[Éste es la tercera de las Charlas Matrimoniales del Padre Antonio
Rivero]
Artículos precedentes:
La fuerza del
amor
Tu familia
Al igual que un día Jesús dijo a Pedro: “Rema mar adentro y echad las
redes para la pesca”...hoy me atrevo a decir a todos los matrimonios:
“Familias, remad mar adentro y echad las redes para la pesca”.
Ahondemos en esta metáfora de la barca y desentrañemos lo que hay
detrás.
I. Preparar todo antes de la travesía
• Timón: la voluntad de Dios.
• Remos: las virtudes humanas y cristianas. Remos firmes, estables,
resistentes...si no, se romperán con las olas del mundo o se estropearán
con la sal del ambiente humedecido.
• Redes: de la militancia y ansia de conquista. Libres de algas
malignas, bien cosidas.
• Velas limpias, sin agujeros: espíritu de oración y unión con Dios.
• Brújula: conciencia recta que marque la orientación correcta en la
travesía.
• Luces de orientación bien instaladas y no con fallos de desidia,
flojera, descuido.
• Proa: el estandarte de la cruz
• Popa: La Virgen
II. Durante la travesía
• No olvidar el puerto: llegar a Dios, ser santo
• Soltar amarras: excusas, cansancios, comodidad, miedos, egoísmo,
soberbia, dudas, desconfianza. No podemos quedarnos en la orilla toda la
vida. Los grandes peces están adentro en alta mar. Las amarras nos
detienen y nos impiden navegar.
• Ir cantando y unidos a los demás en caridad.
• No hacer caso a las sirenas que nos invitan a desviarnos de la ruta
que nos lleva a Dios.
• Reponer fuerzas, coser redes, en el astillero, con los sacramentos.
• No temer los vientos. Ni los monzónicos de la comodidad y pereza. Ni
los glaciares de la soberbia y racionalismo. Ni los alisios de la
mediocridad.
• Desplegar velas. Dejarme llevar por el viento del Espíritu Santo,
poniendo todos mis talentos y cualidades al servicio del Reino de
Cristo.
• Echar las redes con todo el arte y con la confianza en el Señor. ¡Qué
redada de peces! Metodología apostólica: persona a persona, de vértice a
base, vida de equipo, eficacia.
III. Después de la travesía
Llegarán felices y contentos a buen puerto, al puerto de la salvación. Y
allí les saldrá Dios para darles el premio de su fidelidad. Sentirán su
conciencia en paz y tranquila, porque fueron constantes y perseverantes
en la travesía, sorteando todo especie de escollos, sirenas y piratas.
Sus hijos estarán orgullosos de haber tenido unos papás que les
enseñaron a remar en la vida, para no dejarse atemorizar por los vientos
ni obstáculos. Y ellos harán lo mismo cuando formen una nueva familia.
Tendrán el recuerdo de sus padres y su ejemplo les servirá de incentivo
y de ejemplo.
Mereció la pena la travesía matrimonial, con Dios en la barca y con el
amor como motor de esa barca.
¡Que Dios les premie su fidelidad!
arivero@legionaries.org