Es de cortesía (y alegría) decir adiós a Donald Trump

 

 

Miguel del Río | 15.11.2020


 

 

 

 

 

Las relaciones internacionales, el respeto a organismos decisivos, como Naciones Unidas, rechazar el racismo en cualquiera de sus formas o su afición a levantar muros entre países. Son solo algunos de los conflictos que deja la mala gestión de Donald Trump, después de perder las elecciones, no asumirlo, y preferir más la bronca a la diplomacia en todo momento y lugar. Desde el conocimiento de sus muchos seguidores, sin él en la Casa Blanca, creo que el mundo gana.

 

A partir de aquel 20 de enero de 2017 en que Donald Trump jurara el cargo como presidente de los Estados Unidos, se han sucedido mis escritos, en los que dejo patente mi nula empatía hacia cualquier cosa que hiciera el 45 inquilino de la Casa Blanca, que tanto ha desprestigiado. El poder, a través de quienes lo representan, debe mostrarse siempre amable, ejemplarizante, igualitario y respetuoso hacia las culturas, ideas y valores de los demás, virtud de la que el magnate-presidente adolece por completo.

El devenir del siglo XXI habla un lenguaje de crisis económicas constantes,  toxicidad que se extiende perversamente hacia lo político, social, y también de relaciones y equilibrios internacionales que creíamos haber dejado bien atados en el siglo anterior, tan teñido de tragedias y dictadores que las llevaron a cabo. Como está el mundo, para nada es necesario echarle más leña al fuego, y Donald Trump lo hacía permanentemente (lo sigue haciendo al no reconocer que ha perdido las elecciones), preferentemente tuiteando de madrugada.

Dentro e incluso fuera del país se soportaban los continuos desplantes de Trump, digamos que a todos y así nos ahorramos enumerar nada, aunque siempre se deslizaba a su favor lo de crear empleo y defender a las empresas norteamericanas, con esa política de regreso de las fábricas a suelo norteamericano y hacer así totalmente visible el gran lema de su campaña y de de su política, tan representado en la idea-lema de “América para los americanos”. Pronto se vería una Administración Trump metida en escándalos en los que la diferencia racial se erigía como un gran problema de convivencia para la sociedad norteamericana en su conjunto. Era lo que les decía antes, si hemos superado ya problemas, ¿por qué darle las riendas del poder a alguien que nos va a hacer retroceder en derechos que vienen bien al conjunto del mundo? Un mundo que Trump no ha dejado de torpedear, fuera mediante el abandono de EE.UU. de los principales organismos internacionales, fuera negando en todo momento la gravedad de los problemas actuales como el Covid-19, el Calentamiento Global, o superar todos juntos esta nueva crisis económica, que va para largo.

 

“Pronto se vería una Administración Trump metida en escándalos en los que la diferencia racial se erigía como un gran problema de convivencia”

 

Más que nunca, el mundo tiene que reconstruirse en base a tres motivos principales: el coronavirus, la era Trump y sus destrozos, y los nacionalismos que tanto daño hicieron en Europa, y que vuelven a asomar cabeza por causas diferentes, pero la crisis económica prolongada en el tiempo está creando unas terribles desigualdades. Todo aquello que despreciaba el todavía presidente norteamericano, hasta la toma de posesión de Joe Biden, necesita de la pertinente reconstrucción, y no hay que renegar de  reformas que se ven necesarias. En este caso está la ONU, la OMS o la UE, con una reciente y dolorosa salida del Reino Unido, muy celebrada por Donald Trump, aunque el Covid ha metido a los británicos en una seria encrucijada sobre su futuro.

Al nuevo presidente de Estados Unidos le toca recomponer las relaciones internacionales del todavía país más poderoso, seguido ya de cerca por China, potencia rica donde las hubiera, pero que está sacando un ingente beneficio económico del virus salido de su propio territorio. Esto causa indignación.

El daño infringido por el mandato de Trump va más allá de no respetar la necesaria diplomacia, y tenerla en vilo constante, por declaraciones y actos, como cuando estuvo a punto de declarar la guerra a Irán. Le toca a la política recomponer esos terrenos que precisamente ha pisoteado Donald Jhon Trump, entre los que me gustaría destacar la igualdad que supone respetar siempre a nuestros semejantes, rechazando de plano cualquier conato de racismo. Estados Unidos queda muy tocado en este sentido, y los primeros gestos del nuevo presidente deberían ir dirigidos a negros e hispanos, terminando con esa vieja política de levantar muros entre países, y no olvidar así jamás todo lo que supuso para nuestra historia el Muro de Berlín. Y es que Trump ha sido una muralla para la tolerancia, las relaciones amistosas, y el propio Covid, del que a mi juicio queda mucho aún por contar, como resulta el hecho del tratamiento único que él solo recibió, mientras millones de norteamericanos viven en el más absoluto desamparo ante la pandemia.

 

“Los primeros gestos del nuevo presidente deberían ir dirigidos a negros e hispanos, terminando con esa política de levantar muros entre países”

 

 

Miguel del Río