sacerdote, que esté válidamente ordenado y que no se lo prohíba ninguna pena canónica impuesta por la Iglesia.

Si yo, sacerdote, estoy en pecado mortal, estoy apartado de Dios, y yo celebro, yo cometo un sacrilegio, pero es válida la celebración de la Misa, y esa Misa hace un bien muy grande a los que están presentes, a los que reciben la comunión, aunque yo esté cometiendo un pecado.

Donde el sacerdote no puede celebrar la Misa, no puede llevar la comunión, a veces se autoriza a algunos laicos para que puedan hacer la celebración de la Palabra, pero sin Misa, claro, sin consagración.

Nos estamos acostumbrando a una Iglesia sin sacerdotes. Y, en consecuencia, sin sacramentos, especialmente penitencia y eucaristía. ¿Se imaginan? Pues ese es el peligro. Que nos acostumbren, que nos acostumbremos, a una Iglesia sin sacerdotes.

Sin sacerdotes no hay Eucaristía ni perdón sacramental de los pecados, ni acompañamiento a tantas personas que buscan esa presencia de Cristo a su lado.