Paquistán: 43 metros de Cruz «a prueba de balas» erguida en medio de la persecución

El año pasado Miguel Vidal me contaba tras su viaje a Paquistán cómo vivían allá los cristianos. Pobreza, mucha, alegría, más; persecución, casas de adobe (no adobe photosop, ladrillos de barro y paja) y por encima de todo, mucha fe. Sus humildes hogares, en algunos casos arrasados por turbas islámicas, estaban engalanados por una cruz pintada en la fachada. Como decía recientemente Mireille Al Farah, «en la persecución, [proclamar] ser cristianos es algo que nos da fuerza».

Por eso no me ha sorprendido la noticia de que después cuatro años, el empresario paquistaní Parvez Henry Gill esté terminando la cruz más alta de Asia. Era su respuesta a lo que el Señor le preguntaba en un sueño: «qué puedo hacer para protegerles»

Ha querido dar visibilidad a ese 1,5% de la población casi sin derechos. En un país en el que un matrimonio, la mujer embarazada, puede ser arrojado a un horno, acusados falsamente de blasfemia. Como falsamente acusada espera en el corredor de la muerte la paquistaní convertida en símbolo Asia Bibi.

Está situada en Gora Qabaristan, el cementerio cristiano, en el sur de Karachi, profanado múltipes veces. Mide 43 metros (14-15 pisos de altura), y «a prueba de balas», así la describió Parvez Gill cuando le dijeron que probablemente terminará siendo derribada. El empresario ha fiado a unos cimientos de 6 metros y a toneladas de hierro, acero y cemento la pervivencia. Sinceramente, no creo que detenga a los talibanes de allá, como semejantes características no lo hicieron con los talibanes republicanos españoles en el caso del Cerro de los Ángeles. Ambos comparten motivos y métodos.

Tarde o temprano tendremos la suerte de volver a ser evangelizados, pero ahora serán asiáticos y africanos los que nos enseñen que después de la Cruz viene la Resurrección, y que aquella se lleva bien, porque de verdad la acarrea el mejor cireneo del mundo, el mismo Señor. Mientras tanto acá seguiremos avergonzándonos de bendecir la mesa en un restaurante o pediremos un minuto de silencio en lugar de un Padrenuestro para no «ofender».