Servicio diario - 01 de marzo de 2018


 

Carta 'Placuit Deo': "Recibimos la salvación traída por Jesús en la Iglesia"
Rosa Die Alcolea

"Cristo es Salvador porque ha asumido nuestra humanidad integral"
Redacción

Sínodo 2018: Dos jóvenes españoles participarán en el pre-Sínodo con el Papa
Redacción

El viaje del Papa a Suiza y el 70° aniversario del Consejo Mundial de Iglesias
Marina Droujinina

América Latina: La mujer, pilar en la edificación de la Iglesia y de la sociedad
Redacción

Nicaragua: Margarita Carballo Madrigal, embajadora ante la Santa Sede
Marina Droujinina

Costa Rica: El Papa nombra obispo de Alajuela a Bartolomé Buigues Oller
Redacción

Francia: La diócesis de Saint Pierre y Miquelon se unió a la de La Rochelle
Rosa Die Alcolea

Armenia: Mons. José Avelino Bettencourt es el nuevo nuncio apostólico
Redacción

Santa Ángela de la Cruz, 2 de marzo
Isabel Orellana Vilches


 

 

01/03/2018-14:02
Rosa Die Alcolea

Carta 'Placuit Deo': "Recibimos la salvación traída por Jesús en la Iglesia"

(ZENIT — 1 marzo 2018).- La Carta Placuit Deo de la Congregación para la Doctrina de la Fe se ha presentado a las 11 horas en la Oficina de Prensa de la Santa Sede.

Se trata de una documento escrito a los obispos de la Iglesia Católica, y más en general, a todos los fieles, sobre algunos aspectos de la salvación cristiana que "hoy pueden ser difíciles de comprender debido a las recientes transformaciones culturales", señalan en el texto. (Leer la Carta)

Han presentado la Carta Mons. Luis F. Ladaria Ferrer, Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, y Mons. Giacomo Morandi, Secretario de la misma congregación.

Por su parte, Mons. Ladaria Ferrer ha reflexionado sobre cuáles son estas transformaciones culturales que ofuscan la confesión de la fe cristiana, que proclama a Jesús como el único y universal Salvador.

 

"Pelagianismo" y "gnosticimo"

En este sentido, el Prefecto ha apuntado que el Papa Francisco, en su Magisterio ordinario, a menudo se refiere a dos tendencias que se asemejan, en algunos aspectos, a dos antiguas herejías, el "pelagianismo" y el "gnosticismo".
Por el "neo-pelagianismo", el individuo, radicalmente autónomo, pretende salvarse a sí mismo, sin reconocer que depende, en lo más profundo de su ser, de Dios y de los demás, mientras que el "neo-gnosticismo" presenta una salvación meramente interior, encerrada en el subjetivismo, que consiste en elevarse «con el intelecto hasta los misterios de la divinidad desconocida».

 

Unión con Cristo

Esta Carta quiere abordar estas tendencias reduccionistas que amenazan el cristianismo actual y "reafirmar que la salvación, de acuerdo con el plan de la alianza del Padre, consiste en nuestra unión con Cristo", ha aclarado Mons. Ladaria.

"¿La salvación interesa todavía hoy al hombre?", ha cuestionado el Arzobispo Ladaria. "Sí, nuestra experiencia nos enseña que cada hombre está en búsqueda de la realización y la felicidad propias", así como la búsqueda de la salud física, del bienestar económico, de la paz interior, de una convivencia serena.

 

Satisfacer al hombre

La fe en Cristo nos enseña —ha indicado el Prefecto— rechazando cualquier pretensión de autorrealización neo-pelagiana mediante la posesión, el poder, la ciencia o la técnica, que nada de lo creado puede satisfacer al hombre por completo, porque "Dios nos ha destinado a la comunión con Él y nuestro corazón estará inquieto hasta que descanse en Él", como escribe San Agustín.

Respecto a las antiguas doctrinas gnósticas, la salvación que la fe nos anuncia "no concierne solo a nuestra interioridad, sino a nuestro ser integral": Es la persona completa, de hecho, en cuerpo y alma, que ha sido creada por el amor de Dios a su imagen y semejanza, y está llamada a vivir en comunión con Él, ha anunciado Mons. Ladaria.

 

Cristo es el Camino

La gran novedad de Cristo Salvador —ha proclamado el Arzobispo— es que Jesús Salvador "no se ha limitado a mostrarnos el camino para encontrar a Dios (...). Cristo, más bien, para abrirnos la puerta de la liberación, se ha convertido Él mismo en el camino".

 

Dónde recibir la salvación

"¿Dónde y cómo podemos recibir esta salvación?", ha formulado Mons. Giacomo Morandi, Secretario de la Congregación para la Doctrina de la Fe, en la presentación de la Carta Placuit Deo.

El lugar donde recibimos la salvación traída por Jesús "es la Iglesia, comunidad de aquellos que, habiendo sido incorporados al nuevo orden de relaciones inaugurado por Cristo, pueden recibir la plenitud del Espíritu de Cristo".

"La participación, en la Iglesia, al nuevo orden de relaciones inaugurado por Jesús sucede a través de los sacramentos, entre los cuales el bautismo es la puerta, y la Eucaristía, la fuente y cumbre", ha aclarado el Secretario Morandi.

 

 

01/03/2018-13:15
Redacción

"Cristo es Salvador porque ha asumido nuestra humanidad integral"

(ZENIT — 1 marzo 2018).- "La enseñanza sobre la salvación en Cristo requiere siempre ser profundizada nuevamente", advierten los miembros de la Congregación para la Doctrina de la Fe.

La Congregación pontificia ha publicado una carta, el 1 de marzo de 2018, dirigida a los obispos de la Iglesia Católica sobre algunos aspectos de la salvación cristiana que hoy "pueden ser difíciles de comprender debido a las recientes transformaciones culturales", indican en el mismo texto.

El Papa Francisco aprobó el documento en la Audiencia concedida el día 16 de febrero de 2018.

Con este documento, se desea reafirmar que "la salvación consiste en nuestra unión con Cristo, quien, con su Encarnación, vida, muerte y resurrección, ha generado un nuevo orden de relaciones con el Padre y entre los hombres, y nos ha introducido en este orden gracias al don de su Espíritu, para que podamos unirnos al Padre como hijos en el Hijo, y convertirnos en un solo cuerpo en el «primogénito entre muchos hermanos» (Rm 8, 29)".

Asimismo, los obispos señalan que el lugar donde recibimos la salvación traída por Jesús "es la Iglesia", una "ayuda esencial para superar cualquier tendencia reduccionista".

El documento está compuesto de seis partes: La introducción; 'El impacto de las transformaciones culturales de hoy en el significado de la salvación cristiana'; `Aspiración humana a la salvación'; 'Cristo, Salvador y Salvación'; 'La Salvación en la Iglesia, cuerpo de Cristo'; y la conclusión: 'Comunicar la fe, esperando al Salvador'.

Sigue el texto completo de la Carta Placuit Deo, redactada por la Congregación para la Doctrina de la Fe.

*****

 

Carta Placuit Deo a los Obispos de la Iglesia Católica sobre algunos aspectos de la salvación cristiana

 

I. Introducción

1. «Dispuso Dios en su sabiduría revelarse a Sí mismo y dar a conocer el misterio de su voluntad (cf. Ef 1, 9), mediante el cual los hombres, por medio de Cristo, Verbo encarnado, tienen acceso al Padre en el Espíritu Santo y se hacen consortes de la naturaleza divina (cf. Ef 2, 18; 2 P 1, 4). [...] Pero la verdad íntima acerca de Dios y acerca de la salvación humana se nos manifiesta por la revelación en Cristo, que es a un tiempo mediador y plenitud de toda la revelación»[1]. La enseñanza sobre la salvación en Cristo requiere siempre ser profundizada nuevamente. Manteniendo fija la mirada en el Señor Jesús, la Iglesia se dirige con amor materno a todos los hombres, para anunciarles todo el designio de la Alianza del Padre que, a través del Espíritu Santo, quiere «recapitular en Cristo todas las cosas» (cf. Ef 1,1 0). La presente Carta pretende resaltar, en el surco de la gran tradición de la fe y con particular referencia a la enseñanza del Papa Francisco, algunos aspectos de la salvación cristiana que hoy pueden ser difíciles de comprender debido a las recientes transformaciones culturales.

 

II. El impacto de las transformaciones culturales de hoy en el significado de la salvación cristiana

2. El mundo contemporáneo percibe no sin dificultad la confesión de la fe cristiana, que proclama a Jesús como el único Salvador de toda el hombre y de toda la humanidad (cf. Hch 4, 12; Rm 3, 23-24; 1 Tm 2, 4-5; Tt 2, 11-15)12] Por un lado, el individualismo centrado en el sujeto autónomo tiende a ver al hombre como un ser cuya realización depende únicamente de su fuerza.[3] En esta visión, la figura de Cristo corresponde más a un modelo que inspira acciones generosas, con sus palabras y gestos, que a Aquel que transforma la condición humana, incorporándonos en una nueva existencia reconciliada con el Padre y entre nosotros a través del Espíritu (cf. 2 Co 5, 19; Ef 2, 18). Por otro lado, se extiende la visión de una salvación meramente interior, la cual tal vez suscite una fuerte convicción personal, o un sentimiento intenso, de estar unidos a Dios, pero no llega a asumir, sanar y renovar nuestras relaciones con los demás y con el mundo creado. Desde esta perspectiva, se hace difícil comprender el significado de la Encarnación del Verbo, por la cual se convirtió miembro de la familia humana, asumiendo nuestra carne y nuestra historia, por nosotros los hombres y por nuestra salvación.

3. El Santo Padre Francisco, en su magisterio ordinario, se ha referido a menudo a dos tendencias que representan las dos desviaciones que acabamos de mencionar y que en algunos aspectos se asemejan a dos antiguas herejías: el pelagianismo y el gnosticismo. [4] En nuestros tiempos, prolifera una especia de neo-pelagianismo para el cual el individuo, radicalmente autónomo, pretende salvarse a sí mismo, sin reconocer que depende, en lo más profundo de su ser, de Dios y de los demás. La salvación es entonces confiada a las fuerzas del individuo, o las estructuras puramente humanas, incapaces de acoger la novedad del Espíritu de Dios.[5] Un cierto neo-gnosticismo, por su parte, presenta una salvación meramente interior, encerrada en el subjetivismo,[6] que consiste en elevarse «con el intelecto hasta los misterios de la divinidad desconocida».[7] Se pretende, de esta forma, liberar a la persona del cuerpo y del cosmos material, en los cuales ya no se descubren las huellas de la mano providente del Creador, sino que ve sólo una realidad sin sentido, ajena de la identidad última de la persona, y manipulable de acuerdo con los intereses del hombre.[8] Por otro lado, está claro que la comparación con las herejías pelagiana y gnóstica solo se refiere a rasgos generales comunes, sin entrar en juicios sobre la naturaleza exacta de los antiguos errores. De hecho, la diferencia entre el contexto histórico secularizado de hoy y el de los primeros siglos cristianos, en el que nacieron estas herejías, es grande[9]. Sin embargo, en la medida en que el gnosticismo y el pelagianismo son peligros perennes de una errada comprensión de la fe bíblica, es posible encontrar cierta familiaridad con los movimientos contemporáneos apenas descritos.

4. Tanto el individualismo neo-pelagiano como el desprecio neo-gnóstico del cuerpo deforman la confesión de fe en Cristo, el Salvador único y universal. ¿Cómo podría Cristo mediar en la Alianza de toda la familia humana, si el hombre fuera un individuo aislado, que se autorrealiza con sus propias fuerzas, como lo propone el neo-pelagianismo? ¿Y cómo podría llegar la salvación a través de la Encarnación de Jesús, su vida, muerte y resurrección en su verdadero cuerpo, si lo que importa solamente es liberar la interioridad del hombre de las limitaciones del cuerpo y la materia, según la nueva visión neo-gnóstica? Frente a estas tendencias, la presente Carta desea reafirmar que la salvación consiste en nuestra unión con Cristo, quien, con su Encarnación, vida, muerte y resurrección, ha generado un nuevo orden de relaciones con el Padre y entre los hombres, y nos ha introducido en este orden gracias al don de su Espíritu, para que podamos unirnos al Padre como hijos en el Hijo, y convertirnos en un solo cuerpo en el «primogénito entre muchos hermanos» (Rm 8, 29).

 

III. Aspiración humana a la salvación

5. El hombre se percibe a sí mismo, directa o indirectamente, como un enigma: ¿Quién soy yo que existo, pero no tengo en mí el principio de mi existir? Cada persona, a su modo, busca la felicidad, e intenta alcanzarla recurriendo a los recursos que tiene a disposición. Sin embargo, esta aspiración universal no necesariamente se expresa o se declara; más bien, es más secreta y oculta de lo que parece, y está lista para revelarse en situaciones particulares. Muy a menudo coincide con la esperanza de la salud física, a veces toma la forma de ansiedad por un mayor bienestar económico, se expresa ampliamente a través de la necesidad de una paz interior y una convivencia serena con el prójimo. Por otro lado, si bien la cuestión de la salvación se presenta como un compromiso por un bien mayor, también conserva el carácter de resistencia y superación del dolor. A la lucha para conquistar el bien, se une la lucha para defenderse del mal: de la ignorancia y el error, de la fragilidad y la debilidad, de la enfermedad y la muerte.

6. Con respecto a estas aspiraciones, la fe en Cristo nos enseña, rechazando cualquier pretensión de autorrealización, que solo se pueden realizar plenamente si Dios mismo lo hace posible, atrayéndonos hacia Él mismo. La salvación completa de la persona no consiste en las cosas que el hombre podría obtener por sí mismo, como la posesión o el bienestar material, la ciencia o la técnica, el poder o la influencia sobre los demás, la buena reputación o la autocomplacencia.[10] Nada creado puede satisfacer al hombre por completo, porque Dios nos ha destinado a la comunión con Él y nuestro corazón estará inquieto hasta que descanse en Él.[11] «La vocación suprema del hombre en realidad es una sola, es decir, la divina».[12] La revelación, de esta manera, no se limita a anunciar la salvación como una respuesta a la expectativa contemporánea. «Si la redención, por el contrario, hubiera de ser juzgada o medida por la necesidad existencial de los seres humanos, ¿cómo podríamos soslayar la sospecha de haber simplemente creado un Dios Redentor a imagen de nuestra propia necesidad?».[13]

7. Además es necesario afirmar que, de acuerdo con la fe bíblica, el origen del mal no se encuentra en el mundo material y corpóreo, experimentada como un límite o como una prisión de la que debemos ser salvados. Por el contrario, la fe proclama que todo el cosmos es bueno, en cuanto creado por Dios (cf. Gn 1, 31; Sb 1, 13-14; 1 Tm 4 4), y que el mal que más daña al hombre es el que procede de su corazón (cf. Mt 15, 18-19; Gn 3, 1-19). Pecando, el hombre ha abandonado la fuente del amor y se ha perdido en formas espurias de amor, que lo encierran cada vez más en sí mismo. Esta separación de Dios — de Aquel que es fuente de comunión y de vida — que conduce a la pérdida de la armonía entre los hombres y de los hombres con el mundo, introduciendo el dominio de la disgregación y de la muerte (cf. Rm 5, 12). En consecuencia, la salvación que la fe nos anuncia no concierne solo a nuestra interioridad, sino a nuestro ser integral. Es la persona completa, de hecho, en cuerpo y alma, que ha sido creada por el amor de Dios a su imagen y semejanza, y está llamada a vivir en comunión con Él.

 

IV. Cristo, Salvador y Salvación

8. En ningún momento del camino del hombre, Dios ha dejado de ofrecer su salvación a los hijos de Adán (cf. Gn 3, 15), estableciendo una alianza con todos los hombres en Noé (cf. Gn 9, 9) y, más tarde, con Abraham y su descendencia (cf. Gn 15, 18). La salvación divina asume así el orden creativo compartido por todos los hombres y recorre su camino concreto a través de la historia. Eligiéndose un pueblo, a quien ha ofrecido los medios para luchar contra el pecado y acercarse a Él, Dios ha preparado la venida de «un poderoso Salvador en la casa de David, su servidor» (Lc 1, 69). En la plenitud de los tiempos, el Padre ha enviado a su Hijo al mundo, quien anunció el reino de Dios, curando todo tipo de enfermedades (cf. Mt 4, 23). Las curaciones realizadas por Jesús, en las cuales se hacía presente la providencia de Dios, eran un signo que se refería a su persona, a Aquel que se ha revelado plenamente como el Señor de la vida y la muerte en su evento pascual. Según el Evangelio, la salvación para todos los pueblos comienza con la aceptación de Jesús: «Hoy ha llegado la salvación a esta casa» (Lc 19, 9). La buena noticia de la salvación tienen nombre y rostro: Jesucristo, Hijo de Dios, Salvador. «No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva».[14]

9. La fe cristiana, a través de su tradición centenaria, ha ilustrado, a través de muchas figuras, esta obra salvadora del Hijo encarnado. Lo ha hecho sin nunca separar el aspecto curativo de la salvación, por el que Cristo nos rescata del pecado, del aspecto edificante, por el cual Él nos hace hijos de Dios, partícipes de su naturaleza divina (cf. 2 P 1, 4). Teniendo en cuenta la perspectiva salvífica que desciende (de Dios que viene a rescatar a los hombres), Jesús es iluminador y revelador, redentor y liberador, el que diviniza al hombre y lo justifica. Asumiendo la perspectiva ascendiente (desde los hombres que acuden a Dios), Él es el que, como Sumo Sacerdote de la Nueva Alianza, ofrece al Padre, en el nombre de los hombres, el culto perfecto: se sacrifica, expía los pecados y permanece siempre vivo para interceder a nuestro favor. De esta manera aparece, en la vida de Jesús, una admirable sinergia de la acción divina con la acción humana, que muestra la falta de fundamento de la perspectiva individualista. Por un lado, de hecho, el sentido descendiente testimonia la primacía absoluta de la acción gratuita de Dios; la humildad para recibir los dones de Dios, antes de cualquier acción nuestra, es esencial para poder responder a su amor salvífico. Por otra parte, el sentido ascendiente nos recuerda que, por la acción humana plenamente de su Hijo, el Padre ha querido regenerar nuestras acciones, de modo que, asimilados a Cristo, podamos hacer «buenas obras, que Dios preparó de antemano para que las practicáramos» (Ef 2, 10).

10. Está claro, además, que la salvación que Jesús ha traído en su propia persona no ocurre solo de manera interior. De hecho, para poder comunicar a cada persona la comunión salvífica con Dios, el Hijo se ha hecho carne (cf. Jn 1, 14). Es precisamente asumiendo la carne (cf. Rm 8, 3; Hb 2, 14: 1 Jn 4, 2), naciendo de una mujer (cf. Ga 4, 4), que «se hizo el Hijo de Dios Hijo del Hombre»[15] y nuestro hermano (cf. Hb 2, 14). Así, en la medida en que Él ha entrado a formar parte de la familia humana, «se ha unido, en cierto modo, con todo hombre»[16] y ha establecido un nuevo orden de relaciones con Dios, su Padre, y con todos los hombres, en quienes podemos ser incorporado para participar a su propia vida. En consecuencia, la asunción de la carne, lejos de limitar la acción salvadora de Cristo, le permite mediar concretamente la salvación de Dios para todos los hijos de Adán.

11. En conclusión, para responder, tanto al reduccionismo individualista de tendencia pelagiana, como al reduccionismo neo-gnóstico que promete una liberación meramente interior, es necesario recordar la forma en que Jesús es Salvador. No se ha limitado a mostrarnos el camino para encontrar a Dios, un camino que podríamos seguir por nuestra cuenta, obedeciendo sus palabras e imitando su ejemplo. Cristo, más bien, para abrirnos la puerta de la liberación, se ha convertido Él mismo en el camino: «Yo soy el camino» (Jn 14, 6)117] Además, este camino no es un camino meramente interno, al margen de nuestras relaciones con los demás y con el mundo creado. Por el contrario, Jesús nos ha dado un «camino nuevo y viviente que él nos abrió a través del velo del Templo, que es su carne» (Hb 10, 20). En resumen, Cristo es Salvador porque ha asumido nuestra humanidad integral y vivió una vida humana plena, en comunión con el Padre y con los hermanos. La salvación consiste en incorporarnos a nosotros mismos en su vida, recibiendo su Espíritu (cf. 1 Jn 4, 13). Así se ha convirtió «en cierto modo, en el principio de toda gracia según la humanidad».[18] Él es, al mismo tiempo, el Salvador y la Salvación.

 

V. La Salvación en la Iglesia, cuerpo de Cristo

12. El lugar donde recibimos la salvación traída por Jesús es la Iglesia, comunidad de aquellos que, habiendo sido incorporados al nuevo orden de relaciones inaugurado por Cristo, pueden recibir la plenitud del Espíritu de Cristo (Rm 8, 9). Comprender esta mediación salvífica de la Iglesia es una ayuda esencial para superar cualquier tendencia reduccionista. La salvación que Dios nos ofrece, de hecho, no se consigue sólo con las fuerzas individuales, como indica el neo-pelagianismo, sino a través de las relaciones que surgen del Hijo de Dios encarnado y que forman la comunión de la Iglesia. Además, dado que la gracia que Cristo nos da no es, como pretende la visión neo-gnóstica, una salvación puramente interior, sino que nos introduce en las relaciones concretas que Él mismo vivió, la Iglesia es una comunidad visible: en ella tocamos el carne de Jesús, singularmente en los hermanos más pobres y más sufridos. En resumen, la mediación salvífica de la Iglesia, «sacramento universal de salvación»,[19] nos asegura que la salvación no consiste en la autorrealización del individuo aislado, ni tampoco en su fusión interior con el divino, sino en la incorporación en una comunión de personas que participa en la comunión de la Trinidad.

13. Tanto la visión individualista como la meramente interior de la salvación contradicen también la economía sacramental a través de la cual Dios ha querido salvar a la persona humana. La participación, en la Iglesia, al nuevo orden de relaciones inaugurado por Jesús sucede a través de los sacramentos, entre los cuales el bautismo es la puerta,[20] y la Eucaristía, la fuente y cumbre.[21] Así vemos, por un lado, la inconsistencia de las pretensiones de auto-salvación, que solo cuentan con las fuerzas humanas. La fe confiesa, por el contrario, que somos salvados por el bautismo, que nos da el carácter indeleble de pertenencia a Cristo y a la Iglesia, del cual deriva la transformación de nuestro modo concreto de vivir las relaciones con Dios, con los hombres y con la creación (cf. Mt 28, 19). Así, limpiados del pecado original y de todo pecado, estamos llamados a una vida nueva existencia conforme a Cristo (cf. Rm 6, 4). Con la gracia de los siete sacramentos, los creyentes crecen y se regeneran continuamente, especialmente cuando el camino se vuelve más difícil y no faltan las caídas. Cuando, pecando, abandonan su amor a Cristo, pueden ser reintroducidos, a través del sacramento de la Penitencia, en el orden de las relaciones inaugurado por Jesús, para caminar como ha caminado Él (cf. 1 Jn 2, 6). De esta manera, miramos con esperanza el juicio final, en el que se juzgará a cada persona en la realidad de su amor (cf. Rm 13, 8-10), especialmente para los más débiles (cf. Mt 25, 31-46).

14. La economía salvífica sacramental también se opone a las tendencias que proponen una salvación meramente interior. El gnosticismo, de hecho, se asocia con una mirada negativa en el orden creado, comprendido como limitación de la libertad absoluta del espíritu humano. Como consecuencia, la salvación es vista como la liberación del cuerpo y de las relaciones concretas en las que vive la persona. En cuanto somos salvados, en cambio, «por la oblación del cuerpo de Jesucristo» (Hb 10, 10; cf. Col 1, 22), la verdadera salvación, lejos de ser liberación del cuerpo, también incluye su santificación (cf. Ro 12, 1). El cuerpo humano ha sido modelado por Dios, quien ha inscrito en él un lenguaje que invita a la persona humana a reconocer los dones del Creador y a vivir en comunión con los hermanos.[22] El Salvador ha restablecido y renovado, con su Encarnación y su misterio pascual, este lenguaje originario y nos lo ha comunicado en la economía corporal de los sacramentos. Gracias a los sacramentos, los cristianos pueden vivir en fidelidad a la carne de Cristo y, en consecuencia, en fidelidad al orden concreto de relaciones que Él nos ha dado. Este orden de relaciones requiere, de manera especial, el cuidado de la humanidad sufriente de todos los hombres, a través de las obras de misericordia corporales y espirituales.[23]

 

VI. Conclusión: comunicar la fe, esperando al Salvador

15. La conciencia de la vida plena en la que Jesús Salvador nos introduce empuja a los cristianos a la misión, para anunciar a todos los hombres el gozo y la luz del Evangelio. [24] En este esfuerzo también estarán listos para establecer un diálogo sincero y constructivo con creyentes de otras religiones, en la confianza de que Dios puede conducir a la salvación en Cristo a «todos los hombres de buena voluntad, en cuyo corazón obra la gracia».[25] Mientras se dedica con todas sus fuerzas a la evangelización, la Iglesia continúa a invocar la venida definitiva del Salvador, ya que «en esperanza estamos salvados» (Rm 8, 24). La salvación del hombre se realizará solamente cuando, después de haber conquistado al último enemigo, la muerte (cf. 1 Co 15, 26), participaremos plenamente en la gloria de Jesús resucitado, que llevará a plenitud nuestra relación con Dios, con los hermanos y con toda la creación. La salvación integral del alma y del cuerpo es el destino final al que Dios llama a todos los hombres. Fundados en la fe, sostenidos por la esperanza, trabajando en la caridad, siguiendo el ejemplo de María, la Madre del Salvador y la primera de los salvados, estamos seguros de que «somos ciudadanos del cielo, y esperamos ardientemente que venga de allí como Salvador el Señor Jesucristo. El transformará nuestro pobre cuerpo mortal, haciéndolo semejante a su cuerpo glorioso, con el poder que tiene para poner todas las cosas bajo su dominio» (Flp 3, 20-21).

 

El Sumo Pontífice Francisco, en la Audiencia concedida el día 16 de febrero de 2018.

Ha aprobado esta Carta, decidida en la Sesión Ordinaria de esta Congregación el 24 de enero de 2018, y ha ordenado su publicación.

Dado en Roma, en la sede de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el 22 de febrero de 2018, Fiesta de la Cátedra de San Pedro.

X Luis F. Ladaria, S.I.
Arzobispo titular de Thibica
Prefecto

X Giacomo Morandi
Arzobispo titular de Cerveteri
Secretario

© Librería Editorial Vaticano

 

 

01/03/2018-19:33
Redacción

Sínodo 2018: Dos jóvenes españoles participarán en el pre-Sínodo con el Papa

La Conferencia Episcopal Española (CEE), a través de su departamento de Pastoral de Juventud, ha elegido a los dos jóvenes españoles que participarán en el pre-Sínodo con el papa Francisco y jóvenes de todo el mundo en el Vaticano, que tendrá lugar del 19 al 24 de marzo. Cristina Cons Rodríguez, de la diócesis de Santiago de Compostela, y Javier Medina Sierra, de la diócesis de Valencia, serán los encargados de representar a los jóvenes católicos españoles en la citada reunión pre-sinodal.

Estos dos jóvenes fueron elegidos en un Seminario convocado por el departamento de Pastoral de Juventud de la CEE sobre el tema del discernimiento los días 27 y 28 de enero pasados. El encuentro se celebró como preparación al próximo Sínodo de los Obispos sobre "Los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional", que tendrá lugar el próximo mes de octubre en Roma.

A este Seminario asistieron 40 jóvenes que representaban a todas las realidades juveniles de España: jóvenes que viven su fe en parroquias, en las responsabilidades diocesanas; jóvenes que pertenecen a los movimientos juveniles de ámbito nacional y jóvenes que están en grupos de fe de congregaciones religiosas e institutos seculares.

 

Cristina Cons Rodríguez

Cristina Cons Rodríguez, de 23 años de edad, pertenece a la diócesis de Santiago de Compostela. Es miembro electo del Consejo Diocesano de Pastoral Juvenil por la vicaría de Santiago y miembro electo de la Coordinadora Diocesana de Pastoral Juvenil, así como catequista post-comunión en la parroquia de San Fernando de Santiago.

Destaca su participación en el Proyecto "Evangelizaño" durante este curso 2017-18, que lo forman jóvenes de la diócesis dedicados un año entero a la evangelización a los jóvenes. Forma parte del equipo que dirige "Alpha Universitarios" en Santiago de Compostela y es miembro de la Antorcha diocesana que dirige el proyecto "Centinelas de la Mañana de Primer Anuncio".

También desarrolla tareas como monitora de Educación afectivo sexual con adolescentes y padres en distintos colegios y parroquias. En cuanto a su formación académica es Grado en Pedagogía y Máster universitario en Profesorado de Educación Secundaria con la especialidad de Orientación Educativa.

 

Javier Medina Sierra

Javier Medina Sierra, con 27 años, es un joven de la diócesis de Valencia, natural de la parroquia de Santa Catalina de Alzira (Valencia). Ha participado como niño, adolescente y joven en el Centro Juniors MD "Santa Catalina" de su parroquia, donde pertenece al equipo de educadores, y ha ejercido como Coordinador de dicho centro, en el que actualmente hay unos 40 educadores y 280 niños, adolescentes y jóvenes de la parroquia.

En el ámbito diocesano forma parte del Equipo coordinador de Juniors MD (Movimiento Diocesano), donde actualmente es profesor y director de su Escuela de Tiempo Libre (JEA). Colaboró en la organización del Encuentro Europeo de Taizé en Valencia en el 2015-16.

Profesionalmente es Grado en Historia y Máster de Profesorado de Educación Secundaria. Actualmente trabaja en la Fundación "San Vicente Mártir" de Colegios Diocesanos en Valencia.

 

Qué es el pre-Sínodo

El papa Francisco convocó a jóvenes católicos, de diferentes confesiones cristianas, de otras religiones y jóvenes no creyentes de todo el mundo a participar en una reunión de preparación a la XV Asamblea General ordinaria del sínodo de los Obispos 2018. A este encuentro que se celebrará en el Vaticano, del 19 al 24 de marzo próximo, están invitados alrededor de 300 participantes.

Además, el Santo Padre ha expresado su deseo de que los jóvenes de todo el mundo estén conectados durante esos días y puedan dialogar mediante internet y las redes sociales en la reunión pre-sinodal. El hashtag será #synod2018.

Conferencia Episcopal Española

 

 

01/03/2018-19:21
Marina Droujinina

El viaje del Papa a Suiza y el 70 O aniversario del Consejo Mundial de Iglesias

(ZENIT — 1 marzo 2018).- Las iniciativas para las celebraciones del 70° aniversario del Consejo Mundial de Iglesias (CMI), y por lo tanto también el viaje papal a Ginebra, serán presentadas mañana, viernes 2 de marzo de 2018, a las 13 horas, en el Vaticano.

Estarán a cargo de la presentación el Cardenal Kurt Koch, Presidente del Consejo Pontificio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, y el pastor Olav Fykse Tveit, secretario general del CMI.

El Papa Francisco fue invitado por el CMI a Ginebra para participar en las celebraciones y por el Consejo Federal Suizo y su Presidente. La posibilidad de este viaje "está en estudio", según la Sala de Prensa del Vaticano.

El Consejo Mundial de Iglesias (fundado en 1948) tiene actualmente 348 iglesias miembros: ortodoxas, anglicanas, bautistas, luteranas, metodistas y reformadas, de alrededor de 100 países.

La Iglesia Católica no es una de ellas, pero desde 1965 un Grupo de Trabajo Conjunto (JWG) se ha estado reuniendo regularmente para discutir asuntos de interés común y para alentar la colaboración.

 

 

01/03/2018-19:55
Redacción

América Latina: La mujer, pilar en la edificación de la Iglesia y de la sociedad

(ZENIT — 1 marzo 2018).- "La mujer, pilar en la edificación de la Iglesia y de la sociedad en América Latina" ha sido el tema escogido por el Papa Francisco para la próxima Asamblea Plenaria de la Comisión Pontificia para América Latina (CAL), que tendrá lugar en el Vaticano del 6 al 9 de marzo de 2018.

No es de extrañar esta elección si todavía resuenan las palabras que el Papa dirigió a 60 Obispos de Latinoamérica reunidos por el CELAM en Bogotá: "¡La esperanza en América Latina tiene un rostro femenino! (...)."Es un serio deber comprender, respetar, valorizar, promover la fuerza eclesial y social de cuanto realizan (...). "Sin las mujeres la Iglesia del continente perdería la fuerza de renacer continuamente".

"Hay una dimensión femenina de la salvación que pasa por María, por la Iglesia, por madres y abuelas", señaló Francisco en Perú.

Estas palabras volvieron a marcar a fuego las arraigadas situaciones de injusticia que todavía sufren las mujeres a causa del "machismo" en la región, sea porque quedan abandonadas como madres que, solas, tienen que cargar con el cuidado, sostén y educación de la prole, sea por las odiosas discriminaciones que sufren en ámbitos laborales, sea porque sobre ellas se descargan especialmente las condiciones de pobreza e indigencia e incluso de todo tipo de violencias, que llegan hasta los muy numerosos casos de feminicidios.

Dado que todos los miembros y consejeros de la CAL son Cardenales y Obispos, se ha invitado excepcionalmente a esta Plenaria a unas 35 personalidades femeninas de América Latina, con muy distintas responsabilidades sociales y eclesiales. Su presencia, experiencia y competencia serán fundamentales para enriquecer las reflexiones e intercambios de experiencias previstas.

 

Programa de la Asamblea

El programa de la Asamblea prevé cuatro conferencias: la Prof. Ana María Bidegain destacará "los obstáculos y puntos de apoyo para la 'promoción' de la mujer en la realidad latinoamericana.

Por otro lado, el Dr. Guzmán Carriquiry repasará las mujeres que, en la historia de América Latina, han marcado "la pauta de una transformación cultural"; el Cardenal Francisco Robles disertará sobre "la presencia de la Virgen María y el papel de la mujer en la evangelización de los pueblos latinoamericanos" y el Cardenal Marc Ouellet, presidente de la CAL, lo hará sobre "la mujer a la luz del misterio de la Trinidad y de la Iglesia".

Asimismo, una serie sucesiva de paneles afrontarán la realidad de la mujer, "pilar de la familia y del cuidado de la vida", como "educadora y catequista", en el ámbito del trabajo y de la política, en el empeño de "solidaridad con los pobres y el cuidado de la casa común" y en "la edificación de la Iglesia".

Los trabajos de la Asamblea Plenaria de la CAL serán coronados por una audiencia con el Santo Padre Francisco en la mañana del día viernes 9 de marzo.

 

Homenaje a las mujeres

En el trabajo de preparación de esta Asamblea no fue posible no tener muy presente que en sus jornadas de realización quedaba incluido la del 8 de marzo, "Día internacional de la mujer". Por eso, la CAL ha tenido la iniciativa de invitar a una cena de amistad y homenaje precisamente en ese día, junto con todos los participantes a la Asamblea, a unas 40 mujeres que trabajan en el Vaticano a muy distintos niveles de responsabilidad.

Por razones logísticas y económicas no ha sido posible invitar a las aproximadamente 700 mujeres que trabajan en el Vaticano, que serán simbólicamente representadas por las participantes en esa cena. Ésta será acompañada y animada por canciones populares que ponen de relieve la figura de la mujer.

 

 

01/03/2018-19:54
Marina Droujinina

Nicaragua: Margarita Carballo Madrigal, embajadora ante la Santa Sede

El Papa Francisco recibió a la nueva embajadora de Nicaragua ante la Santa Sede, Esther Margarita Carballo Madrigal, el jueves por la mañana, 1 de marzo de 2018, con motivo de la presentación de sus credenciales en el Vaticano.

Es especialista en ciencias de la educación y madre de dos hijas. La Sra. Carballo Madrigal nació en Catarina el 30 de enero de 1954.

Es licenciada en Ciencias de la Educación con especialización en Biología, Ciencias Naturales y Química en la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua. También se especializó en educación universitaria (Universidad de San Carlos) y obtuvo una maestría en metodología de investigación y evaluación de la educación superior (Universidad Autónoma de Barcelona, España).

Ella comenzó su carrera como maestra de educación primaria en la Escuela San Juan de Oriente (1975-1979).

Ha trabajado como profesora titular de ciencias biológicas en el Instituto Héroes y Mártires de Masatepe (1980-1984) y consultora metodológica en el departamento de enseñanza metodológica de la Facultad de Ciencias Agrarias de la UNAN-Managua (1984-1986).

Trabajó durante varios años en la Universidad Nacional de Agricultura: primero como Jefa del Departamento de Registro y Estadística del Instituto Superior de Ciencias Agrícolas (1987-1993) y luego como Secretaria General (1993 -1997) , como miembro del Sector de Desarrollo de la Educación y el Currículo (1997-1998), como Secretario Académico de la Facultad de Recursos Naturales y Medio Ambiente (1998-2002).

De 2002 a 2009, ocupó el cargo de Decana de la Facultad de Recursos Naturales y Medio Ambiente (FARENA).

Fue secretaria general del Consejo Nacional de Universidades (2006-2013).

Hace dos semanas, el 15 de febrero de 2018, el Papa Francisco nombró al Obispo Waldemar Stanis?aw Sommertag como Nuncio Apostólico en Nicaragua.

El Papa también recibió a los diez obispos de Nicaragua, en visita ad limina, el 16 de septiembre de 2017.

Según Ayuda a la Iglesia Necesitada, Nicaragua, un país de América Central, entre el Pacífico y el Mar Caribe, en el sur de Honduras y el norte de Costa Rica, tiene más de 5.8 millones de habitantes, 96.2% de los cuales son cristianos.

 

 

01/03/2018-18:05
Redacción

Costa Rica: El Papa nombra obispo de Alajuela a Bartolomé Buigues Oller

(ZENIT — 1 marzo 2018).- El Papa ha nombrado obispo de Alajuela (Costa Rica) al P. Bartolomé Buigues 011er, Amigoniano, hasta ahora Consejero Provincial Superior Local y maestro de novicios en el Seminario de los Religiosos Capuchinos Terciarios de la Virgen de los Dolores en San José (Costa Rica).

Nombramiento con motivo de la renuncia al gobierno pastoral de la diócesis de Alajuela (Costa Rica), presentada por el obispo agustino recoleto Mons. Ángel San Casimiro Fernández, aceptada por el Papa Francisco.

 

P. Bartolomé Buigues Oller

El P. Bartolomé Buigues Oller, amigoniano, nació en Teulada (España), diócesis de Alicante, el 7 de marzo de 1963. Después de asistir a la escuela primaria y secundaria en su ciudad natal, entró como aspirante a la vida religiosa en el seminario de los Terciarios Capuchinos en Godella, diócesis de Valencia. Hizo el postulantado y el noviciado en Burgos. Pronunció los votos perpetuos el 25 de junio de 1988. Se licenció en Teología en la Facultad Teológica de San Vicente Ferrer en Valencia (España), en Teología Pastoral en la Universidad Pontificia de Salamanca, en Gestión de Centros Educativos en el 'Instituto Félix Evaristo' en Santo Domingo y en Antropología Social y Cultural en la Universidad Estatal de Costa Rica.

Recibió la ordenación sacerdotal el 22 de abril de 1989.

Ha ocupado los siguientes cargos: Pastoral Militar en Morón de la Frontera, España (1989-1990), formador en el Colegio Fundación Caldeiro en Madrid (1990-1992), prefecto de postulantes, superior local y maestro de novicios, Costa Rica (1992- 1999), Superior de la Comunidad Hogar de Niños en Santa Cruz (Bolivia), responsable de la pastoral vocacional y después vicario provincial de la provincia del Cono Sur de América del Sur (2000-2004), Superior de la Comunidad y Superior del Centro Infantil Hainamosa S en Santo Domingo, República Dominicana (2004-2007), Consejero general en Roma (2007-2010) y Superior provincial en Costa Rica (2010-2013). Desde 2013 es Superior local, maestro de novicios en el Seminario de la Orden en San José y Consejero provincial y, desde 2016, presidente de la Conferencia de Religiosos de Costa Rica.

 

 

01/03/2018-18:34
Rosa Die Alcolea

Francia: La diócesis de Saint Pierre y Miquelon se unió a la de La Rochelle

(ZENIT — 1 marzo 2018).- El Papa Francisco ha decidido adjuntar a la diócesis de La Rochelle (Francia) las parroquias del territorio Iles Saint-Pierre y Miquelon — el archipiélago francés al sur de la isla canadiense de Terranova — anunciar la Santa Sede y la Conferencia obispos de Francia.

El obispo George Colomb, obispo de La Rochelle viajará a St. Pierre y Miquelon, a más de 4.000 km de la costa francesa, del 4 al 11 de abril de 2018, para encontrarse con los católicos del archipiélago.

 

Renuncia de Mons. Pierre-Marie Gaschy

Al mismo tiempo, el Papa Francisco ha aceptado la renuncia al gobierno pastoral del vicariato apostólico de Iles Saint-Pierre et Miquelon presentada por Mons. Pierre-Marie Gaschy, Espiritano, a las 76 años de edad.
Mons. Pierre-Marie Gaschy nació el 26 de junio 1941. En 1968 profesó como miembro de la Congregación del Espíritu Santo, y el 6 de julio del año siguiente fue ordenado sacerdote para esa Congregación.

El 19 de junio de 2009 fue nombrado vicario apostólico de Iles Saint-Pierre et Miquelon y obispo de Usinaza.

Con Anita Bourdin

 

 

01/03/2018-18:15
Redacción

Armenia: Mons. José Avelino Bettencourt es el nuevo nuncio apostólico

(ZENIT — 1 marzo 2018).- El Santo Padre ha nombrado nuncio apostólico a Armenia a Mons. José Avelino Bettencourt, arzobispo de Cittanova.

El pasado 26 de febrero, la Santa Sede hizo público el nombramiento por parte del Papa Francisco de Mons. José Avelino Bettencourt como arzobispo titular de Cittanova.

Anteriormente, Mons. Bettencourt fue Jefe de Protocolo de la Secretaría de Estado, cargo para el que fue designado el 14 de noviembre de 2012.

El reverendo Mons. José Avelino Bettencourt nació en las Azores (Portugal) el 23 de mayo de 1962. Fue ordenado sacerdote el 29 de junio de 1993. Fue incardinado en Ottawa (Canadá). Es licenciado en Derecho Canónico.
Ingresó en el servicio diplomático de la Santa Sede el 1 de julio de 1999, ha prestado servicio en la Nunciatura Apostólica en la República Democrática del Congo y en la Sección de Relaciones con los Estados de la Secretaría de Estado.

Idiomas conocidos: inglés, francés, italiano, portugués y español.

 

 

01/03/2018-08:19
Isabel Orellana Vilches

Santa Ángela de la Cruz, 2 de marzo

«Pobre con los pobres, así vivió esta humilde monja que quiso por encima de todo estar clavada a la cruz de Cristo. Y este es el signo que vinculó a su nombre, que dio a su fundación y el que marcó su quehacer apostólico»

Ángela Guerrero González nació en la espléndida ciudad de Sevilla, España, el 30 de enero de 1846. Su padre era cocinero en el convento de los padres Trinitarios y su esposa trabajaba también para los religiosos. En el hogar nacieron catorce hijos, de los cuales sobrevivieron seis. Su madre llegó a conocer su fundación. Angela era humilde, sencilla, muy alegre, devota y gran trabajadora; tenía un buen ejemplo en sus progenitores. Uno de los primeros recuerdos de su infancia, bien conocidos, fue su repentina desaparición —cosa de niños—, pero no se debió a una travesura ordinaria, como supuso enseguida Josefa, su madre. Así que apuntó al lugar donde pensaba que había podido ir: la iglesia. Y, efectivamente, allí estaba: orando, recorriendo los altares. Recordando el hecho, cuando ya era fundadora, decía: «Yo, todo el tiempo que podía, lo pasaba en la iglesia, echándome bendiciones de altar como hacen las chiquillas».

Para ayudar a los suyos comenzó a trabajar a los 12 años en el taller de una zapatería. Su formación fue muy precaria debido a la falta de recursos de su familia. Apenas pudo aprender a leer y escribir, pero su finura espiritual se hizo patente en ese cercano círculo. Así, mostraba rotundo desagrado ante conversaciones poco delicadas, teñidas por descalificaciones y blasfemias. Y, al menos en su presencia, sus compañeros se abstenían de proferir palabras malsonantes e improperios. Es otra característica de los santos quienes con su autoridad moral trazan caminos de bien comenzando por su entorno. Además de poner coto a la afilada lengua de los empleados, la santa les convencía para que rezasen el rosario. Éstos y otros rasgos de su virtud llegaron a oídos del padre Torres Padilla, quien le ayudó a dilucidar su vocación y a madurarla, orientándola hacia la vida apostólica. Tenía entonces 16 años. Al salir del trabajo visitaba hogares sumidos en la pobreza, frecuentaba iglesias y rezaba en sus altares. Los menesterosos de su barrio recibían sus limosnas.

Cuando en 1865 Sevilla fue abatida por el cólera, diezmando a las familias que vivían en los «corrales de vecindad», Ángela, que ya tenía 19 años, se desvivió para asistir a todos. Entonces abrió su corazón al padre Torres diciéndole que quería hacerse monja. Pero esta mujer audaz tenía un cuerpo menudo y era de complexión débil, así que cuando tocó la puerta de las Carmelitas Descalzas del barrio de Santa Cruz no fue admitida. Se temió que no pudiera soportar los rigores de la vida de clausura. Más tarde, fue postulante con las Hermanas de la Caridad. Sin embargo, su mala salud la obligó a salir del convento, pese a que las religiosas hicieron todo lo posible para que permaneciera junto a ellas buscándole destino en otros lugares, confiadas en una eventual mejoría. De modo que, en la calle nuevamente, Ángela partió con esta convicción: «Seré monja en el mundo». Y ante los pies del Crucificado hizo privada consagración de su vida el 1 de noviembre de 1871. Los dos años siguientes maduró su anhelo de vivir clavada —y subrayó esta expresión— junto a la cruz de Cristo, llamándose Ángela de la Cruz.

En 1873 formuló los votos perpetuos fuera del claustro, uniéndose por voto de obediencia a las indicaciones del padre Torres. En su corazón ya bullía el anhelo de «hacerse pobre con los pobres» (los llamaba sus señores), y formar la «Compañía de la Cruz». Con toda su confianza puesta en Cristo, en enero de 1875 comenzó a dar forma a este sueño. Se unieron a ella tres mujeres que se distinguían por su bondad y sencillez, y compartían el espíritu de pobreza. Una aportó los medios para alquilar un cuarto con «derecho a cocina», como entonces se decía. Y ese fue su «primer convento», austero, como los que irían surgiendo. Desplegaron una ingente labor asistencial realizada a tiempo completo, de día y de noche, que tenía como objetivo a los necesitados pobres y enfermos; limpiaban sus casas y les daban consuelo. Luego se mudaron a otra calle. Su acción ya había obtenido reconocimiento en estamentos religiosos. Vistieron un hábito y a Ángela pronto empezaron a llamarla «Madre». En medio de la labor pastoral realizaba duras penitencias y mortificaciones.

En 1876 el cardenal Spinola les dio la bendición. Yen 1894 ella mantuvo un encuentro con León XIII que aceptó su obra, aprobada después por Pío X en 1904. Sevilla y toda Andalucía acogió con gratitud y cariño a esta pobre «zapaterita, negrita, y tontita», como ella misma se definía, a la que acompañaba fama de santidad por sus virtudes y prodigios. Su forma de vida austera y mortificada suscitó numerosas vocaciones entre las jóvenes. Abría los brazos no solo a los pobres, sino también a potentados que solicitaban su atención, consejo y apoyo. Su amor por los necesitados le instó a realizar un gesto que otros santos tuvieron, como Catalina de Siena: succionar la supuración de las llagas de una enferma que se hallaba a punto de morir, y que sanó poco tiempo después.

Fue agraciada con visiones. Su itinerario espiritual estuvo marcado por grandes purificaciones que la condujeron a las más altas cimas de la mística, coronada por el desposorio espiritual. Fue reelegida cuatro veces madre general hasta sus 82 años. Cesó a instancias superiores eclesiales, y acogió con gran alegría volver a convertirse en una religiosa sin más responsabilidades. Una trombosis cerebral que se presentó el 7 de julio de 1931 la dejó casi paralizada. Y el 2 de marzo de 1932 voló al cielo. Lo último que se le había oído decir antes de perder el habla, fue: «No ser, no querer ser; pisotear el yo, enterrarlo si posible fuera...». Juan Pablo II la beatificó en Sevilla el 5 de noviembre de 1982 entre el delirio de las gentes que no ocultan su devoción por esta «madre de los pobres» como es conocida. Y el mismo pontífice la canonizó en Madrid el 4 de mayo de 2003. Su fiesta litúrgica es el 5 de noviembre, pero en el martirologio, criterio que rige este santoral, su celebración se fija para el día de hoy.