100.000 bravos voluntarios, solidarios y eficaces, de Valencia

 

 

Miguel del Río | 25.11.2024


 

 

 

 

 

Valencia y voluntarios son dos palabras que empiezan por la misma letra. Nada menos que 100.000. Han llegado a la zona cero de la tragedia, transportando ayuda y poniéndose manos a la obra en los trabajos que fuera menester. Lo hicieron además raudos, sin pensarlo dos veces, como si parece que hicieron diversas Administraciones, que en absoluto dieron sensación de reacción urgente. Los 100.000 de Valencia son todo un ejemplo de solidaridad y eficacia. Han demostrado que no hay un Estado fallido. Lo que hay es un pueblo que demuestra su verdadero sentir cuando la fatalidad lo exige.

 

En Valencia están desplegados ahora mismo 8.499 efectivos del Ejército Español, 9.728 policías y guardias civiles, 1.280 bomberos y 800 integrantes de Protección Civil. Son muchos (20.307), pero la cifra que asombra al resto de España y del mundo son los 100.000 voluntarios llegados a las zonas devastadas, para ponerse manos a la obra en lo que fuera necesario (antes), y sea menester (en adelante).

No son muchas las veces al año en que uno puede escribir que no está aún todo perdido en cuanto al comportamiento humano, y lo mal que lo estamos haciendo en tantos aspectos. El peor, las guerras. Los problemas políticos, sociales y bélicos se nos acumulan, y hay muchos momentos en que pienso que nada parece importar dentro de nuestro entorno, por la falta de reacción y movilización social que hay para mostrar el enojo y la protesta directamente, ante la falta de iniciativa y unidad de cara a afrontar lo que se nos viene. Dentro de España, no sé si la tragedia de Valencia va a suponer un antes y un después en lo de trabajar todos juntos en pro de la reconstrucción. No lo parece, pero tampoco hay que perder el optimismo, ya que la inversión económica y de trabajos en infraestructuras, viviendas, campos y negocios es de asustar.

Los primeros días y semanas de la hecatombe valenciana fueron un desastre de coordinación, organización, declaraciones y enfrentamientos que no venían a cuento. Cuando se han perdido tantas vidas, casa, enseres, negocio o trabajo, hay que aparcar las diferencias que se manifiestan a diario en este país, y estar a lo que hay que estar, con la gente que más lo necesita. Esto lo han entendido desde el primer momento la otra riada de Valencia, en este caso positiva, protagonizada por los miles de voluntarios llegados de todas partes. En Paiporta, la zona cero de la DANA, donde los niños, aún, no tienen escuela, reza una pancarta que lo dice a las claras: “Gràcies voluntaris”. 100.000, nada menos. Llegaron aportando agua, víveres, utensilios de limpieza, ropa, productos para el aseo y, en muchos casos, la donación de su propio dinero, vehículos, camiones, furgonetas e incluso palas y excavadoras. Lo que de entrada no hizo bien el Estado, lo llevaron a cabo ellos, con su esfuerzo personal. Todo un ejemplo de solidaridad que se ha podido recoger a través de cientos de testimonios.

Tras el lógico shock inicial, se está procediendo ya a nombramientos de perfiles técnicos, no políticos, que llevarán a cabo la gran reconstrucción. No sé si será posible que antes de que termine el año se presente ese primer borrador con todo lo que va a necesitar la provincia de Valencia, recogido de manera detallada en un plan concreto, que es lo que esperan precisamente los damnificados. Reconstruir las infraestructuras abre este ambicioso proyecto, porque son muchas las dañadas o inutilizadas de manera irrecuperable, y solo la cuantía de recomponer carreteras y redes de comunicaciones es de por sí ingente.

En la medida en que Valencia cuente ya con ese plan, en paralelo está completamente abierto el debate de cómo y dónde se volverá a levantar todo lo destruido, en el sentido de que los expertos alertan que algo así puede volver a darse en la zona, y ahora ya es imperioso tenerla preparada para que las construcciones aguanten, empezando por no edificar en aquellas zonas de altísimo riesgo, por donde pueden discurrir sin control una riada como la acontecida en aquel aterrador 29 de octubre.

Imagino que, con el tiempo, se empiece a hablar de Valencia como pionera dentro de España en la adaptación a los cambios climáticos que puedan producirse. Dicho de otra manera, sería bueno trasladar al resto de comunidades las decisiones e iniciativa que se tomen de ahora en adelante en aquella región, que siempre ha demostrado saber lo que hace, ya que no en valde es la cuarta economía nacional. De paso, en adelante debe quedar clarito el papel del Estado y el Gobierno central en caso de catástrofes, y su aportación y colaboración con las autonomías, en el supuesto de que vengan mal dadas. Hablar en los primeros momentos de la DANA de competencias, de que esto corresponde a tal o cual, resultó absolutamente de país subdesarrollado.

Tras los reiterados fallos cometidos con esta riada, creo también que es momento de hacer una relectura de lo que significa el CENEM, Centro Nacional de Seguimiento y Coordinación de Emergencias. En su web se autodefine como “un centro estratégico de gestión y coordinación de la información y alerta a nivel nacional en materia de Protección Civil, que trabaja en cooperación con los demás centros de coordinación autonómicos e internacionales en el mismo ámbito, dando un servicio de seguimiento de los sucesos que afecten a la población de manera ininterrumpida las 24 horas, los 7 días de la semana, los 365 días del año”. A tenor de lo sucedido, quién lo diría.

De este organismo, y en casos extremos, depende la coordinación de la Agencia Española de Meteorología (la famosa AEMET), la Dirección General de Tráfico (DGT), el Instituto Geográfico Nacional (IGN), la Unidad Militar de Emergencias (UME), las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, así como otros organismos científico-técnicos. Por supuesto que no están en cuestión, pero tras lo de Valencia queda claro que hay que acomodarlos a los tiempos y las circunstancias climáticas que se puedan dar.

Entretanto, la calamidad nos ha unido más y saca lo mejor de nosotros. ¿La prueba? 100.000 voluntarios para los que no hay palabras de agradecimiento, aunque sí poner en valor que somos un gran país, no un Estado fallido, porque lo esencial en cada territorio son las personas, y sus sentimientos y actuaciones cuando ven lo que ocurre a otros compatriotas. Dejarlo todo y encaminarse a Valencia, con pala y escobón, hasta que la vida allí recobre aspecto de normalidad, ha sido una iniciativa enorme.

 

 

Miguel del Río