Pandemia, crisis, paro, Canal de Suez bloqueado y lo gafe

 

 

Miguel del Río | 28.03.2021


 

 

 

 

 

Pensar que mucho de lo que ha ocurrido desde que entramos en este siglo ha sido malo, no es exagerar. Explicarlo mediante el refrán de Quien siembra vientos recoge tempestades, es ajustarse mayormente a la verdad. La mano humana está detrás de muchas de las desgracias, catástrofes, crisis económicas y sus consecuencias sociales, con el paro a la cabeza. Lo mismo cabe decir de la pandemia del Covid-19 y su mal fario

 

Uno de los escritores más leídos del mundo, el brasileño Paulo Coelho, autor de obras como A orillas del río Piedra me senté y lloré o El vencedor está solo, escribe en el considerado como su mejor libro, El Alquimista, que “toda bendición no aceptada se transforma en maldición”. Muchas de las esperanzas puestas en este milenio, a medida que avanza, se desvanecen, por ir de desgracia en desgracia, siendo la peor una pandemia en la que están perdiendo la vida millones de personas en todo el mundo (2,78 millones).

A diario, y en todos los ámbitos conocidos, el económico por poner un ejemplo, hay dos posturas contrapuestas: la optimista y la pesimista. Resulta atrevido aventurarse a explicar cómo se forja en la personalidad una u otra tendencia, porque una persona puede tener todo en la vida y ser al mismo tiempo muy ceniza. De aquí también surgen posiciones diferentes respecto a si todo lo que está pasando desde que entramos en el año 2000 es normal,  bueno, malo, peor y, más allá, gafe, adjetivo atribuido claramente a la mala suerte.

Yo, que me inclino por ser positivo, apunto a lo que dice un refrán tan conocido como, desafortunadamente, practicado: Quien siembra vientos recoge tempestades, algo que ocurre habitualmente cuando nuestras acciones en la vida solo contemplan egoísmo, indiferencia hacia la pobreza ajena, la destrucción de la naturaleza, la contaminación constante del ecosistema, o ir más allá de lo que debemos en ciencia y tecnología, que puede resultar aniquilador, como fue en su día la creación de la bomba atómica (Hiroshima y Nagasaki), o lo muchísimo que queda por averiguar sobre el cómo y el por qué del Coronavirus. A pesar de nuestra clara culpabilidad, lo apostamos todo a tener suerte, que ahora muchos incautos califican de escasa o inexistente.

 

“Quien siembra vientos recoge tempestades. Ocurre por ir más allá de lo que debemos en ciencia, como la bomba atómica (Hiroshima y Nagasaki)”

 

Esto pasaría con el bloqueo del Canal de Suez por el accidente de un gigantesco carguero, y la consiguiente inestabilidad comercial mundial, con pérdidas de 8.300 millones diarios. Un nuevo y nefasto revés que sumar a la amplia relación de graves sucesos que vivimos desde la entrada en el siglo XXI.

Pese a que fue declarado por la ONU Decenio Internacional de una cultura de paz y no violencia para los niños del mundo, la década de los 2000 ha estado plagada por una sucesión de atentados terroristas, como el del 11 de septiembre de 2001, contra las Torres Gemelas de Nueva York (2.996 muertos y 24 desaparecidos). Después, llegarían las guerras de Afganistán (desde 2001) e Irak (desde el 2003). Un año después, el 11 de marzo de 2004, ocurriría la matanza en los trenes de Madrid (191 muertos y más de 1800 heridos).

En 2004 llegó el gigantesco tsunami en el Océano Índico (230.000 víctimas) y en 2005 el  huracán Katrina que destruyo Nueva Orleans (1.833 fallecidos). En 2007, el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático entrega en París su demoledor informe: El planeta se habrá recalentado entre 1,8 y 4 °C para el año 2100. ¿La culpa?: en un 90% la actividad industrial humana.

En fin, tendría para un buen rato, con años y fechas, así que iré resumiendo.   2008-2016, la gran recesión económica. 2011: Accidente Nuclear de Fukusima, en Japón. 2017: llega Donal Trump a la Casa Blanca y alteración del equilibrio mundial, con conflictos permanentes entre Estados Unidos, Europa, Rusia y China. Al tiempo, un viejo conflicto renace: el racismo. Tampoco olvidemos la permanente crisis migratoria en la que vivimos. 2018: Corea del Norte supone una alarma constante con sus cohetes. 2019: El Brexit con la marcha del Reino Unido de la Unión Europea; pone en jaque el futuro de esta comunidad de países hermanados. Este mismo año casi desaparece la Catedral de Notre Dame de París. De 2020 y lo que va de 2021 no tengo que contar mucho. El Covid-19 ha trastocado todo aquello que, de normal, hacíamos a diario. Ha cambiado nuestra forma de trabajar, de relacionarnos, de viajar. Ya no damos la mano a nadie. Vivimos con una mascarilla y guardamos distancia hacia nuestros semejantes. Estamos en plena vacunación mundial, con muchas vacunas, que se ponen de manera tan lenta como incierta, caso de AstraZeneca.

Pese a recordar años y lo que aconteció, creo que se puede invertir esta mala racha, si aprendemos a actuar de otra manera en todas aquellas cuestiones en las que es perentorio un cambio de mentalidad. El Coronavirus, cuando acabe, no puede pasar a la historia sin lecciones que asumir, sin acuerdos que tomar, además de alcanzar una nueva ética internacional relativa al  verdadero desarrollo sostenible. Es más importante que África acabe con sus hambrunas (Cuerno de África), que las grandes potencias pongan tantos satélites en órbita, para seguir espiándose entre sí. Por supuesto que habrá muchas personas que crean que estos cambios son imposibles (intereses, fortunas y demás), y otras muchas que sí. En todo caso, debería mover a ambas partes similar motivación de intentarlo. Porque está visto que lo gafe no es tal, y sí que el punto de partida de tanto malo que nos pasa está en las malas decisiones que tomamos, y una forma de vivir sumida en el consumismo desmedido, que ya no respeta ningún orden natural.

 

“El Covid-19 ha trastocado todo aquello que hacíamos a diario. Ha cambiado nuestra forma de relacionarnos, ya no damos la mano a nadie”

 

 

Miguel del Río