A todos los problemas conocidos, sumemos la inseguridad

 

 

Miguel del Río | 03.01.2023


 

 

 

 

 

La falta de seguridad, sobre todo por los muchos robos que se producen a diario en viviendas, es actualmente otro de los grandes problemas, a sumar, que tiene España. A nivel internacional, y por supuesto dentro de Europa, siempre hemos sido calificados como país seguro. Pero todo aquello que no se cuida, se pierde. Y esta es la situación en la que podemos estar inmersos en la actualidad. Hay muchos ciudadanos que temen dejar su casa y, al regresar, encontrarse con todo patas arriba. En Cantabria, sin ir más lejos, lleva camino de convertirse en suceso habitual.

 

La diferencia entre vivir seguro o inseguro te queda mucho más clara cuando recibes una notificación del presidente de la comunidad de vecinos donde vives, en la que pide que extremes todas las precauciones, ante el aluvión de robos en casas que se están denunciando en Cantabria. Lo que piensan y sienten los ciudadanos, antes de salir de sus viviendas, y lo que se pueden encontrar al regresar, nada tiene que ver con los datos oficiales, tan acostumbrados ya a negar la mayor, y a cruzar acusaciones entre administraciones, para ver cuál de ellas, sus policías en concreto, han de velar por la normal convivencia. Pese a desmentidos, notas de prensa justificativas, o buscar chivos expiatorios, lo cierto es que, ahora, en España, hay inseguridad ciudadana.

Existe un principio lógico, denominado la navaja de Ockham o ley de la parsimonia, que establece que “en igualdad de condiciones, la explicación más sencilla suele ser la correcta”. A partir de aquí, volvamos a la cuestión de fondo. ¿Por qué hay inseguridad ciudadana en España? Pues la explicación más sencilla es la permisividad con la que se aborda este grave problema. Tenemos un claro ejemplo en los okupas. No puede ser que un gobierno nacional, autonómico o parlamento, tengan opinión diferente al respecto, mientras los legítimos propietarios de esas viviendas ocupadas ilegalmente se encuentren literalmente indefensos, y sientan que son menos importantes ante la ley que quienes se la saltan a la torera.

Así, también pudiéramos y debiéramos entrar en la pena actual por robar en España, de lo cual se deriva igualmente la explicación más sencilla sobre lo que estamos sufriendo actualmente. Cantabria es tristemente uno de los lugares donde más se está produciendo este delito, que durante 2022 ha arrojado algunos titulares esclarecedores. El de arranque: En el primer trimestre de año los asaltos a hogares crecieron un 82%. El segundo: Castilla y León está en primer lugar, con un 88%, y nosotros a continuación. Y el tercero: Sin salir de aquí, de Cantabria, el 95% de los robos queda sin resolver. Se puede decir más alto, pero no más claro.

Aunque Santander, en sus zonas de Cueto y Monte preferentemente, se llevan mucho protagonismo, lo cierto es que nadie en la región se salva del robo. En enero, febrero y marzo de 2022, los hurtos llegaron a 400. Hasta junio, en Torrelavega, se presentaron 27 denuncias, en Camargo, 32, en Castro Urdiales, 23, o 21 en Piélagos. Aunque el año ha acabado con unas cifras mucho más elevadas, sin que haya motivo alguno de que las cosas van a mejorar este inaugurado 2023.

El debate actual en la calle (sería mejor decir dentro de nuestras casas) es que en España no se revisa o endurece ningún delito. Tenemos el mal ejemplo con la supresión o reducción en los delitos de sedición o malversación. Llegamos así a la conclusión de que con lo que sucede de habitual, robos masivos, no se da buen ejemplo, pero encima disminuyen penas en asuntos de vital trascendencia como son la desobediencia continuada de un gobierno autonómico, el catalán, con respecto a decisiones de las más altas instituciones del Estado, o la malversación, que tiene en el punto de mira el dinero público y utilizarlo responsablemente. Si ya vamos a la inseguridad generada por la nueva Ley de Garantía de la Libertad Sexual, más conocida como la ley del “solo sí es sí”, ¡apaga y vámonos! Desde su implantación, al menos medio centenar de delincuentes sexuales condenados se han beneficiado, hasta ahora, y lo que tendremos aún por ver en adelante.  En vez de reconocer errores y enmendarlos, se ataca a jueces y fiscales, porque tienen que saber aplicar esta ley y no lo hacen bien. Y esto se dice a quienes llevan toda la vida estudiando y aplicando la jurisprudencia, lo mismo que aún se sigue oyendo hablar en televisiones tendenciosas de la “injerencia del Tribunal Constitucional” en decisiones del Gobierno. La confusión generalizada es patente. Pero hay que regresar al temor dentro de los hogares, al miedo al robo, estén o no dentro de la vivienda, porque ya parece que también esto da igual a los mangantes.

En la medida que se produce más pillaje, denuncias, y se incrementa en el sentir ciudadanos esa inseguridad, creo que no hay respuesta oficial suficiente a semejante estado de cosas. Cuando se hace fuerte dentro de uno la falta de confianza, no piensas en positivo. Te preocupa lo mismo que te roben en casa, el coche, la moto, la bici, o dónde metes la cartera dentro de la ropa, para no quedarte sin ella. Recelas también de hablar en público sobre nada, no vaya a ser que alguien desconocido escuche lo que no debe, lo que desemboque en una de estas situaciones de inseguridad.

La información sobre todos los delitos que se cometen a diario en España no es proporcional al número de ellos que se producen, en qué lugar, por parte de quien, y las personas dañadas. A la hora de valorar donde se vive mejor, siempre puntúan los servicios de salud, colegios, el cuidado medioambiental, el acceso a la vivienda, la movilidad o la oferta cultural. Pero la seguridad de las personas, de las familias, siempre está a la cabeza. Ahora es algo muy cuestionado, porque las mejores ciudades españolas, bien calificadas pocos años atrás, se ven inmersas en un aumento imparable de robos y delitos comunes o especiales.

En las estadísticas internacionales y, por supuesto, europeas, España siempre ha sido definida como uno de los países más seguros. Algo así no se gana en poco tiempo, pero si no lo cuidas, puedes perderlo más pronto que tarde. Este debiera ser el debate, aunque mucho me temo que no está en la agenda de los gobiernos, inmersos en un populismo creciente, en no molestar a nadie (igual da buenos que malos), y en ser políticamente correctos con todo y con todos. Así nos va, al menos en materia de delincuencia: mal.

 

 

Miguel del Río