La confianza médico-paciente bien merece reconducir la gestión sanitaria

 

 

Miguel del Río | 29.05.2022


 

 

 

 

 

Volver a tener una sanidad normalizada, parecida a antes del Covid, es todo un reto tal y como van de mal las cosas de la economía. Deberíamos empezar por valorar más todo lo que nos ofrece el sistema asistencial, ese conocido también como del bienestar. Más allá, mejor restablecer la confianza médico-paciente, porque problemas tenemos todos y nadie está en posesión de la verdad absoluta. Empezando por los sanitarios, hay que cumplir con lo que se les promete, porque lo necesitan. Y respecto a los pacientes, entre los que me encuentro, saber en todo momento hasta dónde pueden llegar nuestras exigencias.

 

No tengo claro si a los ciudadanos nos preocupa por igual la salud, que la situación anímica y laboral de quienes nos la propician, tal es el caso del conjunto de sanitarios que en este desagradecido país nos prestan toda su atención. El Covid reventó el sistema sanitario español, pero aún no he oído a portavoz de gobierno alguno reconociendo el hecho, y sí haciendo gala de esa regla de la mala gestión referida a aplicar como cura tirar para adelante, y el que venga detrás que arregle el problema. El caso es que así hemos llegado a la situación actual (mucho se ha tardado) en la que se puede decir que el descontento es generalizado entre todos y cada uno de los profesionales sanitarios, que ocupan su trabajo principalmente en hospitales y centros de salud. Algunos aprendieron en el colegio a conjugar el verbo prometer, pero en cambio les quedó el vacío educativo de comprender fielmente lo que significa cumplir con fidelidad un determinado deber, que es lo que realmente hay que entender por una promesa. Dicho más claro: mucho se promete, nada se hace.

Así es. Antes, durante y después del Covid, todo lo que se ha prometido a nuestros sanitarios se lo ha llevado el viento. Escuchamos o leímos lo de más apoyo mediante nuevas contrataciones; también la revisión de salarios, sobre cumplimientos de horarios y descansos o mejores dotaciones, en general. Son las cuestiones que acostumbran a anunciarse desde las gerencias de lo sanitario, que cortocircuitan en un momento dado las quejas hechas ya crónicas, porque como dice el refrán son pan para hoy, y hambre para mañana.

Lo mismo ha ocurrido con las agresiones, insultos y malas contestaciones que hoy son habituales en la relación médico-paciente, cuando es algo que no debería haber llegado a suceder nunca. Hoy falla todo al respecto. Desde la educación en los colegios e institutos para no perder nunca la importancia del respeto a los demás dentro de la convivencia, hasta un Gobierno que frente a estos actos no hace otra cosa que generar más confusión, siempre en posición de mirar hacia otro lado, y sacar al tiempo otra noticia, la que sea, como maniobra de distracción y crear al tiempo otra nueva polémica estéril.

Si anteriormente a la pandemia era ya más que notoria la lista de espera sanitaria para muchas intervenciones, ante el colapso de nuestros hospitales (siempre denunciado por sus trabajadores), sobre el ahora bien poco se puede añadir, porque las soluciones se han evaporado por la atención prioritaria a los virus, sea el Covid, sus muchas variantes, la viruela del mono, hoy, y mañana será otra cosa. La sanidad española funciona a parches, y por supuesto que hay que defender a quienes hacen posible su funcionamiento diario, porque lo que han hecho durante los años 2020 y 2021, y en ello siguen, es como para agradecérselo de por vida.

El aumento de las agresiones y de conductas intolerantes frente a los sanitarios ha terminado por destapar el hastío que se ha venido incubando frente a los incumplimientos reiterados de todo lo mucho y bonito que se presenta en los medios de comunicación, porque luego la realidad es otra bien distinta. Hay que restituir la confianza médico-paciente, porque los primeros no son en absoluto culpables de la mala situación por la que atraviesa nuestra sanidad. Al Covid, que continúa muy vivo, hay que sumar la deficiente gestión que hacen los gobiernos, que muchas veces ni siquiera siguen las recomendaciones de los propios sanitarios que atienden cara a cara a los pacientes. Como está ahora el mundo, lleno de problemas económicos, desabastecimiento, inflación, y unas energías cuyo coste al alza no parece tener fin, debemos trabajar por mantener una sanidad puntera, avalada por una sociedad que sabe responsabilizarse de tener una atención sanitaria como la española. Al tiempo, su comportamiento cuando acude a urgencias, debe ser eso, comportamiento.

La crítica constructiva hacia la situación actual no es óbice para reconocer que nuestro país ha sido siempre un ejemplo de sanidad universal, sin excluir a nadie. Solo por esto, los ciudadanos deberíamos ser más comprensivos ante la paulatina recuperación de la normalidad dentro de nuestros hospitales y centros de salud. Creo que muchos hemos olvidado lo de dos años terribles, en los que todo cambió, y, pese a que no se quiera reconocer, en muchas cuestiones vamos a apreciar una disminución en los servicios que se nos venía prestando, y a lo mejor es ahora cuando nos damos cuenta de que no lo hemos sabido apreciar en el pasado como era menester. En este caso está la sanidad, todo lo que nos ha dado, y lo que nos seguirá ofreciendo. Solo con saber reconocer esto, ganaríamos en confianza. Pero, como todo en la vida, la renovación y mejora es la base de todo buen futuro. Es lo que vienen reivindicando de continuo nuestros sanitarios, sintiendo al tiempo que no se les escucha lo suficiente, y ahora tampoco se les trata bien, aunque un día se les aplaudiera tanto y tan fuerte.

 

 

Miguel del Río