21.06.12

Cardenal Kurt Koch Foto: Sabine Wunderlin. Página del Obispado de Münster

Se acerca 2017, las confesiones surgidas de la autodenominada Reforma quieren celebrar su Quinto Centenario. Hace tiempo que cayó el mito de Lutero clavando las tesis en la puerta de la iglesia del castillo de Wittenberg, pero es indudable que los primeros días de noviembre del año 1517 marcaron la historia de la humanidad. La marcaron con heridas.

La Iglesia ha sido invitada a los actos. En este contexto me he sorprendido gratamente por las declaraciones del Presidente del Consejo Pontificio para la Unidad de los Cristianos en la web de la diócesis de Münster. El Cardenal Koch fue extraordinariamente claro: «no podemos celebrar un pecado». Así, sin anestesia. «Los acontecimientos que dividen a la Iglesia no puede ser llamados un día de fiesta», a todo lo que accedió el cardenal es a clasificar la efeméride como un día que hay que recordar, pero no celebrar.

No fueron unas declaraciones imprudentes, reconoció que será tachado de «anti-ecuménico», que para ser el encargado de la cosa no está mal, ¿no? Le gustaría asistir en su lugar a una reunión en la que las confesiones reformadas, siguiendo el ejemplo de Juan Pablo II en 2000, pidieran disculpas y reconociesen sus errores, al mismo tiempo que como el Papa Beato condenasen el cisma en la cristiandad.

Le agradezco al Cardenal la claridad. Acabados los años de ‘luteromanía‘ se avecinan los de ‘reformamanía’ . Los primeros pasos son firmes. Reconocer las diferencias y decir la verdad siempre es un estupendo punto de partida. En el plano ‘pseudoecuménico‘, lo que otros llaman diplomático tampoco le faltó razón a Koch. Algunos piensan que ecumenismo es cogerse de la mano, poner sonrisa boba y decirle al otro siempre que sí, aunque sea mintiéndole.

El Comisionado (embajador) del Consejo de la Iglesia Evangélica en Alemania (EKD) para el Jubileo de 2017, Margot Kässmann, reaccionó visceralmente:

La Reforma Protestante no es nuestro pecado, sino una reforma de la Iglesia urgente y necesaria desde el punto de vista bíblico, en la que abogamos por la libertad evangélica; no tenemos que confesarnos culpables de nada.

¿Para qué quieren entonces que participe la Iglesia? Quizá lo más raro de todo esto es que para las declaraciones del Cardenal Koch sean consideradas extraordinarias.