27.06.12

 

A finales del verano del año pasado la Iglesia Católica en Austria dejó bien claro ante todo el mundo que tiene un problema interno de magnitud considerable y consecuencias catastróficas. El P. Helmut Schüller, que llegó a ser vicario general de la archidiócesis de Viena entre 1995 y 1999, lanzó el “Llamamiento a la desobediencia", que fue firmado inmediatamente por centenares de sacerdotes austriacos.

En el documento se pedía la ordenación de las mujeres y de las personas casadas, que hombres y mujeres laicos preparados, solteros o casados, puedan oficiar Misa y dirigir iglesias carentes de párroco, que se permitiera que los divorciados puedan volver a contraer un segundo matrimonio religioso y que los protestantes puedan recibir la comunión.

Como ven ustedes, buena parte de esas peticiones son imposibles de conceder ya que afectan directamente a doctrinas pertenecienes al depósito de la fe. Y ni siquiera los Papas tienen autoridad para alterar dicho depósito, del que son sus principales guardianes. Recordemos que, tal y como enseña el Concilio Vaticano II, el Magisterio no está por encima de la Escritura ni de la Tradición:

Este Magisterio, evidentemente, no está sobre la palabra de Dios, sino que la sirve, enseñando solamente lo que le ha sido confiado, por mandato divino y con la asistencia del Espíritu Santo la oye con piedad, la guarda con exactitud y la expone con fidelidad, y de este único depósito de la fe saca todo lo que propone como verdad revelada por Dios que se ha de creer.
Dei Verbum 10

El arzobispo de viena y cardenal primado de la Iglesia en Austria, S.E.R Christoph Maria Michael Hugo Damian Peter Adalbert Graf von Schönborn, Conde de Schörborn-Wiesentheid, O.P, tuvo a bien lanzar una advertencia a los sacerdotes firmantes del documento rebelde. Dijo: «Si alguien ha decidido seguir el camino de la disidencia, ello tiene consecuencias». Pues bien, casi un año después, parece que ha decidido pasar a la acción y ha pedido al decano de una de sus parroquias, P. Peter Meidinger, que retire la firma del documento o dimita. ¿Y qué ha hecho el cura? Pues dimitir. O sea, “non serviam”.

Dado que son cientos los curas austriacos que han optado por el camino de la rebeldía abierta contra la Iglesia, cabe preguntarse si el cardenal piensa ir uno por uno pidiéndoles lo mismo que al P. Meidinger. Dado que tiene 67 años, si los va haciendo pasar por su despacho arzobispal y cardenalicio a ritmo de uno por semana, quizás de aquí a que presente su renuncia por edad habrá podido recibir a la mitad de los firmantes. Aunque claro, él solo tiene autoridad sobre los que pertenecen a su archidiócesis y no sobre todos los sacerdotes austriacos. Así que puede que le dé tiempo a atender a “los suyos” de aquí a ocho años.

Ahora bien, ¿qué piensa hacer la Iglesia si la gran mayoría de los rebeldes, como parece previsible, se mantienen en sus trece? ¿se les echa a todos o se deja que sigan atendiendo a los fieles a pesar de que han demostrado no merecer ser sacerdotes ni por un minuto más? Porque ya me dirán ustedes con qué autoridad se puede ser pastor de una parroquia si a la vez se niega a aceptar la autoridad máxima del Magisterio, del Papa y de los obispos en comunión con él.

Como ya he dicho en otras ocasiones, estamos ante una situación de cisma. Y cada vez es más evidente, más abierto, más real, más palpable. Y mientras no se reconozca oficialmente, mientras no se aplique el código de derecho canónico -que para algo está-, mientras se sigan poniendo paños calientes, la situación no hará otra cosa que agravarse.

Se me dirá que la Iglesia en Austria no puede quedarse de repente sin gran parte de sus sacerdotes. Bueno, la Iglesia se quedó sin gran parte de sus obispos tras el Concilio de Nicea y no se paró el mundo. La Iglesia se quedó sin gran parte de sus fieles tras la Reforma protestante, y siguió en pie. No tiene nada de particular que la Iglesia se quede sin sacerdotes que son, en el siglo XXI, una especie de copia mala y barata del Lutero del siglo XVI. No es lo deseable, ciertamente, pero la verdad siempre nos hace libres. Y la verdad es que tenemos un cisma. La verdad es que tenemos sacerdotes que no merecen el nombre de católicos. Cuanto antes atajemos de raíz ese problema, mejor para todos. Al menos esa es mi opinión.

Luis Fernando Pérez Bustamante