31.05.14

 

En mi post anterior, Ignasi Garrido escribió un comentario que contiene no solo una denuncia sino una llamada importante: “Lo que me preocupa es que los teólogos catalanes, que hay de muy buenos y fieles al evangelio, callen como … Ya va siendo hora que alcen la voz".

Mi respuesta fue la siguiente:

A mí los teólogos ya me dan igual. No espero “heroicidades” de ellos. Se vive muy cómodo dejando que seamos nosotros, los “ultras", quienes hagamos el trabajo “sucio".

En realidad, no me dan igual. El papel del teólogo es fundamental para la Iglesia. Así lo explica la Dei Verbum, del Concilio Vaticano II:

Los exegetas católicos, y demás teólogos deben trabajar, aunando diligentemente sus fuerzas, para investigar y proponer las Letras divinas, bajo la vigilancia del Sagrado Magisterio, con los instrumentos oportunos, de forma que el mayor número posible de ministros de la palabra puedan repartir fructuosamente al Pueblo de Dios el alimento de las Escrituras, que ilumine la mente, robustezca las voluntades y encienda los corazones de los hombres en el amor de Dios.
(DV 23)

Obviamente el concilio se refiere a los teólogos católicos. Los hay de otras creencias, cristianas o no. A los católicos les corresponde, como ustedes acaban de leer, una tarea fundamental para la vida de la Iglesia y de los fieles. Pero, como recordó Benedicto XVI, la teología no puede ser una mera herramienta transmisora de conocimientos. Debe convertirse en instrumento que ayude a vivir la fe transformando nuestras vidas. De lo contrario, ocurre esto que dijo el Papa alemán:

“Hay grandes eruditos, grandes especialistas, grandes teólogos, maestros de la fe que nos han enseñado muchas cosas. Han penetrado en los detalles de la Sagrada Escritura, de la historia de la salvación. Pero no han podido ver el misterio mismo, el verdadero núcleo: que éste Jesús era realmente el Hijo de Dios, que el Dios trinitario entra en nuestra historia, en un determinado momento histórico, siendo un hombre como nosotros. Se podrían enumerar con facilidad los grandes nombres de la historia de la teología de estos doscientos años, de los cuales hemos aprendido mucho pero que no han abierto los ojos de su corazón al misterio”

Ese mismo año, en una catequesis sobre San Anselmo de Canterbury, Benedicto XVI nos recordaba que el santo italiano afirmaba que “quien pretende hacer teología no puede contar sólo con su inteligencia, sino que debe cultivar al mismo tiempo una profunda experiencia de fe.

Es claro que una de las misiones del teólogo es ayudar a mostrar la fe de una forma “propositiva”. En muchas ocasiones basta con presentar la verdad para que la misma brille en los corazones. No es menos cierto que la ciencia teológica no es una mera divulgación de los principios de nuestra fe. Tiene un lado técnico, por llamarlo de alguna manera, que no tiene por qué ser dominado por los indoctos. Lo cual no quiere decir que estos se vean privados de la gracia para comprender lo necesario para llevar una vida cristiana plena. Al fin y al cabo, Jesucristo “se sintió inundado de gozo en el Espíritu Santo y dijo: Yo te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a los sabios y prudentes y las revelaste a los pequeños. Sí, Padre, porque tal ha sido tu beneplácito” (Luc 10,21). El que dude de ello, que se pase por el blog del P. Jorge González y busque la sabiduría de doña Rafaela.

La teología católica ha de estar profundamente arraigada en la Escritura, la Tradición y el Magisterio de la Iglesia. Llevamos tantas décadas viendo actuar a teólogos que pretenden estar en la frontera cuando la han sobrepasado ampliamente, que a muchos no les queda muy claro dónde está verdaderamente esa frontera. Vuelvo a citar al papa teólogo alemán, que refiriéndose a los que llevan a cabo la tarea de la exégesis bíblica -algo propio de la teología-, advirtió:

Si la exégesis quiere ser también teología, debe reconocer que sin la fe de la Iglesia, la Biblia permanece como un libro sellado: la Tradición no cierra el acceso a la Escritura, sino que más bien lo abre.

Y además recordó que no hay verdadera teología católica sin reconocimiento de la autoridad final de la Iglesia:

Es la Iglesia, de hecho, a quien se le ha confiado el oficio de interpretar auténticamente la palabra de Dios escrita y transmitida, ejerciendo su autoridad en el nombre de Jesucristo

Dicho todo esto, no creo que esté de más afirmar que una de las tareas en las que un buen teólogo católico puede ayudar a la Iglesia consiste en la exposición y refutación de los errores que ponen en peligro la fe de los fieles. Lo vimos cuando Pagola publicó su “Jesús. Aproximación histórica” y unos pocos teólogos (Sayés, Iraburu…) salieron a la palestra a advertir que ese Jesús no era el Jesús de la Iglesia. Luego llegó una carta pastoral de Mons. Demetrio Fernández y una nota de la Comisión Episcopal para la Doctrina de la Fe de la CEE.

Lo estamos viendo también en la labor impagable de algunos teólogos -cardenales aparte- a la hora de señalar el grave peligro al que enfrenta la Iglesia si se impusieran -Dios no lo permitirá- las tesis del cardenal Kasper sobre la comunión a divorciados vueltos a casar. Uno de esos teólogos, sin mucho “nombre” pero con verdadera ciencia, está en InfoCatólica y se llama Bruno Moreno.

Aun así, lo cierto es que no abundan los teólogos que, dejando a un lado corporativismos estériles, tienen el valor de coger el toro de la heterodoxia por los cuernos para impedir que siga dando cornadas a los débiles en la fe. Y es por eso que donde no llegan ellos, tenemos que llegar algunos que no contamos con estudios teológicos reglados pero sí, por gracia, con el suficiente grado de conocimiento de nuestra fe como para, igualmente por gracia, defenderla. Y si no habláramos o escribiéramos nosotros, lo harían las piedras (Luc 19,40), porque ha de cumplirse el mandato de la Escritura:

Carísimos, deseando vivamente escribiros acerca de nuestra común salud, he sentido la necesidad de hacerlo, exhortándoos a combatir por la fe, que, una vez para siempre, ha sido dada a los santos. Porque disimuladamente se han introducido algunos impíos…
Jud 1,3-4

Es absolutamente necesario que los teólogos fieles a la Iglesia demuestren su fidelidad plantando cara públicamente a quienes difunden el error. Aunque corresponde al Magisterio reafirmar los límites de la fe y sancionar a quienes pertinazmente se alejan, y alejan a muchos, de la fe de la Iglesia, la teología católica no puede hacer un ejercicio de irresponsabilidad dejando de colaborar con dicho Magisterio en esa tarea, que por mucho que sea ingrata es, hoy más que nunca, absolutamente imprescindible. Si lo hicieran ellos no tendríamos que hacerlo los que poseemos menos conocimiento y sabiduría teológica.

Gracias a Dios en InfoCatólica contamos con unos cuantos teólogos, filósofos y apologetas (P.Iraburu, P. Juan Morado, P. Mateo. F. Medina, Bruno Moreno, Nestor Martínez, Arraiz, etc) que pueden desempeñar esa tarea. Y de hecho, cada cual a su modo, la realizan. Ojalá cunda el ejemplo. Si alguno quiere colaborar con nosotros, ya sabe dónde nos tiene.

Luis Fernando Pérez Bustamante