Vacunas: o todos a una, o adiós

 

 

Miguel del Río | 31.01.2021


 

 

 

 

 

Ese dicho tan nuestro de mucho ruido y pocas nueces se puede aplicar a la escasa recepción y aplicación de vacunas contra el Covid por todo el mundo. Exceptuando a los sanitarios, el denominador común de esta pandemia ha sido desde el principio desunión e insolidaridad entre las naciones, lo que deja a las consideradas pobres en la estacada. Si digo que con el nuevo año esa tendencia va cambiando, miento. Todo lo contrario: estamos empeñados en que cuanto peor, mejor para algunos. El porqué, lo desconozco.

 

La Organización Mundial de la Salud viene demostrando que tiene poco de lo primero (organización), nada de lo segundo (mundial) y menos de lo tercero (salud). Debería haber sido la gran coordinadora de la distribución internacional de la vacuna contra el Covid. Por el contrario, asistimos al esperpento de cada país a la desbandada, actuando por su cuenta, en la compra del antídoto, y recibir así más dosis que los demás, aunque terminé por ser tan solo una ilusión.

A lo manifestado anteriormente, se une la pelea de que unos le alteren a otros lo firmado previamente con farmacéuticas concretas, respecto a cantidades, plazos de fabricación y entrega a sus legítimos compradores. Es tal la bronca, pero también el despropósito, que la Unión Europea va a estar de ahora en adelante muy vigilante en fronteras, puertos y aeropuertos para comprobar los frasquitos que salen de cualquier vacuna fabricada en sus territorios. Como ya ha sucedido en otros momentos de la tragedia que vivimos, desde Alemania nos llega la claridad y el dato de lo que podemos esperar sobre próximas distribuciones de dosis. La tardanza se llama dos meses y medio. Con lo que la previsión de avanzar en la inmunización ante el virus de la población sufre un retraso considerable, el primero de otros que sin duda vendrán.

En un mundo y sus respectivas sociedades ligadas al tradicional concepto de ricos y pobres, lo de la vacuna Covid lleva el mismo camino. Las vacunas son diferentes, porque unas son mejores que otras. La información sobre su investigación y fabricación, caso de la rusa y la china, es un indignante secreto, aunque no paran de venderla al resto, preferentemente a países con menos recursos económicos, como puede ser el caso de Argentina o Bolivia, que inyectan a sus ciudadanos las pocas dosis de la Sputnik V rusa que les entregan. Entretanto, la UE creía tener mejores cartas en la endiablada baraja del Coronavirus, y resulta que el tradicional individualismo del Reino Unido, ya fuera de Europa, promete ser, por todo, un quebradero de cabeza constante en el futuro. Ahora es el acumular muchas más vacunas que sus antiguos socios políticos, y el día de mañana será otra cosa.

 

“Asistimos al esperpento de cada país a la desbandada, actuando por su cuenta, y recibir así más dosis, aunque termine por ser solo una ilusión”

 

Como resultado de todo este desaguisado, estamos ya en un escenario en el que el poder y el dinero de los países ricos permiten que sus ciudadanos tengan vacuna, mientras en los países pobres es totalmente arriesgado hacer una previsión sobre el momento en que la tendrán (cuál de ellas, y de qué manera será distribuida). Puede darse el caso de que la lógica reacción social que no se ha dado hasta ahora por la mala gestión ante la pandemia, llegue a producirse en algún momento, ante el hecho, como de película, de querer conseguir, a toda costa, una vacuna.

Lo que nos queda por ver referido a las vacunas es todo, porque es colmo una novela por entregas. Sin duda, el hecho de que haya ciudadanos que hacen valer su posición para acceder irresponsablemente a ellas no ayuda en absoluto y, en cambio, genera más desconfianza. Los poderes públicos han de incrementar sus controles, para que no se creen diferencias e injusticias, que solo están echando más leña al fuego de la incertidumbre en las calles.

Para quienes quieran saber más del futuro, les aconsejo que empiecen por leer a Isaac Asimov, ya que este magnífico científico y escritor vaticinó mucho de lo que ya vivimos. Iba siempre por delante. He aquí una demostración, que viene que ni pintada al momento actual que atravesamos: “¡No hay naciones! Solo hay humanidad, y si no llegamos a entender eso pronto, no habrá naciones, porque no habrá humanidad”. Yo lo resumo con esta otra reflexión de hoy, en el sentido de que, o arrimamos conjuntamente el hombro, trabajando todos por todos (sin dejar a nadie atrás), o lo llevamos claro. A medida que avanza y se hace fuerte esta maldita pandemia,  va quedando más patente que siempre se puede estar peor. Los hospitales saturados; no hemos hecho el debido caso a los sanitarios que nos avisaron; las vacunas y los pinchazos se hacen a cuentagotas; surgen los avariciosos que encima se justifican en una ética seguida a rajatabla; y el mundo se pelea más y más, pensando que el sálvese quien pueda es una opción. Y no, no lo es. Repensemos un poquito la frase de Asimov: sin nosotros, no hay mundo del que disfrutar. Sería un adiós.

 

“¡No hay naciones! Solo hay humanidad, y si no llegamos a entender eso pronto, no habrá naciones, porque no habrá humanidad. Isaac Asimov”

 

 

Miguel del Río