Lo que el confinamiento deja al descubierto del sistema educativo

 

 

Miguel del Río | 07.06.2020


 

 

El Covid mandó a casa a millones de estudiantes españoles, sin Plan B, para que el curso escolar resultara igual de útil mediante la educación online (quien la haya tenido). El sistema educativo es una cosa, porque marca la agenda oficial y pone los medios, y el profesorado otra. Este último ha demostrado que la vocación mueve montañas. Sería bueno escuchar a los educadores, ya que hasta que la enseñanza presencial no mejore atendiendo sus recomendaciones, la formación digital será tan solo un propósito sin base sólida.

 

Aunque en España nos llevemos las manos a la cabeza solo una vez al año con las malas notas que nos da el Informe PISA sobre evaluación internacional del rendimiento de los estudiantes, la educación se empuña en muchas más ocasiones como causa del vacio que hay de comportamientos éticos adecuados, cuando hay que explicar las cosas inexplicables que suceden de habitual en este país. Es evidente que la gestión de la pandemia de coronavirus no se ha quedado al margen, ya que hay opiniones para todo, que lo único que ponen de manifiesto es nuestra incapacidad para trabajar en común, y amortiguar así la tremenda crisis que tenemos ya encima.

Durante la cuarentena, y en este mismo medio, fui a artículo diario tocando todos los palos de lo que sucedía con el Covid-19. Pero he de reconocer que con la educación, las aulas vacías, los alumnos en casa y las supuestas clases, trabajos y exámenes a distancia, todo a través del ordenador, opté porque se fuera acercando más el final de curso, para tener una visión aproximada, que no nítida, de lo que ha ocurrido con este periodo escolar. Digo lo de aproximada y no nítida, porque para evaluar bien este daño colateral del coronavirus debería tener en mis manos un estudio al detalle de cómo ha actuado cada colegio, cada instituto y cada universidad. Puedo tener una intuición, que no es buena, ya que con todos los padres que he hablado, no pocos, muestran más descontento que otra cosa. Las consejerías de educación de las diferentes comunidades autónomas deberían llevar a cabo este análisis antes de (como ocurrirá), hablar de un curso salvado y provechoso, gracias a todos los implicados, gestores políticos, administración,  profesorado, sindicatos, padres y, por supuesto, alumnos.

Un teorema, por ejemplo en matemáticas, es partir de un supuesto (hipótesis) para afirmar una racionalidad (tesis), no evidente por sí misma. Voy a probar con el siguiente ejemplo. Si en España el teletrabajo durante la pandemia ha demostrado lo mucho que nos queda por hacer como país en este campo, cómo podemos entonces hablar de una educación a distancia desde casa, si, uno, nunca antes la habíamos ejercitado y, dos, muchos centros, profesores y alumnos no tienen los medios adecuados, principalmente ordenadores, para impartir y recibir clases y lecciones.

 

“Cómo podemos hablar de educación a distancia, si muchos centros, profesores y alumnos no tienen medios para impartir y recibir clases”

 

Esta evidencia no debe tapar otro hecho consustancial a la educación en España, Cantabria es un ejemplo claro de ello, como es la vocación de los educadores, algo que a su vez lleva a una responsabilidad digna de ser elogiada. Las crisis económicas se ceban siempre con lo público y no va a ser diferente en esta nueva que emprendemos desgraciadamente en  2020, hasta cuando sea. España tiene por delante retos transcendentales, ya que la recesión va a ser amplia en muchos y diversos terrenos. Pero la reconstrucción debe empezar por recuperar a la sanidad, muy tocada, y al sistema educativo, parecido, donde no basta con dotarnos de otra Ley de Educación, acorde a un nuevo Gobierno. Especialmente, deben primar los medios y dotaciones, pagar mejor a nuestros profesores, y unificar de una vez por todas criterios, porque no resultamos competitivos a nivel europeo con una EBAU diferente por comunidad autónoma. Es solo un grave error de muchos más.

No hablo de volver a centralizar la educación. No, no es eso. Lo que mantengo es que hay que hacerla fuerte, útil, con visión de futuro, sin dejar nunca de lado el necesario esfuerzo y dedicación plena por parte del alumnado. Si al tiempo, el sistema educativo español adapta lo presencial a lo digital, mejor que mejor, porque será el resultado de una sociedad tecnológica que avanza con cabeza, responsabilidad y paso firme.

Si en la educación habitual en las aulas, son los profesores los que más demandan que el estudiante deba centrarse en el esfuerzo, la superación y el respeto al docente y las exigencias y metas que establece, ¿cómo se traslada esa visión cuando el alumno está en su casa y ha de cumplir a través de una plataforma educativa? Habría respuestas para todo, según la situación que se ha vivido en cada hogar y durante la cuarentena. Por eso recalco lo de pensar en clave de futuro, porque lo dejado atrás ya no tiene remedio, salvo todas las aportaciones que puedan hacer los docentes tras lo bueno y malo experimentado durante esta pandemia del coronavirus. La enseñanza online no tiene porqué ser negativa o insuficiente, aunque España parte mal de salida, debido a los fallos en que incurre la educación tradicional, que nos pilló antes del Covid en el absurdo debate de menos deberes para los estudiantes. En muchas ocupaciones, teletrabajar es trabajar más, y me atrevo a decir lo mismo de tele-educar. Tengo constancia de ello por las plataformas universitarias, donde la comunicación con el alumnado es continua, y no se para de  pedir y recibir las pruebas para notas programadas en la agenda inicial del curso. Muchos institutos públicos de Cantabria han conseguido con sus estudiantes unos resultados magníficos, fruto de las 3 palabras mágicas para triunfar en la vida: trabajo, trabajo y trabajo.

 

“Muchos institutos de Cantabria han conseguido resultados magníficos, fruto de las 3 palabras mágicas para triunfar: trabajo, trabajo y trabajo”

 

 

Miguel del Río