Vivir resulta carísimo, pero solo importa la vuelta a la felicidad

 

 

Miguel del Río | 08.02.2022


 

 

 

 

 

Tan claro como que después del lunes viene el martes, la vida se encarece cada vez más y la tendencia crece, no para. El precio de todo es insoportable, especialmente el de la comida, la luz y la gasolina. ¿Esto no se va a frenar?, ¿alguien va a hacer algo?, ¿vamos a seguir impasibles ante este loco estado de cosas? Si yo lo supiera, sería como el pensador global que cito en este artículo, Nicholas Christakis, que ha escrito un libro en el que viene a resumir que la postpandemia llegará en el 2024 y, tras ella, todo será felicidad. Aunque sobre los precios no ha hecho valoración alguna.

El Covid sin final a la vista, el precio de la luz desorbitado, de la gasolina mejor no hablar, igual que del coste de las cosas, todas, aunque cabe citar especialmente lo que vale la cesta de la compra. Los ambulatorios con la puerta medio abierta y el teléfono comunicando constantemente; el desabastecimiento de muchos productos que hacen bajar alarmantemente el ritmo de las fábricas, los ERTES, el paro o una juventud sin proyecto ni futuro para ellos. Añado la digitalización, especialmente la de la banca, que discrimina a mayores (apoyo su campaña “Soy mayor, no idiota”) y a otros sectores de la sociedad como es el de la discapacidad. Cada uno de estos son los gravísimos problemas del día a día, ¡no diga que no!, porque le suenan y los vive como el resto de ciudadanos, que, en cambio, bien poco dicen y bien poco, por no decir nada, hacen frente a toda esta locura descontrolada.

El coronavirus, la condenada pandemia que no ceja (74 muertos el pasado enero en Cantabria) ha dañado todo: la salud, la economía, la información veraz, la cultura, el ocio, la seguridad y, también, la reivindicación social. Parece como si nadie fuera capaz de volver a poner las cosas en su sitio. Casi todo resulta  increible de creer. Lo que cuesta vivir lo he dicho nada más empezar. Pero también está la política internacional, en desacuerdo contante y peligroso, no solo por el virus, sino también porque se vuelve a hablar de guerras, caso de lo que está pasando entre Ucrania y Rusia.

Creo que la gente estamos aún en shock. Que el desconcierto nos tiene paralizados. Y que las expectativas, pensando en las buenas, ocupan nuestros pensamientos, mucho más que las quejas por todo lo que está ocurriendo, incluso si el viejo estado del bienestar hace agua, porque ya no te atienden siquiera en los ambulatorios como es debido. Por eso la palabrería abunda mucho más que la certidumbre. Es también una evidencia que se han contado tantas cosas, muchas pertenecientes al género de la manipulación, que fácilmente la gente está cansada, harta, de tanto Covid, vacuna y mascarilla, por lo que su conducta personal busca más que nada recuperar su vida, absolutamente trastocada en cada ola de esta mierda de enfermedad causada por algo que la ciencia clasifica como SARS-COV-2.

¿El virus acabará algún día y ya está? Nicholas Christakis, integra actualmente la lista de los denominados grandes pensadores. Mejor que esto, me quedo con sus credenciales de sociólogo, médico y profesor de Ciencias Sociales y Naturales de la Universidad de Yale. Pues bien, resulta que Christakis ha escrito un libro titulado “Apollo’s arrow: the profound and enduring impact of coronavirus on the way we live”. La traducción es La Flecha de Apolo: el impacto profundo y duradero del coronavirus en la forma en que vivimos. Mirando a los últimos 2000 años y las pandemias que ha habido, este estudioso llega a la conclusión de que cuando semejantes fatalidades quedan atrás, lo que llega es un periodo de felicidad. Tal cual lo preconiza.

Pero, ojo, este profesor avisa que los efectos sociales, psicológicos y económicos de la pandemia del Coronavirus van a ser de aúpa. Según él, se entrará de verdad en la postpandemia hacia 2024, y aún nos quedan muchas otras lecciones por aprender, además de la pérdida de libertad de movimiento y actividades que venimos padeciendo. Antes de entrar en ellas, sí coincido plenamente con Nicholas Christakis en que los países y sus respectivos gobiernos han llevado mal la gestión sanitaria de la pandemia. Las grandes potencias, por ejemplo. Sabían con antelación lo que venía, pero no hicieron lo debido en prevención. “No podemos mentir sobre el virus, no podemos culpar a otros”, dice.

Como la credibilidad en estos tiempos resulta todo un lujo, citar a este estudioso se debe considerar una opinión más de tantas como se han formulado y se formulan. Ese futuro de felicidad está por ver. El presente no puede ser peor, y el poder adquisitivo de los ciudadanos se pone cada vez más en riesgo con unos precios de todo que no son lógicos para nada. Y nadie pone freno a esta situación. Y en vez de que se reencaucen las cosas, cada mes está más cara la energía, o la gasolina, o la carne o la fruta. ¿Así se es feliz? Pues depende quien pueda soportar este nivel de vida, con la situación que cada vez se da más de una mayor distancia entre los ricos, más aún, y los pobres, estos últimos contados por millones y millones en todo el mundo.

 

 

Miguel del Río