Y Marina sacó su pancarta en la tv rusa: “Detengan la guerra”

 

 

Miguel del Río | 20.03.2022


 

 

 

 

 

Todos deberíamos imitar a Marina Ovsynnikova, y como ella reclamar que se pare esta guerra y al mismo tiempo recuperar la verdad de las cosas. Cuando una profesional de la información asegura que su medio miente sistemáticamente, la reacción social debería cambiar su anestesia por la reclamación. Aquí los dirigentes poderosos hacen y deshacen a su antojo, mientras los demás, a callar, esperando acontecimientos, sin inmutarnos siquiera, cuando se habla de guerra nuclear o extinción. ¡Qué pereza de humanidad!

Ser periodista es una cosa, y ser periodista y valiente, otra muy distinta. Marina Ovsynnikova, la periodista que irrumpió con una pancarta de rechazo a la guerra en la televisión rusa más vista, es lo segundo. Los palmeros de Putin dentro del país invasor de Ucrania claman por su encarcelamiento casi perpetuo, pero hubiera sido demasiado para la mala imagen que ya tiene el dictador en el resto del mundo, señalado ya por muchos, España entre otros, como criminal de guerra, y no vamos nada desencaminados.

En pleno informativo, Marina enseñó a la cámara su mensaje: “No a la guerra. Detengan la guerra. No te creas la propaganda. Aquí te están mintiendo. ¿Se imaginan que cundiera este ejemplo en el resto de televisiones, de todas partes? Actualmente, no resulta nada fácil distinguir lo que es noticia verdadera, de lo que es puro marketing o mensaje financiado para que determinada idea se propague dentro de sectores concretos de la población. Que todo va bien, por ejemplo, cuando todo está fatal. Como sucede con la guerra, una más que se repite, menos hemos avanzado de lo que creíamos en libertad, independencia y separación de poderes. Al decirlo así, parece que señalara con el dedo índice al sistema y sociedad rusos, pero ningún país está libre de semejantes pecados, y la prueba es que cada vez se oye más que la gente no sabe en qué o quién creer. Lo único que interesa es su apoyo.

Estamos dentro de un Covid que nos quieren vender como completamente superado, y nos meten en una guerra en Europa, de la que he leído tantas versiones, en diferentes medios de comunicación, que no me quedo con nada de lo que me presentan. Es verdad que el mundo está cambiando, pero no es menos cierto que hay muchísimos intereses moviendo las fichas del poder, sin que se tenga en cuenta para nada la opinión de los ciudadanos y sus preferencias. En Rusia, como el peor de los ejemplos, aparecen los oligarcas, antes comunistas, y ahora faraones del dinero con unos megayates, que se incautan en los mejores puertos del mundo. No sé lo que se pretende con semejantes iniciativas, mientras las bombas no dejan de caer sobre las ciudades ucranianas, y son cientos de inocentes los que mueren por las salvajadas del ejército ruso, que no deja de perder generales, ya que los ucranianos se defienden bien. Por cierto, tengo que decir algo que me ha sorprendido. Igualmente, movido por la propaganda falsa, se pensaba que la capacidad militar rusa era poco menos que invencible, y resulta que se está mostrando por momentos endeble, desorganizada e incapaz. En el pecado está la penitencia y, desde luego, Rusia está viendo cómo se devalúan muchos de los símbolos de que hacía gala uno de los países más extensos del mundo, con una población de más de 144 millones de habitantes, que tienen pendiente vivir bajo una democracia verdadera.

Hay otra cosa que no gusta publicar, porque está en ese argumentario oficial de lo que no es políticamente correcto manifestar en público. Hablo de que Estados Unidos y Europa no han dejado de tontear con Ucrania para, a la hora de la verdad, dejarla tirada ante la paliza brutal del vecino agresivo que es Rusia. De ahí que sea tan trascendental el gesto y, sobre todo, el mensaje de Marina Ovsynnikova. Lo primero, parar la guerra. Y después reconstruir la verdad, qué está pasando, y hacia dónde nos quieren dirigir los más poderosos, con qué intenciones, y aquí la recuperación de la independencia de los medios de comunicación tiene que jugar un papel fundamental para poner las cosas en su sitio y restaurar la cordura.

Se ha montado la mundial con la Guerra de Ucrania. Solo hay que echar una mirada a España. Todo por las nubes, el transporte estrangulado que para, las fábricas que echan el cierre temporal, porque no se pueden mantener sin suministros ni sacar suficientes ganancias con las que pagar la factura de la luz. Por eso digo que el mensaje puede ser uno y la realidad otra. No hay peor cosa que engañarse ante lo que son los hechos del día a día. La oscuridad que se vive en cada rincón de Ucrania no se va a quedar solo dentro de sus fronteras. Lo estamos viendo, y va a ir a más, lo niegue quien lo niegue. Si no nos hace reflexionar y tomar buenas decisiones para el presente y el futuro de nuestros hijos, no creo que nada lo pueda lograr. En estos días de guerra en Europa ya se han traspasado muchas líneas rojas. ¡Válgame hablar del botón nuclear! O que el mismísimo Papa alerte desde el Vaticano de la extinción que conllevaría semejante acto. Pero somos así: Hiroshima, Nagasaki, Chernobyl, Fukusima… No aprendimos nada. No me voy a meter en lo que pueda suceder, y me quedo en mi papel de ciudadano que no parará de reclamar que acabe esta guerra, como hace MarinaOvsynnikova. Es lo que cada uno deberíamos hacer. No demos por sentado que este conflicto bélico importa a todo el mundo. Como ya sucedió con el Covid, el egoísmo personal, la economía y los intereses se imponen y hay muchos, como China, que se sitúan de perfil ante la matanza de ucranianos. Que si ese país queda muy lejos, que si tarde o temprano Rusia se cansará, que si Europa, con Estados Unidos de apoyo y la OTAN, somos más fuertes… Pena, penita, pena es lo que damos.

 

 

Miguel del Río