Oído Cocina

 

CARTA A QUIEN DECIDE LAS RECESIONES

 

 

Miguel del Río | 09.04.2019


 

 

No dejo de toparme con amigos y conocidos que me inciden en que las cosas no están tan bien como dicen. Se refieren por supuesto a la economía, a dejar atrás del todo la crisis y sus consecuencias, y no entrar en una nueva e inexplicable recesión. Quienes deciden estas recesiones, como el FMI, saben que su principal consecuencia es el empobrecimiento de los trabajadores.

Cada vez que un portavoz autorizado del FMI, el Fondo Monetario Internacional, ofrece datos negativos, sean ciertos o no, sobre la economía mundial, es para ponerse a temblar. Los hombres de negro, como se les bautizó en los perores días de la última gran crisis económica declarada, son los que mandan. La cosa empieza por un mensaje que se propaga (de propaganda), como ocurre en la actualidad. Este mensaje hace que nos preguntemos si la cosa va tan bien como se dice o, muy al contrario, estamos a punto de poner nuevamente la marcha atrás en el crecimiento de los países, que a fin de cuentas son los que hacen visible esa buena o mala situación de sus ciudadanos.

A nada que escuches a algún mediático economista (José María Gay de Liébana, Daniel Lacalle, José Carlos Diez…) se te ponen los pelos como escarpias. España, sin ir más lejos. ¿Cómo entender que vayamos bien, si la deuda está desbocada y hasta para pagar las pensiones de los jubilados el Gobierno de turno tiene que pedir un nuevo crédito para hacerlas frente? Esto, en las economías domésticas, se le conoce como estar tieso, sin posibilidad alguna de remontar vuelo, ya que siempre vas a deber más de lo que ingresas.

En fin, que el run run de la recesión vuelve a estar en las conversaciones de café y en las sentadas al sol de los mayores en los parques públicos, que son además quienes se las saben todas por la experiencia que dan los años vividos. Otra cosa que tienen los tozudos datos económicos es que nadie quiere reconocer nada, dependiendo de la posición social que se ocupe, bien sea dentro de los Gobiernos, las grandes corporaciones industriales y empresariales o los sindicatos encargados de velar porque la economía sea todo lo social posible. Una noche te acuestas con normalidad, y al día siguiente te levantas en recesión. Lo ha decretado el FMI, la Comisión Europea, el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional, a la que se une toda la banca internacional, y no hay más que hablar. Pues sí, debiera de hablarse mucho más, para no perjudicar a los de siempre, como se hizo en la reciente crisis. Pagaron el pato los trabajadores, los autónomos, los empleados en general, con despidos masivos, y con la imposición de una reforma laboral, que avergüenza a quien es sometido a la misma, ya que todo son deberes y escasos los derechos, como antes tuvimos otros. No se habla ni se escribe casi nada de las dramáticas consecuencias que acarrearon todos esos años malos de la economía española, ya que la europea no lo fue tanto, caso de Francia, Alemania, Inglaterra, Bélgica, Holanda, etcétera. Pagaron el pato los países del sur, porque eran muy gastadores y vividores, se decía desde algún malicioso despacho en Bruselas, sede de las principales instituciones europeas.

¿Qué se dirá esta vez si se produce una nueva recesión?, ¿A qué o a quién se echará la culpa? Nada se dice del auténtico trasfondo generador de estas depresiones económicas. El de abajo cada vez gana menos y el de arriba no para de amasar fortuna. Es así, no crean que me limito tan solo a volver a contar el por qué actual de la riqueza y de la pobreza. Se ha ahondado terriblemente en la brecha de las diferencias. Y aún no se ha tocado fondo. Baste hacer hincapié en lo que le ofrecen hoy a un joven para contratarle en una empresa. Con la palabra precariedad nos quedamos muy cortos. Nos acercamos más a la verdad con el término explotación. Parece increíble que vivamos tan penosos tiempos laborales, y que desde los despachos de los grandes centros financieros se prepare una nueva vuelta de tuerca que ahonde más en el desequilibrio entre los que tienen dinero y los que no. Dice el refrán que cuando el río suena, agua lleva. Veremos. Nadie creímos, yo el primero, que en España se podía quitar la paga extra de Navidad a los funcionarios, y así ocurrió. La carta dirigida a quienes promueven las recesiones, en su propio beneficio, parece no llegar nunca a sus destinatarios. El por qué hay que buscarlo en que quienes realmente pueden escribirla, el poder político, lo hace desde la debilidad.

 

Miguel del Río