La rebelión de los vecinos tras un verano turístico de invasión

 

 

Miguel del Río | 29.09.2024


 

 

 

 

 

Como quiera que hay problemas en España que se eternizan, sin solución a la vista (okupas), pudiera deducirse que con la masificación turística va a ocurrir lo mismo, y se equivocan quienes piensen así. Muchos ayuntamientos están anunciando ya medidas frente a la invasión. Pero es que además los pisos turísticos, especialmente si son ilegales, atentan directamente contra la convivencia tranquila dentro de las comunidades de vecinos, que se rebelan. Los propietarios han disparado las peticiones de reunirse para ser ellos quienes pongan orden, a falta de regulación, normas y ordenanzas, cuya inexistencia facilita este turismo tan perjudicial.

 

93 días y 16 horas ha durado el verano de 2024, pero en muchas localidades españolas, sus barrios y vecinos de toda la vida no olvidan las consecuencias de la masificación turística, y la proliferación descontrolada de los pisos turísticos. Solo en Cantabria, se ha sabido de la mano del Colegio de Administradores de Fincas que aumenta en un 40% las peticiones de las comunidades de vecinos, de cara a convocar reuniones urgentes de los propietarios en las que votar la prohibición de utilizar las viviendas para el hospedaje de turistas temporales. No crean que lo más molesto de esta nueva actividad económica va a ser el trasiego permanente de personas desconocidas, entrando y saliendo por el portal. Hay que añadir las fiestas improvisadas, el volumen de la música, los ruidos, el chirrido de las ruedas de maletas, y la imposibilidad en ocasiones de que los vecinos fijos duerman las horas recomendables para levantarse frescos al día siguiente, y acudir a sus tareas sin apariencia malhumorada por falta de descanso.

Todo lo relacionado ahora con la vivienda en España está inmerso en gran incertidumbre, además de una injusta indefensión. En general, impera el cabrero por los surrealistas casos en que se ven envueltos muchos propietarios. A la imposibilidad de adquirir casa por parte de los jóvenes, hay que sumar el grave perjuicio que el uso turístico de pisos propicia al alquiler en general, con precios disparatados que no se acomodan a los sueldos. Nos encontramos además con el grave problema de los okupas, donde hay una permisividad inconcebible por parte de las Administraciones (se quejan de que no hay concreción legal) y, por si esto fuera poco, surge en paralelo el concepto de inquiokupas, que son aquellas personas que no pagan el alquiler de la vivienda que habitan, y tampoco la dejan libre para que sus legítimos dueños recuperen la propiedad. ¿Qué será lo siguiente?

Lo siguiente debería ser legislar y regular todas estas anomalías, utilizando esencialmente para ello el sentido común, ya que muchas de las denuncias que se dan hoy en nuestro país bien pueden ser tachadas como disparates. La inseguridad jurídica se erige casi siempre en el principal escollo que ahuyenta las inversiones, aunque no parece perjudicar especialmente a España, dada la avalancha de capital que los fondos de inversiones (fondos buitres) están empleando en adquirir aquí bloques enteros de viviendas, para uso posterior turístico, lo que cambia drásticamente la fisonomía y forma de vivir en los barrios tradicionales de muchas ciudades.

Entendiendo perfectamente los consejos de los administradores de fincas, mientras no haya una regulación clara al respecto, de arriba hacia abajo, es decir, Gobierno de España. comunidades autónomas y municipios, mucho me temo que las fiestas de madrugada van a continuar para disgusto, queja y enfermedad nerviosa de quienes solo quieren disfrutar de su casa con tranquilidad.

De haber esa regulación con las consiguientes normas claras, no sucedería mucho de lo que pasa, con calles enteras del centro de las ciudades que pierden la reputación de buena habitabilidad, invadidos por tanta maleta errante, que amenaza hacerse notar a lo largo de todo el año, porque esto ya no es solo un problema específico del verano. A la vuelta de la esquina, la masificación turística regresa por Navidad, después vendrá la Semana Santa y de nuevo inmersos en un nuevo verano, el de 2025, donde se repetirán las mismas escenas y manifestaciones de mayor control o directamente rechazo, pero será un cuarto año en el que no se habrán tomado las medidas necesarias de apuesta solidaria por el equilibrio y la sostenibilidad (¿qué hay de la famosa Agenda 2030?).

Sería injusto no reconocer que muchos municipios, desde grandes como Barcelona, a pequeños como Comillas o Cabezón de la Sal, aquí en Cantabria, y tras ver lo que ha pasado en el último verano, estudian y muestran total disponibilidad a tomar medidas para frenar y cortar una masificación que está repercutiendo muy negativamente en el medio natural de lugares y parajes cuyo medio ambiente requiere de especial protección.

Por otra parte, los vecinos afectados por los pisos turísticos ilegales presentan ya a las claras su total rebelión al no ser escuchados, comprobando el aumento de viviendas para darle este uso ilegal. Se está tardando mucho en adoptar medidas, que traten de buscar un equilibrio entre todas las partes. Para nada es ir en contra del turismo y la riqueza que genera, pero da sensación de que el problema se nos ha ido de las manos. Los vecinos, en su total derecho, incrementan las solicitudes de reuniones entre ellos para acordar defenderse ante semejante invasión, perjudicial a todas luces para ellos, su derecho a vivir sin sobresaltos dentro de su casa, y preservar también el inmueble tanto en su interior como exterior, porque no es lo mismo cuidar de lo que es tuyo que romper y destruir cuando tan solo has adquirido un compromiso de pernoctar en un espacio por pocos días.

En una sociedad que va cada vez más encaminada al desorden, restaurémoslo, porque hablamos de personas, de sus derechos, de su vivienda, de su edad, salud, de que, en muchos casos, pensionistas, se han ganado todo el derecho a vivir en paz y a no ser molestados por inquilinos turísticos desconocidos y distintos cada semana, como si su comunidad vecinal fuera un hotel. No, no es aceptable. Y sí, es comprensible esta especie de rebelión de vecinos, que irá en aumento.

 

 

Miguel del Río