Etapas en la epidemia del Covid hasta llegar a reconocer los errores

 

 

Miguel del Río | 26.04.2020


 

 

Harto difícil se hace encontrar similares discursos en primeros ministros sobre la gestión del coronavirus. Europa es el ejemplo más lamentable, y eso que los países se denominan socios. Antes y después del virus, el mundo ya desprendía más desunión que otra cosa. Aún se aprecia hoy en momento tan grave para la humanidad, como para no decir las cosas claras, reconocer errores y pedir perdón si es necesario.

 

La crisis económica que se inicio en el 2008 me acercó a las opiniones de Michel Onfray, un filósofo francés que no deja, por sus contundentes afirmaciones, indiferente a nadie (“Freud debiera haber optado al premio Nobel, pero de Literatura”). He rebuscado en alguno de sus artículos,  y encuentro uno en el que reivindica a Epicuro de Samos, ya que, al igual que el filósofo griego de la Antigüedad, Onfray piensa que buscar salidas a las crisis no es tarea de ningún salvador exterior, sino de cada uno de nosotros. Encuentro semejanza con aquello del presidente Kennedy relativo ano preguntar lo que puede hacer el país por uno, sino lo que puede hacer cada uno por su país. Me atrevo a vaticinar que en los próximos años nos  van a repetir en demasiadas ocasiones ideas o expresiones semejantes. Aunque ya les advierto que con que ocurre en 2020 existe un pero mayúsculo.El Covid-19 va a ser tan devastador que no permite pensar así, porque solo un mundo que funcione como un único bloque podrá devolvernos lentamente a la vida que llegamos a tener, precisamente hasta diciembre de 2019, cuando el virus asomó tan mortalmente por la ciudad china de Wuhan.

Si recuerdan, antes del coronavirus estábamos inmersos en una guerra comercial entre Estos Unidos y China, Reino Unido abandonó la Unión Europea, y muchas miradas se dirigían a Rusia, por la intoxicación en todas partes de la fake news o noticias falsas, bajo la acusación general de querer desestabilizar países, economías y alianzas. Desunión. Había mayormente separación, que volvió a ponerse de manifiesto con los primeros países infectados por el Covid, y también en su propagación mundial, cebándose brutalmente con Italia y España.

Ya en la cuarentena, efectuada de manera diferente según el país del que se trate, se hacían diferentes llamadas a la intervención de la ONU, un mayor protagonismo de la OMS, con la petición nunca atendida de crear un comité científico internacional, que actuara como voz única ante todo lo que estaba pasando, unido al parón casi total de economías que hasta la irrupción del coronavirus eran prósperas. Todas estas llamadas cayeron en saco roto. Sobre el Covid, el discurso de Pedro Sánchez (España) era uno, otro el de Giussepe Conte (Italia), distinto el de Angela Merkel (Alemania),  disparatado el de Boris Jhonson (Reino Unido) e incalificable el de Donald Trump, por la parte de Estados Unidos. Empezó desorientado, al igual que los demás, pero hay un líder que ya está en la fase de la pandemia donde reconoce por televisión a sus conciudadanos no estar Francia preparada para lo que venía, y tampoco haber dado en muchos momentos los pasos idóneos para contrarrestar mejor al virus letal y proteger a la población. Hablo de Enmmanuel Macron.

 

“El Covid-19 va a ser tan devastador que solo un mundo que funcione como un solo bloque podrá devolvernos a la vida que llegamos a tener”

 

En todas partes, el coronavirus se contrarresta en el terreno de las decisiones políticas, el potencial de la sanidad pública, la buena o mala gestión en  rápidas decisiones que implican comprar y tener a tiempo mascarillas o test, todo ello tendente a un único propósito: llegar al pico del contagio y de ahí empiece a descender. Sin olvidar jamás a los miles de fallecidos y a sus familias, sobre los que tanto queda por hablar, la imagen resulta fundamental en estos momentos, porque de cómo se hacen a diario las cosas depende el pensar, el creer y opinar en el presente y en el futuro por parte de la opinión pública de los países donde el Covid campa aún a sus anchas.

Con la cifra diaria de muertos (una gran mayoría eran personas mayores), contagiados, y recuperados, el temor se ha apoderado de una sociedad sobrepasada por las fakes, los memes y bulos, casi todo contenidos de  carácter político e ideológico. O con el Gobierno o en contra el Gobierno, arde wasap. Pero estamos en estado de alarma, empiezan a salir un rato diario los niños, y la desescalada de confinamiento de todo lo demás que queda, que no es poco, se vislumbra para el mes de mayo, si todo va bien. A estas alturas, al menos en Europa, el discurso político debería ser claro y reconocer los errores. Creo que no pasa nada por seguir los pasos de  Macron, y que se sepa ningún otro líder lo ha hecho, como esperando siempre a los acontecimientos, y que sean más positivos que negativos. Lo veo un error, porque un drama de las proporciones al que vivimos va a tener una terrible continuidad en el tiempo, sin dar descanso, por todas sus consecuencias, por todas las perdidas, empezando y acabando por las humanas, y por los fallos cometidos, humanos en todo caso, que han podido propiciar otros daños colaterales. Epicuro, que gusta tanto a su discípulo Onfray, defendía la necesidad de tener antes con quién comer, que propiamente buscar algo de comer y beber. Particularmente, no lo veo. De lo que sí estoy convencido es de que la verdad y su transparencia, son la antesala del entendimiento y, seguramente, del perdón.

 

“Con la cifra de muertos, el temor se ha apoderado de una sociedad sobrepasada por bulos, casi todo contenidos de carácter ideológico”

 

 

Miguel del Río