Entonces… ¿consumo, ahorro, familias, jóvenes, bien o mal?
Miguel del Río | 15.09.2024
Una característica común a los cohetes es su rapidez. Comparar la economía con uno de estos artefactos puede sonar muy chévere, pero luego están los tozudos datos que hablan de familias que no llegan a final de mes, no poder comer carne o pescado de manera habitual, o el gran incremento de exclusión social de determinados grupos sociales, donde preocupa especialmente la pobreza en los niños, disparada en España. En el hablar bien de la economía hay otro matiz impepinable. A quien le va estupendamente habla en positivo sobre ella, y no puede decir lo mismo el joven mileurista que ha de asumir que, con lo que gana, nunca tendrá casa.
Cuando me surge el interés en escribir sobre la situación real de la economía española, las familias, lo que pueden consumir y ahorrar, salta la noticia de que el Gobierno de España destinará 20 millones de euros para la compra de bicicletas eléctricas. En las apariencias, estamos que lo tiramos, hay dinero para todo, aunque si empleamos los matices en esto último de la abundancia financiera, seguramente desde los jóvenes trabajadores mileuristas, hasta los profesionales peor pagados tendrían que concretar mucho al respecto.
Desde ya quiero zanjar que todo lo que se exponga y desprenda de este artículo tiene que ver con cómo le vaya, bien, regular o mal, a quien lo lea. En líneas generales, ni los más afamados economistas españoles se ponen de acuerdo sobre la auténtica realidad, en 2024, cercanos al 2025, de la economía nacional. He aquí ejemplos. El televisivo profesor de economía de la Universidad de Barcelona, Gonzalo Bernardo, ratifica que la economía española va como un cohete, auténtico eslogan del presidente del Gobierno. En cambio, Daniel Lacalle, igualmente mediático profesor del IE Business School y del Instituto de Estudios Bursátiles, plantea que la economía parece estar dopada, lo que afecta negativamente al poder adquisitivo de las familias. Ya ven, difícil encontrar unanimidad, por lo que nadie mejor que uno, para saber lo que cuesta la hipoteca, la cesta de la compra, el aceite, la gasolina o el regreso de los niños al colegio.
En la balanza de las características positivas de la economía española están un buen comportamiento de las exportaciones, del mercado laboral que crea empleo, de la generosidad de los fondos europeos tras el covid, y, como siempre y, ante todo, un flujo imparable de turistas. En la parte negativa, y luego veremos cifras y datos escalofriantes, el aumento de la pobreza en general y, en especial, de la infancia (mayor tasa de la UE), la deuda pública imparable, la alta inflación, los precios desbocados en todo, aunque hay que hablar sobremanera de la cesta de la compra, el aumento de familias que acuden a los servicios sociales, la inaccesibilidad de jóvenes a la vivienda y ahora también el alquiler, porque con lo que ganan en sus trabajos no llegan ni por asomo a final de mes, y su anhelo de independizarse de sus padres, que les ayudan, se ha desvanecido.
Efectivamente, hablar de país rico y de bonanza económica, cuando el 6,7 % de los hogares no pueden comer carne dos días a la semana, resulta farsante. Lo que pasa es que, en líneas generales, España va mejor que sus socios europeos, ya que es el propio Banco Central Europeo el que, con sus decisiones, traslada que la economía europea está prácticamente estancada, y aquí se nota menos, sobre todo por la apariencia habitual de que se vive muy bien.
No lo parece, y más tras el verano y las vacaciones, pero lo que más preocupa a medio plazo es la gran debilidad, real, del consumo privado. No da esta sensación, lo parece, por el gran impulso en las matriculaciones de vehículos, que todo el mundo viaja, y lleva a cabo proyectos personales caros, con un cambio de mentalidad tras la pandemia de vivir a tope, empezando por cumplir sueños y anhelos realmente costosos. Huelga decir que el crédito bancario al consumo va bien, y las entidades que prestan el dinero esperan seguir creciendo a buen ritmo en los próximos años. Luego hay que pagar esas deudas, y aquí es cuando llega el problema para muchas familias. No sería justo obviar el magnífico dato que arrojan las familias que pueden ahorrar. En el primer trimestre del actual año se ha producido un aumento del 9,7% (supera los 2,1 billones de euros). Lo malo es que, en contraposición a esta buena noticia, nos encontramos con que la mitad de las familias españolas no llegan a final de mes, y el Gobierno lo sabe. Así es fácil extrapolar una gran verdad: cada vez es mayor la diferencia entre ricos y pobres, con una clase media extinguida del mapa económico.
Mencionaba atrás de cifras y datos escalofriantes que es necesario dar, para que abramos los ojos sobre la auténtica situación del país, y Gobiernos y Administraciones actúen en consecuencia a lo que necesitan con urgencia muchos ciudadanos y grupos sociales concretos.
En primer lugar, llegamos a los 10 millones de españoles que viven en riesgo directo de pobreza. Muy vinculado con lo anterior, llegan ya al 37% los hogares que no tienen capacidad para afrontar gastos imprevistos. Estamos al final de un verano que para muchos puede haber resultado idílico, aunque no sientan lo mismo el 33% de la población que no puede salir de casa, al menos una semana al año.
En segundo lugar, urge frenar la cifra de casi un 50 % de españoles que declaran algún tipo de dificultad para llegar a fin de mes. En mayor medida tras la pandemia, ha surgido otra expresión tremendamente injusta a la hora de que un país pueda ser proclamado rico. Ese problema se denomina pobreza energética, y la sufren más de un 20% de hogares, que no pueden permitirse mantener una temperatura adecuada de sus viviendas en el invierno que pronto regresará.
Con todo, lo más lamentable es lo que nos ocurre con la pobreza infantil, llegando a alcanzar una tasa del 33,5%. Su coste actual y a todas luces insuficiente es de 63.000 millones, equivalente al 5,1 del PIB del país. Frente a todo lo hablado y comparado, solo por esta última situación que denuncio, no convence hablar de una economía que va como un cohete. Va bien para unos pocos, por cierto, cada vez más ricos. E igualmente se va agrandando la brecha entre quienes pueden adquirir, sin problema alguno, bienes y servicios, y a los que no les llega ni para comer. Cuando en mi entorno alguien me quiere demostrar que las cosas van bien, me hablan de restaurantes llenos. Y yo les contesto que vale, que sí, pero que me están hablando de los ciudadanos que se lo pueden permitir.
Miguel del Río