13.01.14

 

Los monaguillos, para empezar, me parecen un extraordinario invento. Un par de chavales que sepan su oficio, acompañen al sacerdote, le ayuden con las vinajeras y el lavabo, la campanilla o la bandeja de la comunión, es un servicio muy de agradecer. En días solemnes, otro par para que ayuden con incensario y naveta, perfecto. Pero no más.

Me sorprende de cuando en cuando ver celebraciones con legiones de monaguillos. Qué digo dos o cuatro: seis, ocho, diez… ¿”Pa” qué tanto? Porque sales con las ocho criaturas y a ver cómo te las apañas para que hagan algo.

Una celebración necesita su celebrante y unos colaboradores justos, ni más ni menos. Para las lecturas, pues bien tres lectores. Pero sería absurdo sacar siete y que las estrofas del salmo responsorial las fueran leyendo varios. Sería una pesadez. Como lo es que salgan ocho para leer cada uno una petición. No digamos cuando el número de peticiones se hace coincidir con el de posibles colaboradores ociosos. ¿Qué tenemos siete niños? Pues siete peticiones y así todos hacen algo.

Volvemos a lo de los monaguillos. Si en una misa normal todo lo que hay que hacer lo pueden repartir tranquilamente entre dos, y como mucho entre cuatro ¿para qué necesitamos media docena? Pues la verdad es que para nada. Así que hay que inventarse cosas y encima estar pendientes, porque ocho o diez niños ociosos vestidos con túnicas en el altar lo que más hacen es aburrirse y entretenerse enredando unos con otros, con la consiguiente distracción de los fieles.

Monaguillos los justos y bien ensayaditos.

ANEXO:

El día 2 de enero escribí un post recogiendo las profecías de J. M. Vidal para el 2014 ellas decía: “Entrarán en el colegio cardenalicio teólogos y simples sacerdotes”. Pues como no haya otro consistorio antes de fin de año… Primer error profético.