Lista de espera: resignación, cabreo y demanda de soluciones

 

 

Miguel del Río | 25.09.2022


 

 

 

 

 

De sobra sabemos los españoles lo que son y padecer las listas de espera. Pero ahora, esa larguísima demora en operar o curar, se ha convertido en una auténtica angustia para millones de ciudadanos. Si con insistencia se ha hablado de más atención a los profesionales, con el lógico incremento de personal y medios, no digamos lo que pasa tras el Covid, que ahí sigue. Lo que antes de la pandemia era un sistema sanitario con graves déficits, ahora la dolencia ha pasado a ser crónica. A pesar de ello, todo esto resulta incomprensible, y es lógico, para aquellos que esperan meses, incluso años, a su intervención quirúrgica. Es lo que tiene el miedo, los dolores y calidad de vida, cuando se trata de la salud propia.

 

Seguramente por razones de edad y los achaques correspondientes, no dejo de toparme con casos que están esperando largo tiempo para ingresar en el hospital, y que le efectúen la operación con la que (un sueño de todos), recuperar la salud. Este asunto de aguardar meses o años para que te sanen el achaque, es ya viejo en España. Existía mucho antes del Covid, hubiera el Gobierno que hubiera, pero la pandemia ha agravado el asunto, hasta cifras insoportables, lo que tiene bastante cabreado al paciente con la sanidad pública y, añado también, con la privada.

El caso es que, de norte a sur, y de este a oeste, no hay región que se salve de las listas de espera. Cada vez somos más a atender, y menos los medios humanos y asistenciales, como son los complejos hospitalarios y los centros de salud. Esto, que es lo evidente, se camufla muchas veces con datos difíciles de digerir para el que anhela tener por fin una cadera nueva, a lo que hay que sumar declaraciones, opiniones y justificaciones, que están bien para denunciar la difícil situación por la que atraviesan muchos españoles, pero no tanto para solucionarla.

Al hilo de lo que pasa en realidad (esa verdad que el periodismo está obligado a buscar y no a ocultar), agilizar el retraso en la atención al paciente tendría que venir de ampliar la sanidad. Llevarla siempre a más. Pero los presupuestos para las inversiones reales de un país dan de sí lo que dan, y creo que bastante tenemos con poder mantener el actual estado de bienestar, un concepto en el que la educación y la sanidad copan la pirámide de prioridades oficiales. Es evidente que esto que digo resulta generalista, porque de ser yo uno de los afectados por la lista de espera, es seguro que mi carácter bonachón habría mutado a un cabreo continuado. Es también lo que tiene el dolor de alguna parte del cuerpo humano, y no verse atendido con la celeridad que requieren muchas enfermedades y dolencias.

Cualquiera que me haya leído en alguna ocasión, sabe de la gran opinión que tengo de médicos, enfermeras y trabajadores al completo del Sistema Nacional de Salud. Me preocupa mucho el trato actual que les estamos dispensando, y la cantidad de promesas incumplidas que tienen a las espaldas, sobre la mejora general de todo lo relacionado con la asistencia a los pacientes, que evidentemente pasa por invertir más y mejor, y en los plazos que corresponde hacerlo. Estoy de acuerdo con las valoraciones que hacen estos profesionales acerca de que el Covid 19 es lo que le faltaba a nuestra sanidad pública, y lo que denominan sus carencias crónicas, como si también se tratara de una enfermedad, ya sin remedio. En todo caso, los médicos saben de sobra que los pacientes no están a estas explicaciones. Llaman al centro de salud, y esperan una cita rápida, mejor de un día para otro. Incluso si la consulta no tiene mayor trascendencia, erre que erre, ¡que quiero que me vea un especialista. Lástima que el uso del sistema, para muchas cuestiones menores que no necesitan de urgencias, no haya variado en absoluto. Tampoco ha habido pedagogía gubernamental, mucho menos medidas, al respecto.

Pero los casos graves, muchos, demasiados, no pueden someterse a esperas tan prolongadas, y es algo que necesita abordarse, decidirlo y acometerlo. Lo siguiente que voy a decir puede ser bien el caso de cualquier comunidad autónoma. No podemos hablar de una sanidad eficaz, ni mucho menos buena, cuando se da el caso de tener que esperar dos años para algunas intervenciones, y superar ampliamente el año para tratar determinadas patologías. Los españoles sabemos lo que son los Pactos de Estado, aunque sucede que hace mucho que no se llevan a cabo en nuestro país. Me atengo a su definición: “Entre partidos de tendencias opuestas, para enmarcar la acción del Estado a largo plazo en asuntos de trascendencia, sin consideración de qué partido ocupa el gobierno en cada momento”. Pues bien, la sanidad es trascendente.

Es una tremenda contradicción que quien espera a una cita u operación quirúrgica para mejorar en salud, viva a diario la tortura de pensar y sentir que pueden no llegar a tiempo a esa fecha que le han dado para el año 2023 en adelante. La situación es mala, pero también es cierto que la sanidad española, y tiene reconocimiento por ello, es efectiva. Por eso no se entienden los muchos cabos sueltos que hay dentro de la cadena organizativa de un Sistema Nacional de Salud que ahora, y tras el Covid, requiere de decisiones en profundidad, que pasan como digo por invertir mucho más en personal y los medios que demandan, aunque hay otras muchas cuestiones de organización que los profesionales del sector valoran como esenciales.

Si durante los peores instantes del virus, nuestros sanitarios pedían más apoyo desde dentro y desde fuera, apelando también a la comprensión ciudadana, ¿qué no será ahora? Las listas de espera no están para vaguedades, atajos, excusas vacías ni medias verdades o, directamente, falsedades. Los médicos son los primeros que quieren atajar cuanto antes las dolencias de los enfermos. Pero este deseo choca frontalmente con la realidad diaria que viven en su trabajo. La solución a la sanidad y hasta dónde se puede llegar está aún pendiente. Unos tres millones de españoles, que se dice pronto, están citados para consultas y operaciones quirúrgicas el año que viene. Los días pasan para ellos inmersos en la resignación, el miedo y el temor a mayores complicaciones, que se sumen a la enfermedad que tienen ahora. Si no es porque lo acabo de escribir, es para no dar crédito a semejante barbaridad.

 

 

Miguel del Río