El dolor que se oculta termina rebrotando

 

 

Miguel del Río | 02.08.2020


 

 

 

 

Pocos parecen tener dudas ya sobre que la información, ante todo visual, acerca de los miles de muertos y contagiados del coronavirus, el dolor de sus familias, no fue en España acertada, ni tampoco útil para que muchos ciudadanos tomaran buen ejemplo para esquivar la pandemia. Demasiados malos comportamientos, con los consiguientes rebrotes, lo demuestran. Pero esto no habría que reprocharlo ahora, si se hubiera hecho antes como es debido, mediante una comunicación cruda y real de todo lo que nos ha pasado, a las puertas de regresar.

 

No sé cuantas veces escribí durante el confinamiento que, sobre todo por las generaciones más jóvenes, había que contar las cosas como son, empezando por mostrar las dolorosas imágenes de los estragos del coronavirus en hospitales, residencias, tanatorios o domicilios. Ahora que pintan bastos por la propagación de los rebrotes del Covid, es opinión afianzada que el Gobierno y los medios de comunicación, en especial las televisiones, debieron de mostrar el dolor, en vez de dulcificar tanto la pandemia como se hizo.

De aquel entonces al momento actual, observamos con especial preocupación el comportamiento de la juventud en sus movidas sociales. Les acusamos de no tener cuidado con el virus al, actuar como si fueran inmunes, pero obviamos lo mal que están informados al respecto desde sus ambientes, sea el educativo y, por supuesto, el familiar. De repente, de un día para otro, les queremos meter en el cuerpo un miedo a los contagios, unido al llamamiento constante a que lleven puestas las mascarillas, y cumplan con la prevención más segura que supone mantener la distancia social.

Cuando hubiera sido más fácil contar ya con una población instruida en las recomendaciones sanitarias, el desmadre ha desembocado en tener que endurecer el mensaje oficial hacia los no cumplidores, con sanciones, hasta llegar a rebajar los horarios del ocio nocturno, poniendo a los negocios de hostelería más al borde del abismo de lo que ya están. El verano pinta tan desastroso, que para otoño y Navidades tendremos, pienso yo, aprendido ya cómo tenemos que ir y actuar por esta nueva sociedad. Aunque mucho de este 2020 se ha perdido en balde, por la improvisación, primero, y la excesiva confianza, después.

 

“Para otoño tendremos aprendido cómo actuar por esta nueva sociedad, aunque 2020 se ha perdido por improvisación y excesiva confianza”

 

En este contexto de nueva normalidad con la intranquilidad en el cuerpo, el nuevo curso escolar es clave en la respuesta formativa frente al coronavirus. Las administraciones educativas, seguramente desbordadas por la situación, no fueron claras  sobre el final del curso anterior, cómo realmente se educó a los alumnos en sus hogares y evaluó más tarde su esfuerzo. En esta nueva ocasión la transparencia debe de ser total, ante el reto de impartir en las aulas una asignatura implícita a la grave situación que vivimos, como es la de la responsabilidad individual en la prevención contra el virus.

Hablamos mucho de los jóvenes, pero son nuestros mayores los que vuelven a preocupar. También en el confinamiento se atisbaba que iban a ser muchos más los miles de muertos, que los mostrados en las cifras oficiales. Solo por esto, creo que es insuficiente el homenaje llevado a cabo en memoria de los fallecidos y de los luchadores de primera línea contra esta pandemia. Cuando uno llega a la autocita, les prometo que no es ir de listo, y sí ejercer de edad, experiencia y madurez. Lo justifico porque no hace tanto escribí, y en estos delicados momentos de aumento de casos Covid quiero insistir en ello, que el mejor homenaje que podemos ofrecer a todas las victimas es evitar precisamente más muertes y contagios, y que este mensaje sea comprendido por la totalidad de la población. Ahora mismo no sucede, y es el problema tan grande que tenemos en España: el peligro en la calle que volvemos a correr, porque hemos recaído en nuestros propios errores.

Me gustaría asegurar que lo podemos hacer mejor, pero voy a dejarlo solo en un deseo. Desde luego, la información veraz, la comunicación fluida, y la divulgación de los casos de coronavirus, como espejo de a lo que nos enfrentamos y del riesgo, son imprescindibles para que este trabajo de prevención en común nos aleje cada vez más del virus, hasta que llegue la tan cacareada vacuna. Sería aconsejable igualmente tomar buena nota de todo lo que se ha hecho mal, que no ha sido poco. Igual que combatieron al coronavirus los héroes sanitarios, y otros tantos trabajadores de muy diversos sectores estratégicos, los ciudadanos debemos implicarnos y participar de esta primera línea que supone pedir y exigir responsabilidad por parte de todos. Ya no valen paños calientes con nada ni con nadie, y se ha visto en el hecho de que el dolor que se trata de ocultar, tarde o temprano, rebrota. Prueba de lo que digo es lo que pasa de nuevo con el descontrol de tantos contagios.

 

“Información veraz y divulgación de los casos de coronavirus como espejo del riesgo, imprescindibles hasta que llegue la cacareada vacuna”

 

 

Miguel del Río