Sin sucursales ni cajeros, spots tv en los que el cliente importa

 

 

Miguel del Río | 13.07.2022


 

 

 

 

 

La banca que se muestra a través de los rítmicos anuncios de televisión no es la que existe a pie de calle, sin empleados, sucursales o cajeros. Los clientes, especialmente nuestros mayores, con razón se sienten abandonados. Sucede igual en las áreas rurales, los pueblos, para entendernos mejor. ¿Cómo no van a emigrar sus habitantes, si hasta la banca les deja? Para erradicar todo lo que genera la España Vaciada, no puede ofrecerse peor ejemplo que bancos a la huida, con el permiso de todos. Entiéndase, por favor, lo de todos los consentidores, como hay que entenderlo.

 

Las sucursales bancarias y sus cajeros automáticos van desapareciendo progresivamente del paisaje urbano y rural, mientras los anuncios televisivos de esa banca en huida quieren hacer hincapié en que realmente les interesa el cliente satisfecho.

Son diversos los sectores que actualmente ponen el grito en el cielo, desde gobiernos, ayuntamientos, asociaciones y usuarios, pero lo cierto es que, más bien, la movilización social, ha sido poquita o nula, a la hora de evitar lo que a todas luces es un desmantelamiento total del sistema bancario tradicional, sustituido ahora, lo quieras o no, por Internet y la App del banco con el que operas que, menos darte dinero (todo se andará), hace lo que pidas, siempre y cuando te lo hagas tú.

Hay tres sectores bien diferenciados cuya preparación y actuación frente a la nueva manera tecnológica de hacer banca es digna de un análisis individual. Está la juventud. De ella se dice que no tiene problema alguno, porque no se apea del móvil ni para ir al baño. Aunque bien poco cuenta para el dinero que tiene, el anoréxico sueldo que ganan en sus trabajos, y el futuro que les hemos deparado los mayores, con las guerras, como nueva manera de relacionarse que tienen los países dentro de este siglo tan mezquino como oscuro. Luego estamos los de edad intermedia. Aparentamos controlar, porque siempre nos queda la salida de acudir a uno de nuestros hijos para hacernos ellos algo de la aplicación del banco o de la gestión en la que nos hemos enredado para saber saldo, hacer una transferencia, Bizum, o pagar alguna factura o impuesto de manera electrónica, que es el nuevo lenguaje en el que nos hemos metido, que nos hace sacar pecho con los amiguetes, sobre que somos guays y tecnológicos al cien por cien. Finalmente, están los mayores, de los que se podrían contar muchas anécdotas en sus peleas para acceder a su cuenta bancaria de toda la vida, que se ha convertido de repente en virtual, pero lo mejor es atajar con una verdad clamorosa: los mayores no interesan.

Para ser justos, habría que citar también a los ex trabajadores de la banca, el deficiente trato personal recibido, por no decir pésimo, unido a la juventud laboral que tienen y, pese a ello, han sido prejubilados y enviados a casa. Entre todos, podrían escribir una enciclopedia de lo que no se debe hacer en economía y emprendimiento, y también, lo más importante, que no se puede privar al cliente del trato personal, porque si una persona te llega con su cartilla para que la pongas al día, se lo gestionas y la dejas satisfecha, no malhumorada como ahora está con su banca o vieja caja de ahorros, de la que ya no queda nada.

La manipulación por parte de los poderes, el político y el económico, la falsa propaganda, muy de estos tiempos, y la publicidad engañosa, que siempre ha existido, no entienden, ni quieren, de datos fidedignos, pero en todo caso aquí están los de una banca que ha cerrado sucursales a destajo, eliminado puestos de trabajo y suprimido cajeros automáticos para acceder al dinero, que es del cliente, no de ellos.

La crisis nunca acabada del sistema bancario español, rescate del Estado incluido, sin devolución, en el año 2012, se ha llevado por delante 140.000 puestos de trabajo en los últimos catorce años. Siendo esto lo peor, es que encima han cerrado 20.000 oficinas. Pero aún es una historia inacabada, hasta que cierren progresivamente las que quedan.

En el caso de Cantabria, con 102 municipios, mientras hablamos del despoblamiento rural, se ha perdido un 50 por ciento del empleo dentro de los bancos. Son datos que aporta el Banco de España, que nos ilustra con que, de 2015 a 2022, aquí se han cerrado 191 sucursales bancarias, dejando a casi la mitad de los municipios cántabros sin posibilidad alguna de acceder a una oficina bancaria o cajero automático. Que los gobiernos autónomos subvencionen cajeros en zonas rurales, tendría discusión aparte, porque encima, como sucede, no está paliando la situación de abandono en que se sienten miles de ciudadanos, también, por supuesto, en Cantabria.

La España vaciada se está generando por las malas decisiones que se toman en las capitales de los países, sus gobiernos, y hasta el de la Unión Europa, a través de su Comisión. Los pocos habitantes que van quedando en los pueblos, parece que no tienen tampoco derecho a hacer sus recados bancarios en la sucursal de la caja de ahorros que siempre tuvieron. De nada han servidos sus quejas, apoyadas desde las instituciones con la boca pequeña. Da igual también que los ancianos tengan que desplazarse hasta otros puntos que aun conservan bancos y cajeros. No tardará en ocurrir con ellos lo mismo. Es cuestión de tiempo que los rótulos de los bancos en las calles sea algo del pasado. Increíble que hayamos llegado a esto, que no es otra cosa que ir para atrás. Es todo un retroceso, si se quiere más claro, aunque nos lo vendan como la mayor de las modernidades, que necesitábamos con urgencia. Si no nos había quedado claro, para eso ya están los spots de televisión, en los que se dice que lo que importa es el cliente, aunque no disponga de cajero en su pueblo con el que sacar dinero para la cara compra diaria.

 

 

Miguel del Río