8.01.14

¿Viajar? a Tierra Santa

A las 9:35 AM, por Jorge
Categorías : Sin categorías

 

En mi parroquia, como en tantas otras, estamos aprovechando el mes de enero para organizar una nueva peregrinación a Tierra Santa. No es la primera vez, y lo hacemos convencidos de que es un gran bien espiritual para muchas personas conocer la tierra del señor Jesús.

Justo porque andamos ahora en esos menesteres, aprovecho para dar algunas orientaciones a esas personas que en algún momento me preguntan por la conveniencia de hacer un viaje a los santos lugares. ¿Merece la pena? Intento aportar algunas ideas que seguro quedarán completadas con la experiencia de tantos amigos.

A Tierra Santa no se viaja, se peregrina. Es que no es lo mismo. Viajar es conocer, ver, observar. Peregrinar es acudir a un lugar santo para encontrarse con el Señor y robustecer la fe. Es acudir en un ambiente de oración, de escucha, de apertura del corazón ante el Señor.

Por lo menos una vez en la vida. Tierra Santa es denominada por numerosos autores, entre ellos Benedicto XVI, como “el quinto evangelio”. No conozco a nadie que después de una peregrinación haya quedado indiferente. Los textos evangélicos se saborean de forma especial y la presencia del Señor se palpa en cada rincón. No tiene precio acercarse a la gruta de la anunciación en Nazaret para descubrir que justo “aquí”, el hijo de Dios se hizo hombre. Tiberiades es Tiberiades, el lago. Belén, ¡Jerusalén!, entrar en el cenáculo, rezar en Getsemaní bajo olivos milenarios, tocar el santo sepulcro. No. De ningún modo deja indiferente.

Cualquier momento es bueno. Si hablamos de climatología, primavera y otoño, pero momento bueno es aquel en el que uno puede arañar unos días y permitirse económicamente el viaje. Los calores se vencen bastante bien gracias a los medios de este momento. Autobuses y hoteles con aire acondicionado alivian bastante, y además se va de peregrinación, no a segar ni a picar piedra.

Lo mejor, ir en grupo. La peregrinación más normalita, en torno a seis días, resulta mucho más cómoda en un viaje organizado en grupo. Eso sí, un grupo en el que nos sintamos cómodos. Disculpen ejemplos y nombres, pero no aconsejaría a un matrimonio, por ejemplo, de la obra, que se incorporara a una peregrinación de un grupo de neocatecumenales, ni a un carismático que fuera con gente afín a ordo tradicional. En un grupo en el que se sientan cómodos. Y no me lo tomen más que como un posiblemente imperfecto ejemplo.

Un sacerdote de confianza. Generalmente en las peregrinaciones hay dos guías. Uno suele ser de la misma tierra de Jesús, encargado sobre todo de los datos históricos y las cuestiones prácticas. Otro, un sacerdote cuyo cometido son las celebraciones y, digamos, la dirección espiritual de los peregrinos. Lo que digo del grupo, lo digo del sacerdote. Vayan con un sacerdote con el que se sientan bien. Si una persona se pone de los nervios cada vez que predica o celebra D. Fulano, irse con él ocho días a Tierra Santa puede ser un continuo ataque de nervios. No merece la pena.

¿Ir a Tierra Santa? Rotundamente sí. Una peregrinación, abiertos al Señor, en un grupo en el que nos sintamos cómodos y con un sacerdote de confianza. Será una experiencia inolvidable.