Con más contagios y cuarentenas, nos dicen que lo veamos normal

 

 

Miguel del Río | 06.09.2020


 

 

 

 

 

Si no fuera porque vivir y salir adelante son asuntos muy serios, se dan episodios en que tienes la sensación de que atravesamos tiempos teñidos de mucho surrealismo. La gran ansiedad: nos piden que convivamos con el Coronavirus, con mucho cuidado, pero hay que hacer de todo. ¡Vale! En realidad, con el verano que nos hemos pegado, no parece demasiada exigencia. Pero los Gobiernos lo han de ser a las duras y a las maduras, y no empezar a mirar hacia otro lado en la solución de los problemas, y mucho menos cuando se trata de una pandemia mundial que contagia y mata.

 

Hasta el 2030 y más, serán muchos los libros y películas que se lleven a cabo sobre el coronavirus. Los consumiremos porque somos una civilización peligrosa que se regocija en sus propias desgracias y para guión conocido está que siempre incurrimos en los mismos conflictos que nos definen como esa especie perjudicial: guerras, dictaduras, holocaustos, hambrunas y, ahora, virus exterminador.

Los ejemplos anteriores que cito tienen algo primordial en común: todo ello ha ocurrido en algún momento de nuestra historia, y cuando ha sucedido se ha asumido como si tal cosa por los países, gobernantes y habitantes del momento. Cuando terminaba un conflicto bélico, la firma de la paz estaba plagada de citas referidas a no lo volveremos a hacer, nunca ocurrirá de nuevo, aunque no era verdad. Las guerras se han sucedido desde que el mundo es mundo. Primeramente, fueron más violentas, y luego se suplantaron en mayor medida por el poder en el comercio y las exportaciones, de tal manera que había unos países que producían y crecían de manera vertiginosa, y otros que compraban y se las apañaban como mejor podían para que sus economías facilitaran aquello más básico como comida y agua. La educación y la sanidad siempre han marcado la diferencia entre países ricos y pobres. Hasta que llegó el Covid-19.

Así llegamos a 2020. Las grandes naciones, me refiero a las que cuentan con ingentes recursos, agachan las orejas con el coronavirus, porque se ha llevado por delante sus sistemas de salud, y la recuperación económica, social y sanitaria, tras la vacuna, cuando llegue, va a ser tan descomunal, que algunos la asemejan al después de la Segunda Guerra Mundial.

 

“Las naciones agachan las orejas con el coronavirus, porque se ha llevado sus sistemas sanitarios, y la recuperación va a ser descomunal”

 

En resumen, que hoy por hoy, los Gobiernos no tienen respuesta al Covid, aunque no lo reconocen, ni lo llegarán a hacer, al menos a medio plazo. Nunca habíamos jugado semejante partida dentro del ajedrez geopolítico internacional; no estábamos preparados para ello, y el resultado está siendo el momento calamitoso que vivimos, con un número de muertos y contagiados que crece de manera desbocada y en todas partes. El lenguaje que se hablaba, rutinario, era economía, producir, consumir y ganar dinero e influencia o  poder. Esto del coronavirus se trataba en alguna que otra película de la fábrica de comer el coco que es Hollywood, pero ni siquiera llegaron a ser éxito de taquilla. No obstante, el guión, casi idéntico, se ha reproducido, y el contagio de un virus  de procedencia desconocida circula de aquí para allá, dejando devastación y falta casi total de respuestas efectivas, y especialmente coordinadas, para pararlo.

Este es el relato,  que continúa con el capítulo de la recomendación oficial de que hay que seguir viviendo con normalidad. No hay vacuna, aumentan vertiginosamente los contagios, estamos a las puertas del desconcertante regreso a las aulas de los alumnos, los trabajadores están mayormente en casa con los ERTE que se van a prorrogar, y han nacido ya las cuarentenas selectivas, como la de Santoña, en Cantabria, mientras nos bombardean con que hay que hacer vida normal, como si nada.

La gestión política y sanitaria del coronavirus parece como si hubiera llegado a su fin, y ahora somos nosotros, los ciudadanos, los que ya sabemos lo que tenemos enfrente y qué hacer para no contagiarnos o en caso de hacerlo. Ha habido un confinamiento y un veraneo después en el que hemos pasado de  todo. Lo hemos hecho todo mayormente mal, y ahora es tiempo de volver a nuestras ocupaciones habituales, como si no hubiera pandemia alguna, y tampoco estuviéramos inmersos en semejante crisis sanitaria, que parece no tener final. Los meses venideros nos van a traer muchas noticias, la mayoría malas, y ya poco nos podrá distraer (el fútbol y el cabreo de Messi), cuando nos caiga encima todo lo que viene. Son poquitas las voces que se atreven a hablar claramente de futuro. Aunque los acontecimientos no esperan, y así hay que tomarse la rápida fusión entre bancos como Caixabank y Bankia. Habrá más, mucho más. En realidad, dentro de un sistema en el que la política y la economía van de la mano, se abre camino esta sociedad en la que hay que convivir con el bicho. Albergo serias dudas sobre que la prevención domine este nuevo periodo en nuestras vidas.  El regreso a las escuelas hablará por sí solo, dentro de este mal momento que nos hemos buscado solitos. Solo la férrea voluntad puede hacer parar, algún día, la lista de muertos y la lista de contagiados. Desde luego, esa voluntad, aquí y ahora, yo no la veo claramente.

 

“No hay vacuna, aumentan contagios, han nacido cuarentenas selectivas como la de Santoña, y nos dicen que hay que hacer vida normal”

 

 

Miguel del Río