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HOMENAJE AL PERIODISMO CONCIENZUDO

 

 

Miguel del Río | 12.03.2019


 

 

La ética y los valores esenciales de convivencia dan impulso al buen periodismo que ahora escasea. También están los periodistas, su formación personal y trayectoria, que sirvan de referente a los jóvenes profesionales que vienen a continuación. La sociedad de Cantabria acaba de dar un homenaje a un buen periodista y mejor persona, Gervasio Portilla.

 Con motivo de analizar el momento tan malo por el que atraviesa el periodismo en general, y España destaca sobremanera, en cierta ocasión escribí que la crisis económica sirvió también para desenmascarar aún más a los enemigos tradicionales de la libertad de prensa, muchos de los cuales lo hacen desde el cargo político para el que han sido elegidos, como es el claro ejemplo actual de Donald Trump o Vladímir Putin. Apelé al mismo tiempo a que hay que ir en auxilio del periodismo profesional, ético, riguroso, y por el que debe velar mucho mejor de lo que lo hacen las organizaciones dentro de las cuales nos agrupamos los periodistas.

Viene a cuento este recuerdo porque acabo de asistir a un homenaje ofrecido a un periodista todoterreno, un buen referente para otros periodistas como es Gervasio Portilla. Él pertenece a una generación profesional que puso las bases de lo que es hoy el periodismo especializado, que se explica con la información política, económica, cultural o deportiva, entre otras.

Cada vez que se enumera alguna enfermedad social, como puede ser el machismo, el sexismo, racismo o discriminación de cualquier tipo, se acude siempre a la misma cura: la educación. Y dentro de esta educación de base entran de lleno los medios de comunicación, y los periodistas que hay al frente de ellos, por la gran responsabilidad que se ostenta en busca de un información veraz, democrática, social y comprometida con todo lo que nos preocupa, desde el paro, al buen gobierno, desde la sanidad al medio ambiente.

El periodista, escritor, historiador, ensayista y poeta Ryszard Kapu?ci?ski ha pasado a la posteridad por decir aquello de que para ser un buen periodista, primero hay que ser una buena persona. También lo creo. En el recuerdo que tengo de los mejores periodistas (Gervasio es uno de ellos), enseguida se denota esa bondad y humildad que tienen los más grandes, aunque no se les reconozca de habitual. La prensa, la radio y la televisión que vivimos hoy compite dentro de una extravagancia e irresponsabilidad desmedidas, lo que hace que muchas veces los lectores, radioyentes y televidentes nos preguntemos el trasfondo de determinadas noticias, que no es otro que la manipulación informativa. De la mentira, la exageración, el amarillismo o la publicidad encubierta hemos llegado a las “fake news” o noticias falsas. Estas últimas son un golpe si cabe más duro contra el periodismo serio, junto a unas redes sociales que van de periodísticas, y que influyen decisivamente en las cabeceras de prensa de siempre.

Cuando somos noticia, en los medios muchas veces no pasamos la prueba del algodón. Actualmente estamos digiriendo la historia de Claas Relotius, el periodista alemán que inventaba reportajes en la revista Der Spiegel. Del éxito de sus reportajes, más los premios recibidos por algunos de ellos, se ha pasado a que mentía en sus noticias, e incluso inventaba historias y personajes. No sé cómo, pero sino reforzamos la ética dentro de la profesión de informar y comunicar, llegará un momento en que no tengamos ninguna credibilidad. De estar en lo más alto de las valoraciones ciudadanas hacia nuestro trabajo, hoy nos encontramos en la cola, pero no hacemos nada al respecto. La historia del periodismo se basa en grandes investigaciones que salieron a la luz (Caso Watergate), y de las nefastas consecuencias que tuvieron para sus responsables, fueran presidentes, líderes, magnates o multinacionales. No solo puede sonar a bonitas palabras que la información y los profesionales que la escriben o cuentan a través de un micrófono o una cámara de televisión, deben guardar las suficientes distancias con el poder político y económico, como para no verse paralizados a la hora de contar la verdad. Llegado este instante, quiero recordar otra cosa que dijo Kapuscinski: “El trabajo de los periodistas no consiste en pisar las cucarachas, sino en prender la luz, para que la gente vea cómo las cucarachas corren a ocultarse”. Por eso muchos asuntos turbios esperan aún respuestas convincentes. Y muchas cuestiones han de ser analizadas, para sacar a la luz quién las impulsa y con qué fin. Y, sobre todo, los ciudadanos han de seguir viendo siempre en la prensa el medio más eficaz para aflorar los casos de corrupción o las injusticias que se cometan desde el poder, la banca o las influencias negativas que se ejerzan desde cualquier ámbito político, económico o social. Lo último que he hecho ha sido acudir a un homenaje de un periodista concienzudo, y ver como sus convecinos le han agradecido su labor de toda una vida. Hacer periodismo, nada más. Gracias Gervasio Portilla.

 

Miguel del Río