Servicio diario - 28 de agosto de 2016


 

Terremoto en Italia: el Papa en el ángelus recuerda su cercanía a los afectados
Posted by Sergio Mora on 28 August, 2016



(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- El papa Francisco después de rezar la oración del ángelus desde su estudio que da a la Plaza de San Pedro, recordó su cercanía espiritual a las personas de las zonas afectadas por el terremoto de la madrugada del pasado miércoles en la zona de Italia central y rezó por ellos un Ave María con la multitud allí reunida.
El movimiento telúrico de 6 grados de la escala Richter y las sucesivas réplicas dejaron un saldo de más de 290 muertos y 2.500 personas sin hogar.
“Queridos hermanos y hermanas –dijo el papa Francisco– deseo renovar mi cercanía espiritual a los habitantes del Lazio, de Le Marche y de Umbria, duramente golpeados por el terremoto de estos días”.
Y señalo que piensa “en particular a la gente de Amatrice, Arquata, Pescara del Tronto y Norcia. Una vez más les digo a estas queridas poblaciones que la Iglesia comparte sus sufrimientos y sus preocupaciones, reza por los difuntos y por los sobrevivientes”.
A continuación el Santo Padre indicó que “la atención con la cual las autoridades, fuerzas del orden, la protección civil y voluntarios están operando, demuestra cuanto sea importante la solidaridad para superar las pruebas así dolorosas”.
Y concluyó indicando que “apenas posible también yo espero ir a verlos, para llevarles personalmente el consuelo de la fe, mi abrazo de padre y hermano y el apoyo esperanza cristiana”.
Rezemos por estos hermanos todos juntos: “Ave María…”.
Las localidades más afectadas fueron Amatrice, con 230 muertos, Arquata del Tronto, con 50 y Accumoli, con 11. La solidaridad en Italia es enorme y hasta el momento se han recaudado más de 6,1 millones de euros.
El gobierno prometió reabrir las escuelas apenas sea posible para dar una señal, y señaló que localidades destruidas serán reconstruidas en los lugares en que estaban y no con ciudades satélites como en el anterior terremoto en el Aquila en 2009.
En el Ángelus: Mama Antula y la Fragata Liberta, y Francisco sonríe… “la tierra tira…”
Texto completo del ángelus


En el Ángelus: Mama Antula y la Fragata Liberta, y Francisco sonríe… “la tierra tira…”
Posted by Sergio Mora on 28 August, 2016



(ZENIT – Ciudad del Vaticano). Después de rezar la oración del ángelus ante los miles de peregrinos reunidos en la Plaza de San Pedro, el santo padre Francisco señaló que ayer sábado en su país fue proclamada beata Maria Antonia de San José, Mama Antula, la octava beata argentina.
La ceremonia fue en la ciudad de Santiago del Estero, en el interior del país, donde miles de personas participaron a la ceremonia presidida por el representante del Papa, el cardenal Angelo Amato.
Su ejemplar testimonio cristiano, especialmente su apostolado en la promoción de los ejercicios espirituales, puedan suscitar el deseo de adherir siempre más a Cristo y al evangelio”, dijo.
La oración del ángelus así como la primera parte explicando las lecturas del día, Francisco las hizo en italiano, así como los saludos finales a los peregrinos provenientes de Italia y de diversos países.
Llegando hacia el final cambió idioma: “Saludo a los marinos de la nave escuela argentina Fragata Libertad”, y amenizó diciendo que estos saludos los hizo en español porque “la tierra tira”…
El buque escuela que ha realizado más de 35 viajes internacionales, llegó este jueves al puerto de Civitavecchia, en uno de sus giras habituales, con la misión de completar la formación profesional de los guardiamarinas del país.


Texto completo del ángelus, domingo 28 de agosto de 2016
Posted by Redaccion on 28 August, 2016



(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- El santo padre Francisco rezó este domingo desde su estudio que da hacia la Plaza de San Pedro, la oración del ángelus. Poco antes de la misma y después dirigió las palabras que reportamos a continuación. Rezó también con los miles de fieles y peregrinos allí presentes por las víctimas y familiares del terremoto de Italia.
Texto completo:
«¡Queridos hermanos y hermanas, buenos días!
El episodio del Evangelio de hoy nos muestra a Jesús en la casa de uno de los jefes de los fariseos, concentrado en observar cómo los invitados a almorzar se esforzaban por elegir los primeros lugares. Es una escena que hemos visto muchas veces: buscar el mejor lugar incluso ‘con los codos’.
Al ver esta escena, él narra dos breves parábolas con las cuales ofrece dos indicaciones: una se refiere al lugar, la otra se refiere a la recompensa.
La primera semejanza está ambientada en un banquete nupcial. Jesús dice: “Cuando te invitan a un banquete de bodas, no te coloques en el primer lugar, porque puede suceder que haya sido invitada otra persona más importante que tú, y cuando llegue el que los invitó a los dos, tenga que decirte: ‘Déjale el sitio’
Con esta recomendación Jesús no quiere dar normas de comportamiento social, sino una lección sobre el valor de la humildad. La historia nos enseña que el orgullo, el arribismo, la vanidad, la ostentación son la causa de muchos males. Y Jesús nos hace entender la necesidad que tenemos de elegir los últimos lugares, o sea, buscar la pequeñez y el ocultamiento: la humildad.
Cuando nos ponemos ante Dios en esta dimensión de humildad, entonces Dios nos exalta, se inclina hacia nosotros para elevarnos hacia él; “Porque todo el que se ensalza será humillado, y el que se humilla será ensalzado” (v. 11).
Las palabras de Jesús subrayan actitudes completamente diferentes y opuestas: la actitud de quien se elige su propio sitio y la actitud de quien se lo deja asignar por Dios y espera de Él la recompensa.
No lo olvidemos: ¡Dios paga mucho más que los hombres! ¡Él nos da un lugar mucho más bello de aquel que nos dan los hombres! El lugar que nos da Dios está cercano a su corazón y su recompensa es la vida eterna. “¡Serás bienaventurdado – dice Jesús, recibirás tu recompensa en la rela resurrección de los justos”.
Es lo que se describe en la segunda parábola, en la que Jesús indica la actitud de desinterés que debe caracterizar la hospitalidad, y dice: “Cuando des un banquete, invita a los pobres, a los lisiados, a los paralíticos, a los ciegos. ¡Feliz de ti, porque ellos no tienen cómo retribuirte!”.
Se trata de elegir la gratuidad en vez del cálculo oportunista que trata de obtener una recompensa, que busca el interés y que busca enriquecerse mucho más.
En efecto, los pobres, los sencillos, aquellos que no cuentan, jamás podrán retribuir una invitación a comer. Así Jesús demuestra su preferencia por los pobres y los excluidos, que son los privilegiados del Reino de Dios y transmite el mensaje fundamental del Evangelio que es servir al prójimo por amor a Dios.
Hoy Jesús se vuelve la voz de quien no tiene voz y dirige a cada uno de nosotros un llamamiento afligido a abrir el corazón y a hacer nuestros los sufrimientos y las angustias de los pobres, de los hambrientos, de los marginados, de los prófugos, de los derrotados por la vida, de cuantos son descartados por la sociedad y por la prepotencia de los más fuertes. Y estos descartados representan, en realidad, la mayor parte de la población.
En este momento, pienso con gratitud a los comedores donde tantos voluntarios ofrecen su servicio, dando de comer a personas solas, en dificultad, sin trabajo o sin casa.
Estos comedores y otras obras de misericordia –como visitar a los enfermos y a los encarcelados– son palestras de caridad que difunden la cultura de la gratuidad, porque cuantos trabajan en ellas están movidos por el amor de Dios y son iluminados por la sabiduría del Evangelio. De este modo el servicio a los hermanos se convierte en testimonio de amor, que hace creíble y visible el amor de Cristo.
Pidamos a la Virgen María que nos conduzca cada día por el camino de la humildad. Ella ha sido humilde toda su vida, que nos haga capaces de gestos gratuitos de acogida y de solidaridad hacia los marginados, para llegar a ser dignos de la recompensa divina».
El papa Rezó el ángelus y después dirigió las siguientes palabras:
«Queridos hermanos y hermanas, deseo renovar mi cercanía espiritual a los habitantes del Lazio, de Le Marche y de Umbria, duramente golpeados por el terremoto de estos días.
Pienso en particular a la gente de Amatrice, Arquata, Pescara del Tronto y Norcia. Una vez más les digo a estas queridas poblaciones que la Iglesia comparte sus sufrimientos y sus preocupaciones. Recemos por los difuntos y por los sobrevivientes”.
La atención con la cual las autoridades, fuerzas del orden, protección civil y voluntarios están operando, demuestra cuanto sea importante la solidaridad para superar las pruebas dolorosas.
Queridos hermanos y hermanas, apenas posible también yo espero de ir a visitarlos, para llevarles personalmente el consuelo de la fe, el abrazo de padre y hermano y el apoyo de la esperanza cristiana.
Recemos por estos hermanos y hermanas, todos juntos:
Ave María…
Ayer en Santiago del Estero, en Argentina ha sido proclamada beata, sor María Antonia de San José; el pueblo la llama Mama Antula. Su ejemplar testimonio cristiano, especialmente su apostolado en la promoción de los Ejercicios espirituales, puedan suscitar el deseo de adherir siempre más a Cristo y al evangelio.
El jueves próximo 1° de septiembre celebraremos la Jornada Mundial de Oración por la custodia de la creación, junto a los hermanos ortodoxos y de otras Iglesias. Será una ocasión para reforzar el empeño común para salvaguardar la vida, respetando el ambiente y la naturaleza.
Saludo ahora a todos los peregrinos provenientes de Italia y de diversos países, en particular a los monaguillos de Kleineraming (Austria); a los marinos de la nave escuela argentina Fragata Libertad, lo he dicho en español porque ¡la tierra tira! A los fieles de Gonzaga, Spirano, Brembo, Cordenos y Daverio, a los jóvenes de Venaria, Val Liona, Angarano Moncalieri y Tombello.
A todos les deseo un buen domingo y por favor no se olviden de rezar por mi». Y concluyó con su conocido: ‘¡Buon pranzo e arrivederci!’.


Santa María de la Cruz – Juana Jugan – 29 de agosto
Posted by Isabel Orellana Vilches on 28 August, 2016



(ZENIT – Madrid).- En esta festividad del martirio de san Juan Bautista, celebramos la vida de Juana. Nació en Cancale, Francia, el 25 de octubre de 1792. Su padre era un honrado pescador en las costas de Terranova y un día el mar bravío lo engulló. Ella tenía cuatro años. Después fue de gran ayuda para su madre, que debía alimentar a todos los hijos; cuidaba un rebaño mientras rezaba y mantenía viva la presencia de Dios en su corazón. En 1810 obtuvo empleo como ayudante de cocina en casa de la vizcondesa de la Chouë. A los 18 años la cortejó un marinero. No quiso comprometerse entonces y al cumplir los 24 el enamorado insistió. Su madre juzgaba que el matrimonio sería ventajoso, pero a Juana le movía esta poderosa convicción: «Dios me quiere para Él. Él me guarda para una obra que no es aún conocida…».
En 1816 participó en una «Misión». Y en medio de la oración brotó el afán de consagrarse a Dios y de asistir a los pobres por amor a Él, vinculada a la Tercera Orden del Corazón de la Madre Admirable, obra de san Juan Eudes. Comenzó a trabajar como ayudante de enfermería en el hospital «du Rosais» de Saint-Servan, hasta que en 1823 cayó enferma por causa de gran fatiga. Pero ya había hecho acopio de una excelente formación que iba a ayudarle en su misión, y mostrado gran sensibilidad para comprender y paliar el dolor ajeno. Convivió con Marie Lecoq doce años. Compartían el mismo ideal: misa diaria, oración, visitas a los pobres de la parroquia, y la formación catequética a los niños. Ella ayudó a Juana a restablecerse.
Lecoq murió en 1835. Pocos años más tarde, la santa alquiló una vivienda junto a François Aubert, que era conocida suya. Inició la fundación en el invierno de 1839 con la acogida de una anciana viuda, pobre, ciega y enferma de la que tenía referencia directa. La ubicó en su dormitorio portándola en sus brazos, y ella se mudó al granero. Las siguientes integrantes fueron Virginia, una joven de 17 años, que sanó gracias a sus cuidados, y otra persona mayor, soltera, que había servido gratuitamente a un matrimonio sin recursos y que no tenía a dónde ir. La demanda crecía y pronto escaseó el espacio. Abnegada, generosa, llena de piedad y misericordia por los pobres desvalidos, los buscaba en barrios marginales y en toda clase de tugurios. En 1840 pusieron en marcha una asociación caritativa junto al vicario del lugar, Augusto Le Pailleur; éste sería su cruz. François tuvo en cuenta su avanzada edad, y prefirió quedarse en la retaguardia. Esta mujer, Juana y Magdalena Bourges, otra enferma cobijada en casa, que la fundadora auxilió, fueron las primeras integrantes de las Hermanitas de los Pobres.
Para alimentar a tantas personas recogidas y a falta de ingresos, mendigaban. Lo habían hecho antes las ancianas, pero pidieron a Juana que las sustituyera. Y ella aceptó animada por un religioso de san Juan de Dios. Tuvo que vencerse y hacer un ímprobo esfuerzo, pero salió a la calle y afrontó valientemente muchos desplantes y chanzas. Sufrió las inclemencias meteorológicas y la penalidad de los largos trayectos. Tenía dotes para la colecta, y obtenía no solo dinero sino también ayuda en especies. Un día le dieron una bofetada, y ella respondió mansamente: «Gracias; eso es para mí. ¡Pero ahora deme algo para mis pobres, por favor!». Una persona que poseía cuantiosos bienes juzgó que era suficiente con la notable cantidad que le entregó; no llevó bien que Juana volviese de nuevo en otra ocasión y la trató sin miramiento. Pero ella no se arredró. Le recordó que precisaban comer todos los días. El hombre, impresionado, se avergonzó y se convirtió en uno de sus benefactores. La santa también infundía el amor al trabajo a los ancianos, que ayudaban con lo que sabían hacer para costear los gastos.
En 1843 fue unánimemente reelegida superiora por sus compañeras. En 1845 la Academia Francesa le concedió el premio Montyon por su labor humanitaria; el dinero que le dieron lo invirtió en reparar un techo. También la logia masónica premió su labor con una medalla de oro que fundió para hacer un cáliz. Su fama crecía, aunque ella no la buscara. Sin embargo Le Pailleur tenía aspiraciones que no discurrían por el camino evangélico. Su intención era manejar a su antojo la fundación y pensando que no podría intervenir en ella si Juana estaba al frente, poco tiempo después de la elección, dando por inválida su designación, la relegó a la colecta sin más atribuciones. Como siempre, un santo obra milagros en la adversidad y arrebata las gracias con su virtud. Juana, que no perseguía el poder, obedeció y asumió con mansedumbre la decisión y las humillaciones que siguieron después, incluido el trato prepotente y altivo de la nueva y joven superiora.
Enviada a Rennes a mendigar, fundó allí en 1846 y luego abrió casas en distintos puntos del sur de Francia. Devotísima de san José, logró que los ancianos se encomendaran a él, y obtuvieron lo que pedían. En 1852 Le Pailleur, que le prohibió también pedir limosna, la envió a la casa fundadora. Permaneció en ella cerca de tres décadas realizando tareas domésticas, completamente postergada, íntima y profundamente unida a Cristo, amando a los pobres, en quienes le veía: «No olviden nunca que el pobre es nuestro Señor». Desde el anonimato se ocupó de mantener en pie la Orden, impulsándola, gozándose íntimamente en su sencillez de los frutos que se cosechaban. ¡Qué corazón tan grande! Con sus propios matices, esta es la noble y conmovedora historia que late en las fundaciones porque quienes las impulsaron murieron día a día a sí mismos buscando únicamente la gloria de Dios.
La obra fue aprobada por León XIII en marzo de 1879. El 29 de agosto de ese año ella murió en silencio, como hizo en las décadas de humano ostracismo mientras que su espíritu iba inundándose con la luz divina. Muchas de las hermanas supieron después que era la fundadora. Juan Pablo II la beatificó el 3 de octubre de 1982. Benedicto XVI la canonizó el 11 de octubre de 2009.