Oído Cocina

EN 2017, RESPETO

 

Miguel del Río | 25.12.2016


 

Cuando una sociedad habla mucho de falta de valores y apela continuamente al respeto como la exigencia mínima de toda relación, es que algo falla. Hasta la interpretación del Mesias de Handel se puede ver inmersa en una polémica por el comportamiento incívico de un espectador al que le suena insistentemente el móvil. Y puede ocurrir como consecuencia que un director de orquesta, Willian Christie, mande parar a la orquesta para decirle al público, y en concreto, a este cateto, que se acaban de cargar uno de los pasajes más hermosos del Mesias. Se podría tomar como una anécdota más de las que acontecen a lo largo de la vida, pero yo no lo veo así.

Hay tres cuestiones que nos sitúan mejor o peor dentro de una convivencia. Como he introducido ya, la primera es el respeto. Le sigue la tolerancia, y acaba con la educación, que no es esa que delata la preparación de una persona sino la elemental de andar por la calle, saludar a quien se conoce, asistir a quien lo necesita, y ceder el paso a quien por razones de edad es merecedor de este detalle. La experiencia sobre cualquier asunto puede resultar muy traicionera, porque lo mismo te añade valor que te lo resta. Este es un país sabelotodo, donde aparecen de habitual muchos personajes que dicen saber sobre todo y luego resulta que no saben de nada. Repito: es la educación la que marca la auténtica distancia, y también es el mejor antídoto sobre aspectos preocupantes como la falta de urbanidad, la intolerancia, el machismo, el sexismo, las agresiones ideológicas y religiosas o el insulto generalizado ante todo y ante todos.

Que un móvil interrumpa mientras suenan los bellos acordes del Mesías dice también de los malos tiempos que vivimos. Se habla de un tal Informe Pisa para calibrar la educación de un país en lectura, matemáticas o ciencias, y también da pena que lo ensalcemos como suficiente para estar bien educado. Nada más lejos de Hendel, y nada más lejos a los muchos desplantes al civismo correcto que vemos de habitual. No hay reglas para los majaderos, pero me voy a atrever a dar algunas. A quien no saluda nunca, no deje usted hacerlo. A quien sin conocerte te habla con exabruptos, exigirle inmediatamente respeto. Y nunca huir de reconducir el comportamiento de todo niño o joven que no sabe ni quiere tratar a sus mayores con la debida deferencia.

 

Miguel del Río