Oído Cocina

CUIDADOS AL TURISMO

 

Miguel del Río | 21.08.2016


 

Es una somera idiotez preguntarse a estas alturas de la película lo que supone el turismo para nosotros, y la gran dependencia económica que tenemos de él. El turismo hay que cuidarlo, mejor dicho, mimarlo, y en la medida que se goza de su confianza avanzar en todas las mejoras posibles para abarcar más y mejor los gustos y necesidades que demanda lo que ya se denomina el nuevo turismo. Parecería que voy a aludir a la cultura, la gastronomía y el ocio. Pues no; habrá más ocasiones de abordar estos aspectos, porque a lo que me refiero en esta ocasión con lo de cuidados al turismo es al inmejorable trato, educado siempre, que se debe dispensar a los turistas, y mucho más en todo lo referido a la hostelería.

Me mosquea conocer detalles sobre malas caras a la hora de servir en una terraza veraniega o contestaciones que no vienen a cuento cuando se entra en una tienda, se mira el género y a lo mejor se compra, o no. En ciertos círculos hay que desterrar aún ese rancio y caduco comportamiento que promueve que el turismo molesta. No, el turismo no molesta; el turismo es una riqueza impresionante para este país, sus regiones, municipios, ciudades y pueblos. Y hay que tratarlo, siempre, como tal. Tampoco estoy exigiendo a rajatabla algo excesivamente riguroso como que el cliente siempre tiene razón. Jamás entenderé (ni lo pretendo) que alguien que trabaja de cara al público sea un triste, un hosco siempre malhumorado, y expulse por su boca malos modos cuando se requiere de sus servicios, caso por ejemplo de un camarero. Todos estos, y hay muchos, no harían carrera como relaciones públicas. Reeducarles no es tarea fácil; denunciar que esto aún pasa, si lo es. Con ciertos trabajos, y estar detrás de un mostrador es tarea tan importante como la que más, han de ir siempre acompañados de una sonrisa en la cara, el buen tono, las buenas maneras, y desvivirse si es necesario para dar toda la información que un foráneo solicita en un momento dado. No hacerlo así es poner en cuestión nuestro gran prestigio dentro del turismo nacional e internacional y, lo que es peor, que los turistas de hoy repitan visita y estancia el día de mañana. Sencillamente, no nos lo podemos permitir, y hay que ser muy exigentes con la profesionalidad que requiere trabajar en un hotel, en un restaurante, una terraza o un servicio turístico concreto. Una sonrisa y atender bien es siempre mejor apuesta que hacer tanto corrillo indiscreto sobre lo agotadora que es la jornada laboral o si toca trabajar en fin de semana.

 

Miguel del Río