13.03.14

Llaman a la catedral de Madrid "guarida de asesinos"


Para aquellos a quienes cuesta entender el anticlericalismo de los años 30 y suponen que “algo habría hecho” la Iglesia para provocar tanto odio: no necesitan ustedes hurgar viejas hemerotecas ni desempolvar libros. Les bastará con que lean como ayer Aníbal Malvar denominaba, desde el diario Publico, a la catedral de la Almudena, “guarida de asesinos", y a quienes allí rezan “probables clientes del Tribunal de la Haya". Si ahora, como en la revolución, rigiera el ojo por ojo, ya pueden imaginar la pena que la justicia revolucionaria tiene destinada a los que califica de asesinos…

Y ya entrando en el tema propio de este blog, siete mártires de la guerra civil española nacieron un 13 de marzo: un hospitalario navarro, un párroco valenciano, un salesiano salmantino y otro onubense, un pasionista y un lasaliano palentinos, más una vedruna barcelonesa.

Le exigían blasfemar para salvar la vida

Juan Bautista Egozcuezábal Aldaz, de 54 años y natural de Nuin (Navarra), era hermano profeso de la orden hospitalaria de los hermanos de San Juan de Dios, fue asesinado el 29 de julio de 1936 en Esplugues de Llobregat (Barcelona) y beatificado en 1992. Había ingresado en la orden con 29 años y estuvo en varias comunidades antes de ser destinado al asilo-hospital de Barcelona. Cuando tuvo que dejar el convento, marchó a Esplugues de Llobregat, donde fue reconocido y detenido. Se le mandó que, de rodillas, blasfemara, y si lo hacía le respetarían la vida y, si no, le dispararían. Él guardó silencio y le dispararon.

Fusilado por personas a las que había bautizado

Vicente Gregorio Rubiols Castelló, natural de Gandía (Valencia) y de 62 años, párroco de La Pobla Llarga (localidad natal del mártir José María Amorós Hernández) desde 1898, fue asesinado el 4 de agosto de 1936 en la Torre de Espioca (Picassent, Valencia) y beatificado en 2001. Nunca se había tomado vacaciones, pero tras las elecciones del 16 de febrero 1936 le obligaron a dejar la parroquia, a la que pudo volver en junio, para tener que marcharse a Picanya, antes de estallar la guerra. Se comportó con discreción y prudencia pero el día 5 de agosto fue arrestado por milicianos de La Pobla Llarga, que lo llevaron a la carretera de Valencia, y al llegar a la Torre de Espioca, término de Picassent, pararon el coche y lo hicieron bajar. Él vio cuál era la intención y les dijo: “Sólo lo siento porque vosotros, a quienes yo he bautizado, vais a hacer este crimen”. Cuando dirigieron a él las armas gritó: “Viva Jesús sacramentado”. Tras fusilarlo, lo registraron, lo dejaron en postura vergonzosa y lo abandonaron. A los tres días un vecino de su pueblo lo reconoció e hizo que lo enterraran. En el expediente de Picassent en la Causa General (legajo 1385, exp. 8, folio 8) aparece como fecha de hallazgo del cadáver el 5 de agosto. En el de Puebla Larga (1369, exp. 7, folio 6) aparece en cambio como fecha el 12 de agosto y señala a tres sospechosos de participar en el crimen “por denuncia”. Sin embargo, Victoria Soda, vecina de Pincanya, fue testigo de que todo ocurrió el día 4 y nombra (folio 18) a las tres personas que se lo llevaron al comité de ese pueblo, que lo entregó al de Puebla Larga, y que habían sufrido suertes bien diferentes: uno fue fusilado, otro estaba preso y otro en libertad provisional.

“Si hay que dar la vida nosotros la daremos”

Tomás Alonso Sanjuán, natural de Vitigudino (Salamanca)y de 43 años, era salesiano coadjutor de la comunidad de las Escuelas de San Bartolomé de Málaga, en cuyo cementerio de San Rafael fue asesinado el 31 de agosto de 1936. Fue beatificado en 2007. Con 13 años ingresó en el colegio salesiano de Écija, y en 1908 entró en el aspirantado de Sevilla. Trabajó en escuelas profesionales de Sevilla y Málaga. Fue detenido en el colegio el 22 de julio y conducido al cuartel de Capuchinos, después a la comisaría de vigilancia y a la cárcel. Según los testigos del proceso diocesano, se le veía en los días del estallido de la guerra con un fervor especial y solía decir: “Si hay que dar la vida nosotros la daremos”. En la brigada dormía cerca de la puerta y cuando aquella noche llegaron los milicianos sin lista y escogieron a los que se les antojó, él fue el primero, pero al advertir que también eligieron al empleado Alfonso Cárdenas avisó a don Antonio Pancorbo y los dos consiguieron que al menos temporalmente lo indultaran.

Manuel Gómez Contioso, sacerdote salesiano de la comunidad de las Escuelas de San Bartolomé de Málaga, tenía 59 años y había nacido en Moguer (Huelva), fue asesinado el 24 de septiembre de 1936, también en el cementerio de San Rafael (junto con los coadjutores Rafael Rodríguez Mesa y Esteban García García), y beatificado en 2007. Durante más de dos meses de cárcel (a partir del 21 de julio) vieron sacar a cinco de sus hermanos religiosos para matarlos. Manuel hizo la profesión religiosa en 1897 y fue ordenado en 1903. Fue Director en Écija y Málaga. Se distinguió por su bondad, llaneza y unción sacerdotal.

Eufrasio (del Amor Misericordioso) de Celis Santos, de 23 años y oriundo de Salinas de Pisuerga (Palencia), fue uno de los seis hermanos pasionistas de Daimiel asesinados el 23 de octubre de 1936 en Manzanares (Ciudad Real) y beatificados en 1989.

Teresa Jiménez Baldoví (sor María del Socorro), de 51 años y natural de Sant Martí de Provençals (Barcelona), era hermana de la Doctrina Cristiana de la comunidad de Mislata (Valencia), fue asesinada el 20 de noviembre de 1936 en el picadero de Paterna y beatificada en 1995 (ver artículo del aniversario).

Ramiro Frías García (hermano Vidal Ernesto, de las Escuelas Cristianas), de 30 años y natural de Villajimena (Palencia), fue asesinado junto al cementerio de Vicálvaro (Madrid) el 28 de noviembre de 1936 y beatificado en 2013 (ver artículo del aniversario).

Más sobre los 1.523 mártires beatificados, en “Holocausto católico”.