¿Arreglar?, nada, pero sí cambiar cosas beneficiosas para ricos

 

 

Miguel del Río | 15.02.2022


 

 

 

 

 

El mensaje oficial dice una cosa, el negacionismo otra, y en medio estamos los incrédulos ciudadanos que queremos saber realmente en qué van a consistir los cambios que se vislumbran, de los que todo el mundo habla, sin concretar más. Recursos, justicia, igualdad de oportunidades, sanidad y educación, en definitiva, el bienestar social, es lo que realmente nos jugamos. Cualquier agenda a futuro, como la 2030, debe fortalecer y ampliar la sociedad que nos hemos dado. Lo contrario, favorecer más a la riqueza, como hace la globalización y digitalización, resulta todo un fraude hacia lo conseguido.

El mundo está probando cambios de calado (más bien los todopoderosos que deciden estas cosas), lo que, de entrada, está abriendo una tremenda brecha entre ricos y pobres, con trabajo y sin él, con sueldos decentes e indecentes, y también con jóvenes y mayores, estos últimos muy señalados por el virus, además de ser apeados forzosamente de la digitalización.

Mayormente, no vengo haciendo excesivo caso a las teorías conspiratorias, aunque el cerrojazo informativo que en muchos momentos parece darse, surgen ocasiones que se ve superado por declaraciones, como la pronunciada en el propio Congreso de los Diputados ante la Comisión de Investigación sobre el Plan de Vacunación del Covid (7.2.2022), acerca de que asistimos a un experimento mundial. Así lo dijo el profesor Joan-Manuel Laporte, hacia quien, para resumir su curriculum, basta utilizar el término de impresionante. Lamento que la plataforma Youtube retirase de inmediato el vídeo con estas intranquilizadoras declaraciones, ya que la libertad de hablar y de informar, máxime cuando se hace dentro de un parlamento nacional, deberían quedar salvaguardadas por encima de cualquier otro interés. La actitud de este sitio web para compartir videos, hace que nos preguntemos de qué lado están las grandes autopistas de la información, como son hoy denominadas las redes más seguidas, caso de Youtube, Twitter, Facebook, Instagram y demás.

La desconfianza, al menos la mía, es la tónica general hacia los cambios que se están produciendo, en beneficio de grupos o sectores económicos concretos, al mismo tiempo que tratamos de salir médica y científicamente de esta brutal pandemia que, a nivel mundial, ya se ha llevado a casi 6 millones de personas, más de 95.000 en España y más de 700 en Cantabria, datos cambiantes, cada día, a peor. Bien poco lo demuestra, pero la gente está muy quemada por la falta de certezas que muy bien se pueden enumerar mediante esta concisa lista:

1. ¿Cuándo acabará esto?,

2. ¿Qué daños sociales y generacionales producirá la recuperación?,

3. ¿Se van a estabilizar los precios, especialmente comida, luz y gasolina?,

4. ¿Qué ocurrirá con las secuelas que deja el Covid; vacunas para siempre? Y la pregunta que más circula en las calles:

5. ¿Seguiremos disfrutando del actual estado del bienestar, con la sanidad a la cabeza de todo, ahora tan tocada y colapsada, lo que hace desatender, preocupar y enojar a los ciudadanos?

 

El Covid en sí mismo es el ejemplo diferencial de la brecha que se está creando. El acceso a la vacuna de unos países, sí, y otros no, lo demuestra. Y África, ¡ahí África!. Como de costumbre. Vuelve a estar en el punto de llevarse la peor parte del Coronavirus, ante la escasa vacunación que se da en ese continente. El virus está dañando muy seriamente el equilibrio que se pretendía a finales del XX y de cara a este XXI. Todas las agendas están comprometidas por los reiterados incumplimientos. Desde el fiasco de los Objetivos del Milenio a la Agenda 2030, que está por ver. Hay un gran desconocimiento sobre lo que pretende este ambicioso proyecto que se puede resumir en el intento de avanzar hacia sociedades con un crecimiento económico inclusivo y mayor cohesión y justicia social, en paz y con un horizonte medioambiental sostenible.

Las decisiones y hechos que se van generando en paralelo a continuar contrarrestando los efectos del Covid-19, no hablan nada bien de conseguir llegar a ese horizonte. Es así porque incluso en los países más desarrollados se han incrementado las diferencias sociales, en lo que supone el acceso a recursos económicos (empleos dignos), a la sanidad y a la educación (convendría redefinirla y recuperar la ética, el esfuerzo y la exigencia). Si esto es así dentro de Europa, por poner un caso, ¿cómo se puede ayudar a países de Iberoamérica, África, Asia u Oceanía? Cada vez somos más los ciudadanos que nos preguntamos hacia dónde vamos, qué tipo de nueva sociedad se pretende imponer, y qué garantías de vivir y mantenerse tendrán dentro de la misma muchos sectores desprotegidos en lo que supone, dinero, alimentos, vivienda, acceso a créditos, alfabetización digital e igualdad de oportunidades. Ahora hay serias dudas sobre muchas de estas cuestiones. No hablamos del hoy, hablamos del mañana. En la medida de que la pandemia parece protagonizarlo todo, nos estamos perdiendo muchas decisiones que comprometen de forma muy decisiva el porvenir de todos. La sombra del poder real que mueve los hilos del mundo no da la sensación de querer arreglar los problemas de siempre, que se incrementan. Más bien, se vislumbra, especialmente con tanta globalización y digitalización, que los que más riqueza han venido acumulando a través del tiempo, quieren incrementarla en periodos venideros, que están a la vuelta de la esquina.

 

 

Miguel del Río