Reconocimiento a quienes nos protegen contra los incendios

 

 

Miguel del Río | 30.06.2024


 

 

 

 

 

Es normal que llegue el verano y hablemos de playa, montaña, barbacoas y fiesta. Unos disfrutamos y otros aseguran nuestro disfrute, como los pilotos de hidroaviones o helicópteros contra el fuego, y las brigadas en tierra asegurando que las medidas aplicadas sofoquen los fuegos. Su labor es encomiable, no está pagada como corresponde, y me temo que tampoco reconocida. Da coraje lo apáticos que somos en España para muchas cuestiones, especialmente para ensalzar a los nuestros, e inaceptable que la Unión Europea siga miope por invertir insuficientemente en medios para que estos hombres y mujeres, y su trabajo, sea valorado debidamente.

 

Es evidente en España, más en verano, que se contemplen incendios forestales, hectáreas destruidas y evacuaciones de localidades o poblaciones concretas acorraladas por las llamas. Pero tengo menos claro que igualmente se tenga en cuenta, como es debido, el peligroso trabajo en las extinciones del fuego que llevan a cabo hombres y mujeres de un valor y dedicación encomiables.  Albergo la sensación, y por eso he querido escribir este artículo de reconocimiento, que son aún pocos, no cuentan con los mejores medios, ni tampoco están bien pagados, para lo que ofrecen a la sociedad en su conjunto: poner su vida en riesgo para salvaguardar la de los demás.

Los españoles somos de rasgarnos las vestiduras cuando los gigantescos incendios avanzan y devoran todo a su paso. Cuando se sofocan, salvo los damnificados que lo han perdido todo, la tragedia se olvida, empezando por los Telediarios. Pasado no mucho tiempo, resulta muy raro que a alguien se le haya quedado el nombre del lugar devastado por la acción mayormente de pirómanos, que siguen sin tener el castigo ejemplar que merecen. Tampoco se recuerda el número de fuegos devastadores con gran destrucción medioambiental. Pues en 2018 fueron 3. Pasaron a 14 en 2019. En 2020 llegaron a 19 y se dio uno menos en 2021. Lo peor llegaría en 2022, con 57 catástrofes; y el año pasado regresamos a los 19 grandes incendios. La media en los últimos 10 años se sitúa en los 21 anuales, todos muy demoledores, ¡un desastre total!

Quienes no olvidan jamás son los equipos humanos, las brigadas de extinción, bomberos forestales, que lo dan todo, aunque no tienen muchas veces los suficientes medios para realizar sus tareas de apagar fuegos. Cada año se repite la misma historia. ¿Están bien, mal, o poco dotados del material necesario de lucha contra el fuego? Siguiente cuestión: ¿Se ha tomado buena nota del año pasado, con la destrucción de 89.000 hectáreas y la evacuación de más de 28.000 personas?

Desde el 1 de junio está en marcha la campaña estatal española contra incendios. Teniendo en cuenta lo malo que fue 2023, se nos dice con respecto a este ejercicio que se ha introducido un plan más sólido para la lucha contra esta plaga de quemar grandes zonas forestales, sin olvidar que en la mayoría de los casos son fuegos intencionados, aunque también está el factor de la falta de mantenimiento anual de esas zonas de riesgo. Este plan consiste en el aumento de las Brigadas de Refuerzo de Incendios Forestales (BRIF), una flota de hidroaviones de gran capacidad, y la participación siempre que sea necesario de la Unidad Militar de Emergencias del Ministerio de Defensa, que podrá contar en apoyo por parte de la Guardia Civil y la Policía Nacional. El verano y todo lo que pase será quien establezca si los recursos desplegados han sido suficientes. Queda pues aplazada la valoración final.

Como quiera que las malas experiencias y las falsas promesas se acumulan en nuestra historia de incendios, también la Unión Europea se ha de poner las pilas, porque no es que ande precisamente veloz en crear de verdad un gigantesco operativo para acometer las tragedias forestales que asedian cada verano muchas zonas europeas. Son en primer lugar los equipos de intervención, es decir, aquellos que trabajan en primera línea de fuego, quienes deben sentirse apoyados, reconocidos, dotados y pagados como es debido. Esto, en España, por citar un país, no ocurre. Hay mucha precariedad laboral (contratos de unos meses), cuando su dedicación a cargo de la prevención y el cuidado de los montes debería ser continuado en el tiempo.

Estamos inmersos en el Cambio Climático y los nuevos peligros a los que nos enfrentamos de cara a sequias, inundaciones, despertar de volcanes y situación crítica en la que se encuentra nuestro medio ambiente en general, sin dejar de nombrar los mares. La Comisión Europea – ahora que vuelve a estar dirigida por los mismos de antes que no han solucionado los problemas- debe pasar de las promesas a los hechos en cuanto a incendios. España, Portugal, Francia o Grecia arden cada verano. Hay que dejar de hablar de comprar más aviones y levantar más bases conjuntas de operativos para hacerlo realidad de forma inmediata. Voy a poner un ejemplo. Cuando se quiere rearmar al viejo continente, de cara a la amenaza rusa, los planes se ejecutan de un día para otro. No se entiende por tanto que no suceda lo mismo cuando hablamos de contar con más bomberos locales, aviones, helicópteros, vehículos especializados y otras unidades que intervienen en frenar el avance de las llamas que quieren destruir nuestros pueblos y ciudades.

Si todo esto es relevante, queda lo más importante. Elevar a la categoría debida la impagable labor que llevan a cabo los hombres y mujeres cuyo trabajo consiste en proteger a todos los demás. En cuanto me he enterado de las primeras intervenciones contra fuegos provocados en territorio nacional, no he dudado un segundo en querer hablar sobre todos y cada uno de estos profesionales que salvan vidas, protegen parajes, y alejan el fuego de las viviendas ocupadas por familias. Es desgarrador el mensaje de alguien que ha perdido pertenencias y recuerdos de toda una vida, unido a la rabia que da que el incendio haya sido provocado, y que aún estemos igual en cuanto a la falta de una legislación adecuada para castigar como es debido a quien provoca tanta y tan continuada desgracia. Nos volvemos a citar al final del verano, para hacer balance del fuego. Los datos 2024 que hay hasta la fecha es que se han registrado 2.444 siniestros, 1.582 de los cuales han sido conatos (afectado a menos de una hectárea), 862 han sido incendios (más de una hectárea) y cinco reciben la calificación de grandes incendios (más de 500 hectáreas). Gracias de corazón a todos los equipos que han colaborado en su extinción, ampliando siempre este reconocimiento a lo que van a seguir haciendo a diario. En nuestras ciudades, pueblos y barrios, donde ellos y ellas también viven, empecemos por ponerles cara.

 

 

Miguel del Río