26.07.12

 

Ayer dimos una de las noticias que más me ha gustado de lo que llevamos de año. Ángela Bachiller puede convertirse en la primer edil con Síndrome de Down en España.

Ángela iba en el puesto 18 de la lista del PP al ayuntamiento de Valladolid en las últimas elecciones municipales. Dicho partido logró 17 concejales, con lo que la joven se quedó a un paso de convertirse en una concejal más. Pero el “caso Arroyo” ha provocado la dimisión de uno de los concejales peperos y eso hace que se abran las puertas a Ángela, que de momento sigue trabajando como auxiliar administrativa en el área de Bienestar Social.

Como ella son muchos los hombres y mujeres con Síndrome de Down que trabajan en España. Es obvio que tienen limitaciones debido a su enfermedad, pero eso no les convierte en ciudadanos de segunda. La minusvalía física o psíquica no altera lo más mínimo la dignidad de las personas. Y una nación que se precie de ser civilizada, debe de facilitar la vida de esos enfermos.

Sin embargo, la nación española, siguiendo los pasos de otras naciones occidentales, permite que un feto humano pueda ser asesinado por el mero hecho de venir con una enfermedad congénita. No hablamos solo del aborto libre durante las primeras semanas del embarazo, sino de la posibilidad de que el asesinato se cometa cuando la gestación está muy avanzada.

Dada la corrupción moral de gran parte de la sociedad, el aborto eugenésico está consiguiendo que cada vez haya menos niños con síndrome de Down en nuestras calles. Por supuesto, es más facil matarles antes de nacer que una vez que se les tiene en brazos, pero nadie piense que es imposible que lleguemos a tal grado de degradación que nos lleve a legalizar la “eutanasia” de ese tipo de enfermos, una vez nacidos. La cultura de la muerte no se conforma con ir ganando batallas. Quiere ganar la guerra para convertir al muy democrático Occidente, y de paso el resto del mundo, en una basura infecta donde los enfermos sean material desechable del que desprenderse cuando son demasiado molestos para sus familiares y para los estados.

En ese sentido, lo anunciado por el actual Mininistro de Justicia de España, Alberto Ruiz-Gallardón, en el sentido de impedir que la enfermedad del feto sea causa legal para su asesinato, supondría un paso atrás de esa cultura de la muerte. No solo por lo que se refiere al tema del aborto sino también a la cuestión eugenésica. Bien sé que ese paso, si es que finalmente se da -tengo que verlo para creerlo-, no es suficiente. Es más, doy por hecho que la futura ley del aborto seguirá siendo un coladero que, en la práctica, permitirá el aborto libre en nuestro país. Pero aun así, sería la primera vez que en España se toma una decisión política en el sentido correcto. El destino final ha de ser, necesariamente, el aborto cero, pero a nadie se le escapa que tal cosa es difícilmente alcanzable con los actuales representantes políticos y, sobre todo, con la actual permisividad pro-abortista de una gran parte de la sociedad española.

Ángela es un puñetazo encima de la mesa de los pro-abortistas. Ella es un ejemplo vivo de su miseria, de su inhumanidad, de su perversión ética y moral. La izquierda española es, salvo excepciones que confirman la regla, un antro satánico en relación al derecho a la vida. Y la derecha política no le va a la zaga, aunque hipócritamente intente guardar un poco más las formas. Es por ello que la batalla a favor del derecho a nacer y a no ser “eutanasiado” es la más importante que tiene lugar hoy en día en nuestra sociedad. Eso debería llevarnos a evitar enfrentamientos estúpidos y necios por una cuestión de diferencias sobre las estrategias a seguir para alcanzar el objetivo final. Sin embargo, cuando leo los comentarios a las noticias que publicamos en InfoCatólica y que tienen que ver con estos asuntos, lo que encuentro es un “pim, pam, pum” entre unos y otros. Quienes así lo hacen sirven a la cultura de la muerte aunque tengan en su boca la cultura de la vida.

Luis Fernando Pérez Bustamante